La humedad del lugar tiene por mucho una década de haber sido construido, tal vez una remodelación del antiguo palacio de enfermeros de la reina, pero al fin tomaba forma de un café de esos que apenas los chinos van abriendo, la llegada masiva de chinos a la isla ha dejado pasmados a los lugareños, parvadas de asiáticos han llegado para trabajar en la zafra, el tabaco y la recolección de todos los enseres agrícolas ha sido inmediata, pero han mostrado su cultura en cada ocasión que se le ha preguntado, se sienten orgullosos de lo que son y lo que comienzan a ofrendar a esta tierra caribeña que les da asilo.
Los isleños son briosos y alegres, musicales con una intención de que todo es fiesta, que un santo se conmemora “su fiesta” que si el aniversario luctuoso “fiesta”
A los asiáticos que llegaron se les conoce como “culíes” sus habilidades en construcción, puertos y carpintería pronto les hizo la fama de venir a constituirse como parte fundamental de la sociedad cubana, ellos en su mayoría provenientes son de las ciudades de Cantón y Fujian, de aproximadamente casi todos entre los veinte y treinta años, su dieta de verduras ha cambiado por mucho la manera de cocinar en apenas unos meses de su llegada.
Chian es quien atiende el café Salseros, su denominación es por los tipos de condimentos con que cuenta su preparación del pollo con verduras, ofrecen un delicioso café hecho con los más exigentes granos de la isla, algunos que por comercio han logrado traer de México, pero ya de por sí el café de la isla es fuerte y aromático, los chinos han sabido prepararlo de maneras creativas que llaman la atención, saciando hasta el más exigente paladar.
En la isla ya ha llamado la atención dos generales que viene ataviados con sus trajes de gala, es el uniforme de estoperoles dorados, pechera roja y perfiles celestes marrones con gallardas espadas y lustrosas botas; los dos de iguales confecciones.
Uno de ellos recibe el nombre de Atocha – que, aunque no es su verdadero nombre a leguas se observa que lo usa cotidianamente- el otro es Apache, así se registraron. Llevan ya varios días inspeccionando la isla, algunos lugareños les saludan con arrojo y temeridad, otros más con respeto y cuidado ¡Las mujeres de la isla se arremolinan para lograr un saludo! Se acercan y coquetean con ellos, sabedores que los grados de generales del poderoso ejército de Santa Anna se encuentra en activo ante la invasión de los norteamericanos – situación que se sabe por los periódicos- que seguramente están en algún descanso.
De igual manera dos americanos, rubios como el sol, hacen de su presencia en la isla, cierto es que pocos visitan estos lugares, el calor, insectos y picaduras de animales diminutos hacen del malestar de quien llegue, pero sus paisajes y mujeres son la delicia de los visitantes. Son en extremo los isleños musicales y cantadores, tal vez es una razón de ser de estas culturas arraigadas a los migrantes africanos, inclusive hablar de su propia religión, aquella de hechizos y bailes para lograr la salud.
En fatídico momento los dos generales mexicanos y los rubios americanos han coincidido en el café de los chinos, se les ha reservado un lugar en donde nadie les moleste, los isleños son dados a preguntar de todo: que, si son enviados para invadir la isla, a lo que todos contestan que no es así, es solo una visita de descanso; que, si vienen a divertirse y pasar un rato agradable, a lo que también la respuesta es negativa.
Entraron los cuatro al salón que les fue resguardado, un suntuoso y laqueado negro les espera, sillones de grana color con una pulcritud de reconocer, sillas negras de madera con filos en extremo cuidados – pareciera nadie se había sentado ahí en años- una mesa de multicolores dragones y brillantes dorados, les hace de llegada con un servicio de original té, se sentaron y saludaron, uno de los americanos les pidió con un gesto dejar las armas en la otra mesa, a lo que los generales mexicanos accedieron.
– ¿Cuál es la clave mis señores? – preguntaba el americano mientras soplaba al té caliente para lograr dar un sorbo.
