4 de marzo de 1845, vestíbulo previo a la toma de protesta como undécimo presidente de Estados Unidos James K. Polk.
Después de haber realizado un exhausta campaña para ser nominado como único aspirante a la vicepresidencia de Estados Unidos por la asamblea nacional demócrata, acompañando en la fórmula al neoyorquino creador del partido mismo Martin Van Buren, quien se oponía fuertemente a la expansión de la esclavitud y que el territorio de Texas fuera anexado a la unión, porque esto daba como resultado que se tenía que invadir México a como diera lugar, situación que no le apetecía, el principal sueño de Van Buren era que toda la región tuviera un libre comercio, que las fronteras fueran solo límites de negocio, no de personas.
“Ambas naciones nos podemos ayudar económicamente ante la inminente riqueza a futuro de México” exclamaba a sus cercanos.
Van Buren fue expulsado del partido que él mismo fundó y bajado de la contienda presidencial para este año, quedando James K. Polk como candidato y rotundo ganador con una de las ideas que más apetecía a los norteamericanos “Expandir el imperio y lograr anexar más territorio geográfico de México” sin olvidar que la esclavitud rendía millonarios frutos a los productores – modelo que se replicó en múltiples ocasiones por gran parte del México productivo en las relaciones laborales en textilerías en su mayoría -.
La esposa de James Polk, Sarah Childress le arregla su solapa y empuñaduras, sus mancuernas de oro macizo se han deformado con el uso y es simple de apretar un poco con una mesa para lograr su forma original, mientras le ayuda y da unos consejos – ella le escribía sus discursos- le recomienda no nombrar a Van Buren para no rehacer aquellos insultos de cuando fue expulsado.
-Recuerda James, Van Buren es un hombre querido y respetado, si se te ocurriera mencionarlos levantarás polémica, no en la toma de protesta, pero al día siguiente los periódicos te destrozarán y harán encono en que tus políticas aún duele su presencia, no lo menciones ¿Lo prometes? – mientras le arregla el cintillo.
-Pero mujer, debo recordarle por la envestidura que representa, no puedo dejar de nombrarlo.
– ¡Harás un zafarrancho político si lo haces! Por el contrario ¡Menciona que anexarás a Texas! y que buscarás por todos los medios posibles adquirir las altas Californias y Arizona, lugares estratégicos de por medio, aunque en ello nos lleve una guerra con nuestros vecinos del sur.
-Pero mujer por Dios, eso implica que parte de nuestro erario sea gastado en una guerra ¿Qué mal bien hacemos con ello? Además, estamos aún con la expansión de las políticas de esclavitud que han generado millonarias ganancias a los productores.
– ¡Recuerda que México ya abolió la esclavitud y eso es una afrenta a las políticas americanas!
James K. Polk no sabe en ocasiones que contestar, su mujer de fuertes convicciones hace una política de relaciones públicas a través de él, en ocasiones se ha sentido parte utilizado de la manera de manejar las cosas, inclusive se le ha recriminado que le deja mucho espacio para opinar en las cenas de varios políticos donde llevan a sus esposas. Varias de las cosas que dice son atinadas, de por sí, sabe demasiado de las políticas externas de varios presidentes, así que será una excelente consejera, pero él quería disfrutar su toma de protesta como presidente de una manera diferente ¡Siendo él mismo!
– ¡Recuerda James! – nuevamente le aconseja su esposa- debes siempre mantener el mentón alto cuando hagas la toma de protesta, en tus planes, porque te lo pueden preguntar ¿Quién escoges para ser el general que invadirá México?
– ¡Aún no lo tengo! Pero seguramente una vez hagamos la estrategia veremos si Zacarías Taylor me puede ayudar con eso, pero antes debo consultarlo con el partido.
– ¿Taylor? ¿No hay otro mejor? Es pendenciero, disciplinado sí, pero además que gana él con semejante encargo ¡Lo harás héroe de simples gratitudes!
