Medio centenar de jóvenes se reúnen en la ex hacienda de San José del Carmen en el municipio de Salvatierra Guanajuato. Se toman una foto y a darle a la piñata y el baile. Es una posada tradicional. A ella acuden otros que no han sido invitados y bailan con algunas muchachas. Los invitados los expulsan. Pero más tarde regresan armados hasta los dientes con sus ‘cuernos de chivo’. Quien los comanda grita, despiadado, “mátenlos a todos”. Asesinan a once y hieren a catorce; los depredadores son, al parecer, miembros de un cartel local. Días antes, esos mismos criminales habían asesinado a funcionarios municipales. En esa zona descubren también una fosa clandestina con 79 cuerpos.
Enterado López Obrador, deshaciéndose de su responsabilidad, culpa a las víctimas y los vincula al consumo de drogas. Una hipótesis delirante. A Amlo nada le conmueve. Ninguna condolencia para las familias que al día siguiente caminan rumbo al cementerio con flores en mano para enterrar a sus muertos.
Sin duda, Guanajuato es una de las entidades más violentas de este país nuestro, Salvatierra es una señal de alarma. Un legado macabro de su cuarta transformación, o mejor dicho, una transformación de cuarta, donde domina el crimen organizado en total impunidad. Recordemos que ahí mismo en Guanajuato aún está fresco en nuestra memoria el asesinato de una centena de internos en un internado de Irapuato.
Y no hay masacres. Eso afirma con todo cinismo quien ‘desgobierna’ a México desde Palacio Nacional.