¡Dos de alfiles! – respondió Atocha. Los americanos entregaron un sobre de piel con amarres sellados en un bastión de cera con su águila y un pequeño filete dorado, lo rompieron, sacaron los papeles y leyeron con detenimiento:
“… que a sus mayores intereses y los propios de esta nación en reciente expansión sirva de costa y saldo la cantidad de un millón de dólares americanos por el deterioro y rendición de los territorios de las Altas Californias, Nuevo México, el soslaye del Río Bravo, Chihuahua, Coahuila y Arizona, que de tal contrario logremos dejar satisfecho a su serenísima.
Hacemos e su interés de igual manera que logremos hacer una Unión nacional del territorio al que llamaremos México como uno más de los estados, asignación de territorios como montañas, ríos y océanos por el bien y la construcción de una solo patria, la americana la de Dios y su constitución.
Su seguro servidor: James Knox Polk, Presidente.”
Los generales mexicanos Atocha y Apache se observaron y cuidadosamente entregaron otro folder de piel con el sello de su serenísima Santa Anna:
“…siendo a bien su avenencia y cuidado que solo lograremos dejar en paz a la nación de Texas y construiremos en el tablero del campo de batalla la obtención del territorio de las altas Californias, los territorios a mar y montañas, ríos y lagunas no son de propiedad de herencia de los americanos del norte, sino de la septentrional y libre soberana América de las naciones de México, con su lucha afrenta defenderemos cada rincón, por insignificante que parezca.
Su serenísima comandante del Ejército del Norte: Santa Anna y acompaña la firma de Valentín Gómez Farías”
Los cuatro releían las misivas, por si en la traducción alguna pieza de la semántica de las oraciones no queda del todo claro.
– ¿Tienen alguna duda señores? – Insistió Apache a los americanos, no vamos a ceder territorio alguno, cierto que han logrado capitalizar algunos flancos, pero no es la total de la invasión, nuestra Patria es amplia y vasta ¡El conquistador Hernán Cortés necesitó de toda una vida para lograr conocerla! En su intento murió sin siquiera saborear sus victorias, su ejército invasor come de nuestros frutos, sacian sus pasiones con nuestros niños y mujeres ¡Eso no seguirá! ¿Soy claro?
Los americanos solo escuchan y anotan, tratan de comprender lo que les están diciendo, su pésimo español apenas agudiza lo que perciben.
-Traemos el dinero para su general Santa Anna ¡Un millón de dólares cómo él pidió!
Los dos generales mexicanos se asombraron de la cantidad que vieron, ellos solo tienen instrucciones de hacer llegar la misiva, si toman el dinero es traición y seguramente los americanos regresarán diciendo que la venta se ha llevado a cabo, aunque sin ser oficial puesto que no hay algún tratado de por medio.
– ¡Lo sentimos señores no tenemos instrucciones de tomar este dinero! No fuimos instruidos en ello.
– ¡Pues no veo cual es el problema amigo! – en un pésimo español- ustedes toman la cantidad acordada, nos firman que lo han hecho, regresan en su elegante barco a México, entregan el dinero a su general Santa Anna ¡Y listo! Nos hacemos del territorio y ya ninguno de sus mexicanos pobres y mal olientes vuelven a sufrir miseria alguna, ellos han estado agazapados por bandidos y caciques que rondan esas tierras, territorios de este trato ni siquiera son vistos por ustedes, su “generalísimo” solo ha sido presidente de algunas clases de abolengo y riqueza ¡La pobreza cunde por todo México! Nosotros le daremos atención a la población, construiremos iglesias, hospitales, lugares de trabajo, viñedos y haremos de esta región próspera.
– ¡Defenderemos nuestras tierras con tesón y honor! No permitiremos esta compra venta de rechifla y chusma.
