Desde el 30 de noviembre —y hasta el 12 de diciembre de 2023—, se celebra en los Emiratos Árabes Unidos la vigésima octava Conferencia de las Partes (COP28) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Las y los líderes internacionales se reúnen como cada año para revisar los objetivos alcanzados y profundizar sus compromisos en materia de combate al cambio climático, la reducción de emisiones de carbono y, por supuesto, la transición energética, entre otros tantos asuntos. El país anfitrión determinó cuatro pilares por atender en estas reuniones: acelerar la transición energética; aumentar el financiamiento climático; adaptación y resiliencia climática, e inclusividad.
En el encuentro se discuten los resultados del primer balance global para medir el progreso sobre los objetivos establecidos en el Acuerdo de París de la COP21. El artículo 14 de tal disposición internacional señala que la COP realizará periódicamente un balance de la aplicación del texto —de ahí las reuniones anuales—, pero también estipula la realización de un primer balance en 2023 para revisar los avances a mediano plazo.
Por tanto, el 8 de septiembre pasado se publicó el informe sobre los avances colectivos y las principales áreas en que “deben tomarse medidas para subsanar carencias y abordar las dificultades y los obstáculos detectados en la aplicación del Acuerdo de París”. En el texto, el grupo de personas expertas afirman que en general el cumplimiento de las obligaciones internacionales “no va por buen camino”.
La COP28 se celebra en el mismo año en que se alcanzaron niveles históricos de calor en todo el planeta y se reportaron desastres climáticos extremos. Específicamente, en septiembre de 2023 se produjo el mayor salto en las temperaturas medias mundiales jamás registrado. Incluso, el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), herramienta de la Unión Europea, que informa sobre las variaciones de la temperatura global, la cobertura de hielo marino y las variables hidrológicas, notificó que el pasado noviembre fue el más cálido desde que hay registros en todo el mundo. Anteriormente, noviembre de 2020 mantenía el récord de temperatura más alta.
Aunque el movimiento negacionista creció en los últimos años, de acuerdo con personas expertas en el tema, principalmente a través de la construcción de relatos con información inexacta o teorías conspirativas que se difunden mayormente por internet, son evidentes los impactos en todo el mundo, incluido México.
El caso más reciente ocurrió en Acapulco hace un mes. “En tan solo 12 horas el huracán Otis pasó de ser una tormenta tropical a un huracán categoría 5, algo solo visto en la historia en 2015 con el huracán Patricia”, afirma Forbes en una de sus notas sobre el caso. “Un escenario de pesadilla para el sur de México. Otis se ha intensificado explosivamente durante las últimas 24 horas, una marca solo superada en tiempos modernos por el huracán Patricia en 2015”, concluyó el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos. Ambas afirmaciones son muestras claras de la anomalía que representó el fenómeno natural.
Por los efectos negativos sobre nuestro territorio y la responsabilidad compartida con el resto del mundo, en México mantenemos nuestra atención en las posibles soluciones a los retos climáticos, con plena disposición a cooperar para reducir los efectos del calentamiento global, desde una perspectiva justa y considerando las características locales de cada país.
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