En nuestra última columna, contemplamos el horizonte de posibilidades que se abrían ante el prometedor saneamiento del Río Querétaro. Hoy, ese futuro se ha vuelto una realidad con el arranque de la primera etapa del proyecto de saneamiento alternativo del tramo presa del Diablo – Colonia Calesa, un tramo que encarna ahora la esperanza y la acción concreta.
El avance que presenciamos es tanto técnico como simbólico. Con la instalación de seis retardadores de flujo—ingeniosas estructuras de piedra que regulan el ritmo del río y potencian la vida microbiana benéfica—hemos alcanzado un hito: la mitad del camino hacia un sistema fluvial más oxigenado, vivo y diverso. Este es el cincelado fino de un nuevo ecosistema, uno que responde con resiliencia ante las crecidas y protege sus riberas con la sabiduría que solo la naturaleza puede inspirar.
Mirando hacia adelante, el proyecto sigue su curso, no solo en la materialización de infraestructura, sino en el tejido de una comunidad en torno al agua. Continuamos con la aplicación de prácticas biotecnológicas, el mantenimiento constante y la esencial labor de vincular corazón y mente de la sociedad con el fluir del río.
El llamado es claro y resonante: el agua, principio de toda vida, no debe ser un punto de fricción, sino un cauce que nos une. En un momento en que la polarización tiende a secar los puentes de entendimiento, Querétaro, con su río en renacimiento, se alza como un símbolo de unión y conciencia colectiva. El Consejo Consultivo del Agua, respaldada por un consorcio sin precedentes de actores académicos, técnicos y expertos, ejemplifica esta sinergia, enfocándose no en la división, sino en la suma de voluntades para que el derecho humano al agua se mantenga firme y claro.
El mensaje que llevamos a las calles, a las casas, a las aulas, es inequívoco: estamos poniendo manos a la obra para construir un modelo de gestión del agua que no solo sobreviva, sino prospere frente a los desafíos del clima y la urbanización. Querétaro está dando pasos firmes para convertirse en el referente latinoamericano de un río urbano saneado y, con ello, redefinir la cultura hídrica en nuestro estado.
La resiliencia hídrica no es una meta lejana; es una realidad que se está construyendo con cada piedra colocada en el lecho de nuestro río, con cada conversación sobre el agua que fluye en nuestras mesas, y con cada decisión política que prioriza la sustentabilidad sobre el cortoplacismo. Querétaro está en movimiento, fluyendo hacia el mañana con la certeza de que el agua, más que un recurso, es la promesa de un futuro próspero y armónico.