– ¡Bueno mujer nadie te gusta para la invasión! Ya habrá tiempo de escoger a la persona y al fondo de quien tendrá los talantes para llevar a cabo la realidad de estas ideas expansionistas, pero lo que me apura ahora son las políticas de esclavitud, afinarlas, dejarlas claras para que no se nos levanten en armas ¡Siquiera por pensarlo me da los escalofríos! ¿Imaginas? Un país compartiendo la mesa con ellos ¡Que inverosímil!
– ¡Vamos ya es hora! Arréglate el cuello y levanta la barbilla ¡La barbilla! – le ejemplifica a él con ella misma.
28 de enero de 1847 Haciendas del Peñasco, brigada de legales ante Zacarías Taylor.
Un grupo de brigadas de batería legales que buscan darle una misiva al general Taylor ha llegado al campamento norteamericano, los centauros lucen implacables, la gallardía de la brigada hace que los soldados invasores se admiren de tal uniformidad y brillo, llevan como encomienda del serenísimo general, expresidente siete veces y comandante del Ejército del Norte, el más poderoso jamás conjuntado Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón.
El capitán primero de Taylor recibió la misiva y de semblante propio logró hacer que el daguerrotipista tomara una impresión, les dio el saludo de grado -ambos capitanes- se retiraron no sin antes causar que toda la infantería se levantara de sus lugares a observar con asombro los bridones ¡Que brillan en esplendor del cuidado extremo al que son sometidos! Una trenza hermosa tejida en la crin les hace ver más altos, las espadas relumbran de toda la brigada, estoperoles del uniforme brillan con los destellos del sol de mañana, brigadistas mexicanos saludan a los cargos iguales y a sus altos grados que miran del ejército invasor ¡Los iguales responden!
¡Respeto total antes de la cruenta batalla!
Taylor se acercó a su capitán y con voz de trueno le indicó le leyera la misiva: Estimado General Zachary Taylor Stroher – se sorprendió el general que aludiera el apellido de su madre- su Ejército ha mancillado suelo mexicano, sabedor de que usted de igual manera que como un humilde servimos a nuestra patria y usted a su presidente James K. Polk. He reservado la razón y conciencia a su corazón de llevar a cabo la retirada de sus hombres de estas tierras.
Nos anteceden siglos de lucha y libertad, que a tenor han caído todos quienes han osado mancillar nuestras tierras, montañas, mares y ríos, más allá de ultramarinos hicimos que regresara quien nos desproveyó de infinidad de lingotes de plata y oro por sustento de tres siglos ¡Vencimos! Y en esta ocasión le aseguro, no es excepción.
Más de diecinueve mil hombres le esperan en afrenta batalla en donde destrozaremos el alma, corazón y espíritu de sus soldados ante especialistas de la guerra como son todos y cada uno de mis hombres que ha peleado desde jóvenes expulsando a los enemigos.
¡Hemos forjado una nación allegada al corazón de nuestra Santa Madre María de Guadalupe!
Hemos tenido enfrentamientos entre nuestras unidades de caballería de las cuales hemos salido victoriosos por nuestros generales Torrejón y Juvera, y el general José Urrea y el general Tomás Mejía han hecho lo propio en el valle de la Encarnación. Le solicito de la forma respetuosa para su ejército el que declinen llevar la batalla a efectivos ¡Rindiéndose en este momento! Salve sea aviso alguno que libre de la sangriente muerte a la que se enfrentarán.
Firma: comandante Santa Anna.
-Vaya osadía de semejante estúpido ¡Alcanzad a la brigada legal! Decidles que no haré escrito alguno y que el mensaje es claro: ¡Llegaremos hasta la Ciudad de México! Andad – ¡Dos montas americanas salen veloces al encuentro de la brigada legal del mensaje de rendición! Al alcanzarles fueron detenidos con disparos al aire.
– ¡Parad señores! Al santo y seña – los jinetes detuvieron el galope y sin bajarse ¡Domando el bridón! Hizo seña para que se acercara el capitán.
