La canción popular mexicana es diversidad de géneros, estilos, historias, melodías, ritmos, producto del talento de creadores, recreadores, difusores, promotores, que, en diversos momentos, su tarea ha logrado que las obras logren fusionarse con el gusto masivo, convirtiéndolas, en la expresión estética de mayor poder de comunicación colectiva. Todos los participantes son fundamentales, sin embargo, hay figuras que marcan una época, un momento de la historia emocional de los mexicanos que: “Con dinero y sin dinero/ Yo hago siempre lo que quiero/ y mi palabra es la ley. / no tengo trono ni reina/ ni nadie que me comprenda/ ¡pero sigo siendo el Rey.”.
El veintitrés de noviembre de 1973, en la ciudad de México, falleció a la edad de 47 años, José Alfredo Jiménez Sandoval, que junto con Agustín Lara; Consuelo Velázquez; Alberto Aguilera -Juan Gabriel-, por citar algunos nombres de los creadores que aportaron al catálogo nacional, canciones que impactaron en el territorio nacional y más allá de las fronteras, y que ocupan un lugar especial n la memoria canora. “Fello” como le llamaban cariñosamente sus cercanos, nació en la histórica Dolores Hidalgo, Gto. el diecinueve de enero de 1926- otras versiones señalan 1925-, sus principales biógrafos señalan que, a temprana edad, inicio su tarea de compositor y cantor, cantando melodías y textos de la que Alberto Ángel el Cuervo llamó: “Canción tradicional mexicana” y que se difundían de manera oral en la provincia guanajuatense. La vigencia, permanencia y comunicación, del canto popular, dependía de la memoria sonora y de la voz popular autentica; esas fueron las raíces musicales del creador de canciones, que años después serían, expresión de todos.
La Canción Ranchera, es un estilo musical, no género, con gran arraigo; en ella convergen boleros, huapangos, vals, corridos, baladas; cantos anónimos o con autorías de famoso, tal y tal; una de las características principales de sus hacedores; consiste en que son originarios de todos los rumbos del país; que fusionan acentos y formas de versificación locales, a líneas melódicas y ritmos cantables con instrumentos musicales o sin ellos. La diversidad de elementos que le dan vida, son su esencia.
“Fello” llegó a radicar en la capital del País; a la muerte de su padre Agustín Jiménez, la familia encabezada por doña Carmen Sandoval, tomó la decisión de buscar nuevos horizontes donde desarrollarse; y fue en la antigua Tenochtitlán, donde desembarcó desempeñando diferentes labores: portero de un equipo de futbol; mesero en el restaurante “La Sirenita de oro” de Santa María la Rivera”; integrante del Trío Los Rebeldes. La canción “Yo”, en la voz de Andrés Huesca, más tarde de Pedro Infante, ganó popularidad, es el inicio de su vibrante camino que continuo con: Me cansé de rogarle/ me cansé de decirle que yo sin ella/ de pena muero. / Ya no quiso escucharme/ si sus labios se abrieron fue pa´ decirme/ Ya no te quiero” fragmento “Ella”. JAJ.
Su encuentro con Rubén Fuentes Gasón, permitió que su labor creativa se enriqueciera al incorporar componentes armónicos que necesitaba su oficio de creador, a la vez que fue ganando prestigio como intérprete, lo que lo llevó a presentarse en distintos escenarios; dejó grabadas producciones discográficas con su voz en Compañías disqueras internacionales; su imagen como compositor creció con fuerza, alcanzando su repertorio la cifra de más de doscientas canciones, que cantantes nacionales y algunos internacionales, junto a anónimos y aplaudidos; las interpretan dotándolas de sonoridad y emoción. Porque: “Y si quieren saber de mi pasado/ es preciso decir otra mentira/ les diré que llegué de un mundo raro. / Que no sé del dolor/ que triunfe en el Amor/ y que nunca he llorado.” Fragmento: “Un mundo raro”. JAJ
Otro ingrediente de la canción ranchera en sus momentos creativos es la bohemia; el convivir con iguales; con melómano;, con un buen trago, alegrías, desamores, historias diferentes y sentimientos individuales o plurales, fortalecen sus temáticas, sus puentes de comunicación, entonces es lógico que se vean reflejadas estas situaciones en las letras de las canciones del estilo, porque: “ Nada me han enseñado los años/ siempre caigo en los mismo errores/ otra vez a brindar con extraños/ y a llorar por los mismos dolores. Fragmento “En el último trago” JAJ. Los amores del originario de Dolores Hidalgo han sido y son motivo de crónicas, reportajes, chismes, que los han convertido en leyendas populares que algunos tratan de imitar o en rumores que se dispersan en consejas y fabulas. Carlos Monsiváis escribió en: Les diré que llegue de un mundo raro: “Paulatinamente la dimensión oculta o minimizada de la obra de José Alfredo resulta la mas favorecida, y el vocero de la lírica cantinera se vuelve el poeta de la desolación marginal, poeta porque algunas líneas de sus canciones le funcionan (al oyente) como poesía, le iluminan seres, situaciones y secuencias personales. Poesía popular la de José Alfredo porque las frases llenas de sentimiento que utiliza, hacen que uno quede bien consigo mismo, gama de iluminaciones que a falta de otro nombre reciben el de filosofía de la vida.”
