Gustavo Alcocer
Faltan sólo 200 días para que se cumpla el plazo para poder evaluar el impacto de OTIS al Puerto de Acapulco; de acuerdo con la “Declaratoria de Desastre Natural por la ocurrencia de lluvia severa, vientos fuertes, inundación fluvial y pluvial el 24 y 25 de octubre de 2023 en 47 municipios del Estado de Guerrero”, publicada con fecha 2 de noviembre, incluyendo los municipios de Acapulco y Chilpancingo; sin embargo, al día siguiente se modifica y sólo dos fueron los municipios atendidos en esta Declaratoria de Zona de Desastre Natural, quedando Acapulco y Coyuca de Benítez. La que por cierto por una “opinión” de la Secretaría de Protección Civil quedó sin efecto el 9 de noviembre; violando los protocolos y términos para levantar la Declaratoria.
De acuerdo con Médicos sin Fronteras, el paso del huracán OTIS, presenta una situación de “alta en necesidades médicas y humanitarias”. En donde de acuerdo con su informe del 8 de noviembre, describen la situación así: “El desastre natural dejó decenas de personas muertas y desaparecidas, y causó graves daños a la infraestructura de la región. Cientos de miles de personas perdieron sus hogares y tienen acceso limitado al agua potable, saneamiento, alimentación y atención en salud.”
Probablemente la información que se vaya presentando recrudezca no solo el impacto del huracán, sino la condición social de población afectada, en la que habrá la tendencia de dos narrativas enconadas. Una, con el enfoque de minimizar o borrar el desastre, legitimando sus intervenciones como cumplidas exitosamente, descalificando o neutralizando toda acción, opinión e información ajena a su propia narrativa, e incorporando otros temas circenses que desvíen la atención a este desastre. Por otro lado, será mantener la comunicación de los diversos hallazgos, evidencias para sensibilizar a la opinión pública la situación social, la incapacidad de los gobiernos, así como calificar la intervención humanitaria de las ONG´s, con mayor responsabilidad y compromiso.
Esta situación nos proyecta dos escenarios en la apuesta de los ciudadanos; El primero es apostarle a la forma tradicional de tener una sociedad pasiva apática, miedosa, oportunista, adaptativa y particularmente “sin memoria”. La que se alimenta de dos variables; El intangible, en la simulación de una realidad, que es explicada y conducida generalmente mediante el paternalismo gubernamental, el cual resolverá sus problemas, los que, por cierto, se han acumulado históricamente, haciéndose cada día más complejos y distantes a sus deseos. Creyendo en una esperanza que nunca llega, y particularmente se mantiene en “la lógica del rezago permanente”, atrapando su futuro en una actitud conformista, satisfaciendo su frustración en una narrativa de esos valores que legitiman el discurso, mediante la comparativa, con el pasado, o con actores, que han sido peores; nutriendo la polarización social y política, pretendiendo desdibujar su realidad y fuerza social del guerrerense. Y la segunda con el tangible de su pobreza, a través de un “sistema de programas sociales que garantizan reproducir la dependencia asistencialista”, orientados a la meritocracia gubernamental, e incrementando la dependencia económica en términos de supervivencia. O también en la “tolerancia de actividades económicas, formas de poder y violencia”. Este escenario obedece a la política histórica de los gobiernos en México, lo que importa es la reciprocidad de tu voto a quien te ha dado su apoyo.
El Segundo escenario, podría ser la tendencia en propiciar un cambio sustantivo y de fondo, que se procese mesuradamente. En donde su intangible será la revalorización del capital humano y social; en sus formas de organización, participación y movilización; en la reinterpretación del valor de lo público en sus expresiones de apropiación de su patrimonio en forma responsable, consientes a sus derechos y obligaciones. En suma, “el inicio de una nueva cultura de lo público”. Condición que propiciaría el empoderamiento de la población, en forma madura, planeando y desarrollando una infraestructura basada en valores, sostenibilidad de sus procesos en los servicios públicos e innovación y diversificación de su economía, alianzas estratégicas para dar certidumbre al destino turístico con competitividad global, una agenda sostenible y eficaz que atienda el proceso del cambio climático y particularmente su proyecto de calidad de vida de la población. Este escenario crea una gobernanza con identidad propia para plantearse y resolver los problemas públicos de manera libre, responsable y autogestora.
El tangible de este escenario se puede presentar con mayor diversidad y formas innovadoras para satisfacer con certidumbre sus demandas económicas. Sin embargo, habrá que reconocer que será un trabajo mucho más comprometido, responsable, y difícil, porque se romperá con muchos vicios que generan una gran competencia con las formas históricas del control en los programas sociales. Habrá que reinterpretarlos hacerlos más cercanos e integrales, manteniendo la responsabilidad de la asistencia pública, la eficacia de la coordinación institucional; propiciando nuevas maneras de organización económica, tanto para el consumo, como la producción de sus bienes y servicios; especialmente, generar las sinergias con otros actores maduros claves de la economía, para desdoblar su capacidad para apoyar las nobles causas de solidaridad y residencia, con visión de futuro.
Este escenario se ha observado a nivel mundial en las metrópolis más exitosas, que han sido víctimas en su momento de situaciones críticas pero tuvieron la valentía y capacidad de cambiar y generar con el tiempo, la solidez en su nivel calidad de vida, competitividad económica, desarrollo sostenible, por citar algunas variables, como es el caso Bilbao o Barcelona en España, Copenhague en Dinamarca, Las ciudades chinas en la delta del río Zhujiang, Bangalore en la India, Auckland en Nueva Zelanda, Durban en Sudáfrica, Medellín en Colombia, por citar una metrópoli alrededor del planeta. Confirmando que “el epicentro del cambio no está en el gobierno, es un tema cultural y de valores desde la ciudadanía organizada”.
Acapulco podría ser el preludio de estos modelos de desarrollo, en los destinos turísticos de playa, con las pésimas condiciones sociales, económicas, culturales, políticas y territoriales que hemos comentado en artículos anteriores. En donde los fenómenos ambientales, incrementan la amenaza y vulnerabilidad como desastres naturales.
Recordemos que desafortunadamente cuando corre el desastre por las debilidades humanas, es arena de oportunistas para lucrar con el dolor y la desesperación.