POR: SERGIO A. VENEGAS ALARCÓN
A 60 años de fallecido, el recuerdo de Pedro Infante está fresco en la memoria de la queretanísima Carmela Perusquía Alcocer, a quien cantaba y consentía, atraído por sus hermanas, hijas todas del diputado constituyente Ernesto Perusquía Layseca.
Era frecuente que el mayor ídolo de México llegara al Hotel Relox, propiedad de la familia del también ex gobernador, en donde hacían largas tertulias.
Todo comenzó en un baile en el ya desparecido Casino de las calles de Madero, en el Centro Histórico de Querétaro, en donde el protagonista de Pepe El Toro conoció a algunas de las Perusquía, las chicas más bonitas de la región: Cristina, Bertha, Susana, Lucero y Rita.
Sólo faltaba la más fan de sus fans, Carmela, una niña de 9 años que veía sus películas y conocía todas sus canciones.
De ella le hablaron a Infante, invitándolo a visitar el balneario cuando tuviera tiempo, a lo que –claro- accedió de inmediato. Mañana mismo llego a almorzar, les dijo, pero que haya abundante comida porque no bebo y soy muy comelón.
Dicho y hecho. Al día siguiente ahí estaba, causando gran impacto entre los tequisquiapenses y visitantes.
Doña Lola, la viuda del constituyente no daba crédito, pero dispuso pronto un desayuno a base de chilaquiles y jugo de naranja. Apenas el principio porque el ganador del Oso de Plata en Moscú (por Tizoc) se quedaría a comer.
Y, bueno, hasta hubo cantada.
Gabriel Ballesteros Negrete, amigo de la familia, se encargó de conseguir la guitarra.
Carmela lo platica aún con emoción frente a esa fotografía en la que Pedro la abraza junto a la alberca, de ajustada playera y jeans, cantándole –evoca- aquella de “Mírame, mírame, quiéreme, quiéreme morenita”.
La verdad, apunta, es que hacía dúos buenísimos con Susana, recuerda la menor de las Perusquía.
Esa sería la primera de muchas visitas de Pedro Infante al Relox, convertido en gran amigo de la familia.
Doña Carmela nos comparte varias fotografías de esas incursiones, especialmente una en la que está él con Cristina, Bertha, Susana, Lucero y Rita, acompañados del doctor José Alcocer Pozo, que hacía ahí su servicio medico, además del novillero Antonio Gómez y el arquitecto Jesús Hamenken.
Y otra más con la hijita del administrador del hotel, Luz María Herrera, hoy suegra de Roberto Loyola Vera, mamá de Lucy Hubert.
“Pedro era cantador, encantador, simpático y bromista. Decía que yo le recordaba la Tucita” comenta, aunque el interés real del cantante –confiesa Carmela- era Rita, con quien quería salir y uno hubo permiso, a pesar de que decía ya estar separado de su esposa y doña Lola le había tomado mucho cariño.
El caso es que Pedro se ausentó. Hasta que un día, el 15 de abril de 1957, hace 60 años, supieron la noticia de su muerte, “a eso de las tres de la tarde”.
Lo sintieron mucho en Tequisquiapan, como en el resto de México y países de habla hispana.
“Era maravilloso” recuerda con emoción Carmela, aunque en rigor a ella quien le encanta es Enrique Peña Nieto “y muchos no me lo perdonan, pero qué quieres, es la verdad”.
Al Relox iban muchos personajes, de la política y del medio artístico, como Lola Beltrán, Juan Legido, el de los Churumbeles de España, y hasta Lupita Dalessio. Nada que impresionara en Tequisquiapan, a donde llegaban los presidentes de México, como Venustiano Carranza, testigo en la boda del constituyente Ernesto Perusquía con Dolores Alcocer.
De todo ello da fe la última de sus hijas y una de las tres sobrevivientes, junto con Lola y Dinora.
Muchos gratos recuerdos le quedan solamente del hotel y balneario porque lo vendieron al grupo empresarial de los Escobar y Viñals.
Carmela vive y convalece en su casa de la capital queretana, en donde le visitan sus amigos y amigos de sus hijos, como el secretario de Agricultura, José Calzada, heredero de la amistad de su padre, Antonio Calzada, con las Perusquía.
-Nos quiere mucho, dice orgullosa en esta tarde de sábado, en la que hablamos de muchas cosas, pero sobre todo del recuerdo entrañable del ídolo, Pedro Infante, que en sus palabras, era cantador y encantador.