A partir de los 70s como he comentado en otros textos, trabajé en la industria editorial de la música; en mi paso por INTERSONG, que dirigía el inolvidable director de la Orquesta de Marina, Alfonso García Santillana, tuve la oportunidad de convivir con su asistente Benjamín Rábago, que había desempeñado esta misma labor con el que hoy conmemoramos 50 años de su final; Rábago fue chofer del mítico auto blanco, que en un corrido se convirtió en caballo y con el cual recorrieron a lo largo y ancho México; “Benja” como afectivamente le llamábamos sus amigos, estaba lleno de vivencias y recuerdos de esta etapa. Fue hasta el final de Jiménez, su fiel escudero y testigo de cómo la cirrosis fue terminando con el tiempo y talento del compositor e intérprete; entre lo que platicaba, recuerdo que, como muestra del ingenio de “Fello, quien” ya con la gravedad de la enfermedad diagnosticada, los galenos le prohibieron cualquier cercanía con el whisky que le gustaba, solicitó al asistente que le llevara botellas con refresco de uva; a las cuales había que desechar una parte y rellenarla con la bebida etílica que fue su compañera hasta su partida. Prudente y obediente llevó a cabo la tarea y señalaba que conciente del daño que se causaba, solo decía: “Tengo cultura alcohólica y una sed de los mil diablos que atrapa mi garganta”; Charlaba sobre las mujeres que lo marcaron: Paloma, Mary Medel, Alicia Juárez, habitantes del corazón del grandísimo guanajuatense: “Le dejaron amores, familia (Paloma, Mary) y temas músico literario que cantó con el corazón en la voz”.
En lo alto de la Sierra bajacaliforniana La Rumorosa, en el tercer milenio se develó una escultura sobre el mitológico equino que ha cabalgado sin descanso en la canción mexicana; en la inauguración de la estatua ecuestre, las autoridades del Municipio de Mexicali. B.C., junto a personalidades de la cultura popular se hicieron presentes. En mis constantes recorridos por esta región del norte paso cerca de ella y después de mirarla, balbuceo como sincero homenaje: “Llegó hasta Hermosillo/ siguió pa´ Caborca/ y por Mexicali sintió que moría/ subió paso a paso por la Rumorosa, / llegando a Tijuana con la luz del día. / cumplida su hazaña, se fue a Rosarito/ y no quiso echarse hasta ver Ensenada/ y este fue el corrido del caballo blanco/ que salió un domingo de Guadalajara.” Benjamín le ponía el epilogo, al señalar que en la ciudad puerto; el auto caballo, agotado y enfermo, se echo pacientemente a esperar un mecánico que lo volviera a hacer caminar; decía que al reconocer el mecánico la identidad del cliente. Solo le dijo: “Usted es el inmortal José Alfredo, es un honor serle útil, ya que canto sus temas y no sabe como me han curado penas y sinsabores románticos, por lo tanto, los honorarios por mi trabajo no existen y solo un favor le pido. Que brinde conmigo por su talento y los amores. Los vasos chocaron en el aire, a salud del canto y la vida.” Medio siglo ha pasado de la partida de uno de los mayores cantores de México. José Alfredo Jiménez, Nosotros lo seguimos cantando.