– ¡Señor mensaje de viva voz del General Taylor a su comandante! Seguiremos avanzando a la ciudad de México ¡No pararemos! Nos medimos en batalla- se alejaron al mismo tono en el que arribaron ¡Es la respuesta que esperaban! Toda la brigada tomó hacia La Encantada, lugar donde recibiría la misiva de voz el propio Santa Anna.
Mientras la brigada legal había salido al encuentro con Taylor ya Santa Anna había acomodado a su ejército, la batería de sitio se colocó por todo el rededor del total del Ejército del Norte, buscando proteger los flancos y la retaguardia.
El presidente de México es Santa Anna y su vicepresidente es José María Valentín Gómez Farías, quien a partir del 26 de diciembre de 1846 atiende despacho, recibe información de lo que acontece por diferentes flancos en todo México, pero el que más le interesa es el de Santa Anna:
“Hoy Santa Anna exige a Taylor que se rinda, lo que sólo provoca su ira, y al negarse, se inician algunas escaramuzas para tomar posiciones y movilizar sus efectivos.”
Gómez Farías tiene una encomienda de Santa Anna para lograr obtener recursos y mantener a tan prestigiado –numeroso- ejército, primero deberá subastar, apoyado en una nueva ley, las propiedades de la Iglesia que no resultan gravadas con impuesto denominadas “manos muertas”, propiedades de casas reales y algunos predios del estado, hasta juntar quince millones de pesos.
Al darse esta ley el 13 de enero de 1847 todo el país – dejando a un lado el conflicto de invasión de los norteamericanos- se levantan en revueltas públicas y debates políticos acerca del daño que esta ley hace no solo a la Iglesia Católica, sino a todas las personas que se involucran en talleres, casas de artesanos, rentas, colegios y el menester de los religiosos que tienen por todo el país ¡En plena intervención!
Las reacciones más acaloradas se suscitan en Querétaro y Puebla, en donde el temple del regidor José María Carreto en Puebla dictaba:
“…no quiere que los bienes eclesiásticos se toquen, ni siquiera para el objeto privilegiado a que se mandan destinar los quince millones, pues esto afectaría el depósito sagrado que mantiene el culto externo, las cándidas vírgenes, el sacerdote austero, el desvalido huérfano y cuantos menesterosos la sociedad obliga”
En Querétaro el 18 y 19 de enero de 1847 se hace réplica de este manifiesto y por todas las calles se levantan proclamas por escrito y puestas en barrios y plazas con la firme intención de que esta ley se quitara ¡El pueblo arrancó las pegatinas puestas! Fue tal el zafarrancho que se armó entre liberales y los católicos que la policía tuvo que usar sus armas y matar algunos de los revoltosos.
Ese mismo día los comerciantes de la ciudad exigieron al gobernador Sabás Antonio Domínguez una urgente reunión – sabedores que él es liberal- se hizo una lista de los interesados que pidió el gobernador, mientras a su vez trata de hacerse de un pequeño ejército – por seguridad dicen sus cercanos- El gobernador Sabás sacó un decreto el 19 de enero de 1847 en donde reconoce la figura de los comerciantes que se enlistaron – a los cuales después perseguiría en una cacería frontal de quienes él siempre consideró quienes iniciaron la revuelta- estableció que al pueblo es católico y que comprendía la situación claramente, las afectaciones de todos quienes tenían una relación con la Iglesia.
“El pueblo católico es dócil y pobre, sumiso y cristiano, considera este gobierno al 18 de enero de 1847 como un ¡Día triste y lamentable de fatales consecuencias para la patria!” El ayuntamiento dirigido por Don Vicente Domínguez hizo su propia petición -debido a que alcanzar una audiencia con el gobernador es imposible para cualquier persona, incluyéndolo- porque el decreto del gobernador no lo quiso firmar ni el secretario ni el alguacil, en el punto dos se le exige al gobernador que calme las efervescencias.
¡No lo hizo!
La ciudad se sublevó y comenzaron de nuevo los zafarranchos entre conservadores y liberales, pero ahora sí ¡Ya todos armados! Porque se corrió la voz que el gobernador estaba armando un ejército.
Continuará…