II y último
Sergio García Ramírez lo advirtió y se convirtió en un tema recurrente en sus últimos artículos. Veamos. El Presidente anunció una serie de reformas constitucionales, bien sabe que su aprobación requiere de la mayoría en el Congreso, como no la tiene, deberá esperar a obtenerla en las próximas elecciones. El estímulo para los electores y confrontarlos así a los que se opongan a su iniciativas es la promesa de bajar la edad de 65 a 60 años la entrega de las pensiones, además que el trabajador reciba de jubilación, lo mismo que ganaba como sueldo. La propuesta legislativa del Presidente incluye el huevo de la serpiente: “La elección por voto popular de jueces, magistrados y ministros de la Corte”.
Resumo las tesis de García Ramírez respecto al tema: “El caudillo que predomina en México, ha concebido ideas preocupantes sobre los jueces, la Suprema Corte de Justicia y todo el aparato jurisdiccional. Su propósito es claro, quiere eliminar el gran contrapeso de sus pretensiones autoritarias. A ministros de la Corte, jueces y magistrados. les aguarda un largo y difícil camino, colmado de obstáculos”. El primer paso ha sido injuriarlos y menoscabar así su autoridad.
Una de las expresiones más preciosas de nuestro sistema político es la “división de poderes”. La Suprema Corte de Justicia nos permite garantizarla, es el gran factor de equilibrio entre los poderes y fuente de seguridad para los ciudadanos. “La ministra Piña, que ha debido cumplir su encomienda contra viento y marea, a despecho a las embestidas del Ejecutivo López Obrador, que es un “dinamitero, demoledor de instituciones”. Para socavarla la insulta, la difama y, finalmente, infiltra a la Corte con ministros comprometidos con él y con su partido. Arruina las libertades del individuo y los valores esenciales de nuestra “sufrida” democracia.
Ante los nombramientos de ministras de la Corte por el dedazo presidencial, García Ramírez convoca a un apoyo nacional a la Presidenta Norma Piña y refiere la siguiente reflexión histórica. En Francia le corresponde al Presidente designar a quien preside el Consejo Constitucional, en 1986 es designado el jurista Robert Badinter, cuando toma posesión le preguntan que, si por el hecho de haber servido al Presidente, empañaría su actuación frente al Consejo, Badineter responde sin vacilar: “Mi primer deber en el nuevo cargo será el “deber de ingratitud”. Sí, ingratitud, ingratitud a quien me designó, pero mi gratitud y compromiso es con la nación que aguarda justicia”.
Creo que el llamado indirecto que hace García Ramírez a las ministras carnales es optimista. El Presidente, que también designó al Ministro Juan González Alcántara, y quien en forma valiente ha votado contra iniciativas presidenciales, López Obrador no ha dudado en llamarle “traidor” y otras descalificaciones. González Alcántara, tiene una trayectoria profesional y personal inobjetable, pero ante las posible desviaciones de sus privilegiadas, no dudaría en abrirles un expediente y recordarles sus vulnerabilidades, que él bien conoce.
En relación con la iniciativa presidencial de someter a elección por voto popular, jueces magistrados y ministros de la Corte, García Ramírez advierte: “En un auténtico juez concurren virtudes eminentes: probidad sin fisura, profesionalismo, independencia e imparcialidad. Quien no las acredita, a costa de lo que sea, no merece portar la toga. El juez obedece a la ley, pero nunca —jamás— a quien pretende sustituirla por una voluntad imperial. Gran desafío de nuestro tiempo. es el poder omnímodo; el verdadero “aspiracionista”, es el Presidente, y sus “aspiraciones”, son dictatoriales. La magistratura resiste ante un poder público que pretende la subordinación de todos los poderes a uno solo: El Ejecutivo”.
La máxima acumulación del poder público, sin medida ni frontera, remontando fronteras legales y aprovechando contingencias políticas o propiciándolas, es convertir nuestra inmadura democracia en un régimen autoritario.
Es obligación del Estado preservar los derechos fundamentales de todos: no sólo de los amigos o partidarios de una facción, con agravio o injuria para los otros. Los juzgadores son súbditos de la ley, ya no del poderoso, y aplicar aquélla con probidad e independencia. García Ramírez ilustra el tema con una anécdota. Federico II, rey de Prusia, pretendió adquirir las tierras de un modesto molinero. Éste no cedió. El poderoso monarca amenazó al molinero con despojarlo de su propiedad. Pero el confiado ciudadano enfrentó al emperador, sostuvo: “Afortunadamente hay jueces en Berlín”. Éstos lo ampararían frente al rey. Así fue. Vale para Prusia en el siglo XVIII, y debe valer para México en el XXI. Los jueces constituyen la frontera inexpugnable que detiene al poderoso y ampara al ciudadano.
“Se entiende -afirma García Ramírez- que un gobernante no siempre es un “hombre de leyes”, un profesional del Derecho; puede tener otra formación. Pero no se entendería que prescindiese de la ley en el desempeño del gobierno. Si a éste llegó con la ley en la mano, debe mantenerla con firmeza y hondo compromiso”.
García Ramírez inicia sus colaboraciones periodísticas en la Revista Siempre, con lo que creo es su mensaje principal y su legado histórico. Relata la siguiente anécdota: El marqués de Croix, que nos gobernó en el siglo XVIII, tuvo la ocurrencia de acotar la vida, la palabra y las ideas de sus gobernados. Los vasallos –dijo el virrey– “han nacido para obedecer y callar, no para opinar sobre los elevados asuntos del gobierno”. Obedientes y silenciosos, los vasallos guardaron sus opiniones y orientaron su existencia. No es eso lo que hoy aceptaríamos los mexicanos, a buena distancia del virrey y de su estilo personal de gobernar”.
“México entra en una etapa difícil y trascendente de su historia republicana. Arrecian los vientos y abundan las acechanzas que generan muy severos peligros para el buen paso de la nación. En varias décadas hemos logrado progresos que conviene preservar y desarrollar, contra los que se dirige la artillería del autoritarismo amparado en una infinita ambición”.
“Hoy no haremos del silencio nuestro estilo de vida, como ordenaba el Virrey”. En estos oscuros momentos tenemos que hablar y participar, es nuestro derecho y también nuestra obligación como ciudadanos. No podemos bajar la guardia ante un Presidente que pretende erigirse en caudillo y dinamitar la división de poderes y, por lo tanto, nuestra democracia.
Sergio García Ramírez, escribió y habló, sus palabras han sido tan fuertes y sonoras, que son aún vigentes. Gracias Maestro, descanse en paz.