Nallely Hernandez
A partir de 2024, unos 9 millones de trabajadores se verán beneficiados por el incremento al salario mínimo que se fijará en poco más de 7 mil 500 pesos mensuales, sin embargo, cubrir las necesidades de los 24 productos incluidos en la canasta básica es un gasto que “se come” al menos 30 por ciento de los ingresos de los trabajadores, y hasta 50 por ciento entre los salarios más bajos en México.
Con datos a octubre de este año, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) estableció el valor de la canasta básica alimentaria en 2 mil 225 pesos mensuales por persona, con lo que tomando de referencia el próximo aumento salarial, cada asalariado destinaría el 30 por ciento de su ingreso sólo para adquirir productos básicos como huevo, tortilla, papel higiénico, jabón de tocador, entre otros.
Sin embargo, datos de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), al cierre de noviembre, establecieron que el consumo semanal de una familia de cuatro habitantes en la zona centro del País implicó un gasto entre 740 pesos y hasta mil 23 pesos, con lo que tomando como referencia el menor precio, una familia requiere por lo menos 2 mil 960 pesos al mes para cubrir la canasta básica, es decir, casi el 40 por ciento del ingreso de una sola persona se debe destinar a la compra de comida.
Jesús Carrillo, director de Economía sostenible en el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), explicó que a menor ingreso, mayor es la proporción que se debe destinar a la adquisición de alimentos, lo cual incide en reducir el gasto en otras áreas como educación o entretenimiento.
“El principal gasto de las familias de menos ingresos es destinado a los alimentos, el primer y segundo decil (los ingresos más bajos) destinan más o menos la mitad de su ingreso a alimentos, bebidas y tabaco, que es como está contemplado el índice de consumo. Muy distinto a cómo consumen en el decil más alto, el 10 por ciento del ingreso más elevado, que gasta únicamente 28 por ciento de sus ingresos en alimentos”, explicó.
Detalló que, si bien un mayor ingreso entre los trabajadores es positivo y en general la política salarial del Sexenio ha aumentado los ingresos, en la compra de alimentos la canasta básica sólo debe tomarse como un indicador de pobreza, pero normalmente las familias consumen otro tipo de productos, por lo que la inflación en alimentos tiene diferentes efectos según la entrada de dinero.
“En este segmento de alimentos y bebidas sí podemos observar que posiblemente sí se puedan adquirir más de algunos bienes, pero no necesariamente de todos, lo que está llegando cada mes por el incremento al salario mínimo no se va ir todo a alimentos. Probablemente sí alcance para más tortillas de maíz, pero no para más carne, ahí habrá efecto diferenciados”, aseguró.