-Mira mi general Atocha, anda no pienses con el estómago ¡Eso nunca es bueno! Seamos más “prácticos” tu toma el dinero, como ya te dije, anda – se ríe a carcajadas- regresas a tu país, hacen un tratado para que lo firmemos y se llevan todo este dinero ¡Soy seguro que Santa Anna ni siquiera le interesa la gente que vive en la pobreza! Mira tu uniforme ¡Hilos de oro! Bordados a mano con chaquira de cristal ¡Eso no lo tienen todos los soldados! Con este dinero ustedes pueden volver a levantar estos reductos que les quedan ¡Anda tómalo! Seguro no han visto tanto dinero en su vida.
Los generales se sienten ofendidos ante tal propuesta, cierto que Santa Anna les había dicho que los americanos iban a utilizar todas sus artimañas para convencerlos de lograr un tratado por Texas y tal vez California ¡Pero ya hacerse de dos cuartas partes del territorio es escandaloso! Imperdonable para su tesón de gallardos generales, se observan inseguros ante los vecinos del norte, sienten que si toman una mala decisión fueran recriminados ¡Deben regresar de inmediato y hacerlo saber a su serenísima! De lo contrario la cabeza puede rodar ente una mala decisión.
– ¡Señores! – dijo Atocha- por menos que esta afrenta he cortado la garganta de más de una docena de atrevidos ¡No aceptamos la negociación! Nos retiramos.
Se levantó el americano que no había participado y les dijo en perfecto español.
-Atentos señores, calmaos, es solo que mi amigo es impulsivo y amedrentador, como saben él solo sigue instrucciones ¡Anda! Calmaos y tomar algo más fuerte ¡Eh tu chino! Traednos a todos un poco de ron y agua- a la orden el joven asiático trajo una botella de oscuro ron, platos con plátano frito, arroz con frijoles negros y unas salsas que previamente ya tenía preparadas.
El americano tomó los pequeños vasos de apenas unos tres dedos de alto y sirvió el ron, los generales Atocha y Apache estaban sorprendidos por la hospitalidad, pero dejaron que siguiera.
– ¡Tomen sus vasos señores y brindemos por la libertad! Andad ¡Levanten su mano y agradezcamos por estar aquí con vida! Estamos construyendo la historia señores generales ¡Ustedes y su servidor! Podemos hacer que nuestros nombres brillen en letras de oro por la posteridad ¡Andad Salud!
Los dos generales no tomaron la copa y la colocaron en la mesa, ambos saben que deben de rendir el informe mismo en la brevedad posible, debido a que los ejércitos están ya en plena batalla, esta afrenta norteamericana tiene por mucho que ser discutida inclusive con los diputados mismos.
– ¡Nos perdonarán sus mercedes ambos! Entregaremos la propuesta, pero no vamos a llevarnos el dinero, no redactaremos un tratado alguno y nos retiraremos como si esta plática no hubiera existido, un navío de guerra nos espera en el puerto para partir en brevedad, les solicitamos no insistir y dejarnos partir.
Al tratar de retirarse los americanos se levantaron y se pusieron entre los generales y la salida, a lo que se hicieron de las armas y la situación se puso tensa.
– ¡No saldrán hasta que por escrito hagan de recibido el dinero y firmen un tratado que ya tenemos preparado! – amenazó el americano.
– ¡Tendrás que lograrlo a costa de nuestras vidas! – arremetió Atocha mientras en un rápido desliz atravesó el cuerpo del primer americano con su elegante espada ¡Quien sorprendido solo sintió el frío sabor del hierro en su paladar! Mientras el otro americano trata de ponerse a salvo corriendo con la maleta del dinero y los papeles cuando Apache lo alcanzó y en una férrea contención cuerpo a cuerpo ¡Logró el general mexicano terminar con su vida! Haciéndole saborear de su propia sangre el festín mortuorio.
¡Ambos generales se hicieron de prisa hacia el puerto! Ya han avisado a los alguaciles de la isla de la situación, todos corren al café del chino a saberse de lo ocurrido.
¡Ahí yacen los americanos tendidos uno de junto al otro! Una mochila amarrada con un pequeño grillete aún está en la mano de aquel que falleció al final, en un acto aún de salvaguardar abrazó la maleta con el dinero ¡Sucumbió!
Continuará…