Ya deberíamos estar acostumbrados. Los periodistas de oficio (cada vez somos menos) hemos escuchado a lo largo de los años (53 en mi caso), la misma cantaleta: prensa vendida, periodistas chayoteros, mendaces, falsarios, venales; periódicos amarillistas, televisión de manipuladores y merolicos de alquiler. Nada es nuevo. Pero ahora es directo y frecuente.
La diferencia actual es la globalización de la censura contra la expresión publica y publicada, en tanto los medios han proliferado (y degradado) su presencia sobre todo por la desinformación crónica de las redes sociales, algunas de las cuales operan con inteligencia artificial (a falta de la otra), y multiplican falsedades o mensajes inductivos, a través de las granjas robóticas de multiplicación infinita de las patrañas. En este tema vale la pena el libro de Ana María Olabuenaga sobre los linchamientos digitales.
Hasta en sociedades con tradición y prestigio democrático se han presentado casos de acoso asedio, censura, hostilidad y combate a los medios de información. Es el caso de Costa Rica, la llamada (perdón por el lugar común, tan común), Suiza de América.
Las cosas allá han llegado a un punto extremo, como nos podemos dar cuenta con esta información de hace algunos meses:
“San José, 23 mayo., (EFE). – La Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica condenó este martes las ofensas emitidas por el presidente del país, Rodrigo Chaves, hacia un periodista en una conferencia de prensa, y las calificó como una lesión a la libertad de prensa.
“Las conferencias de prensa, en especial las televisadas, han resultado de gran utilidad para los Estados democráticos, no obstante, la utilización de un lenguaje irrespetuoso y ofensivo contra los periodistas constituye una lesión a la libertad de prensa, de ahí que por unanimidad los magistrados declararon parcialmente con lugar el recurso de amparo únicamente para efectos indemnizatorios”, indica la resolución de la Sala Constitucional.
“El recurso de amparo fue presentado por el periodista del medio digital “CRHoy”, Jason Ureña, a quien en la conferencia del 9 de enero pasado el presidente llamó “maldito”, “canalla” y “sicario político” por publicar información acerca de pagos que la entonces ministra de Salud, Joselyn Chacón, habría hecho a un trol de redes sociales para desprestigiar periodistas…”
Como se ve muchas cosas se parecen cuando la política se envilece. Y peor cuando esa vileza proviene del poder mismo. Hoy no tiene caso repetir aquí los sucesos recientes en materia de asedio gubernamental contra los medios. El presidente de México lo hace de manera sistemática, aun cuando cada y cuando le es posible, se ufana de su escrupuloso respeto a la libre expresión, sin haber censurado jamás a alguien. No hace falta.
El ataque desde el poder y la descalificación son como gotas de agua constante: terminan por horadar la piedra.
Y es verdad, a nadie se le ha impedido el ejercicio profesional, pero tampoco se le ha reconocido legitimidad: todo es obra de la complicidad con los poderosos desplazados del reparto de los bienes públicos y la influencia política; son maniobras canallas de los dueños de medios, son expresiones en favor del viejo régimen de corrupción y privilegios (como si lo de hoy no fuera suficiente).
Eso es suficiente para inhibir los actos profesionales y teñirlos de temor ante la posibilidad represora. Y cuando se le agregan los extractos de búsquedas fiscales y la divulgación de datos de propiedad o situación bancaria, no hace falta mucho para sentir temor.
También es cierta la poca diligencia con la cual se atienden los casos de periodistas acribillados o asesinados durante su responsabilidad en el ejercicio del poder.
Nadie sabe hasta ahora (al menos no públicamente)quién fue el autor intelectual del intento de homicidio contra Ciro Gómez Leyva; por citar sólo un caso de reciente notoriedad. Antes de indagar, el presidente sugirió un autoatentado o un crimen cuya finalidad no era acallar una voz, sino desprestigiar a su gobierno. Lo importante no es una vida humana sino su imagen personal.
Pero volvamos al caso tico.
Los excesos del presidente Chaves quien extrañamente no se llama Hugo, sino Rodrigo, merecieron la censura de varios expresidentes de ese país, entre ellos el muy prestigioso Oscar Arias, Premio Nobel de la Paz.
Y contra ellos se volvió iracundo:
“El presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves, acusó este martes (25.07.2023) a varios exmandatarios del país de “escupir la bandera” y de “degradar el honor de la patria” por haber firmado una declaración de la Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA) que denuncia ataques a la prensa en el continente.
“Me parece una falta de patriotismo enorme que en el mismo documento cinco expresidentes de la República, que tienen una reputación ya establecida ante los ojos del país, comparen a Costa Rica con Cuba, Nicaragua y Venezuela en términos de la libertad de prensa; eso es escupir la bandera, es escupir el pabellón nacional”, expresó Chaves a periodistas durante una gira por la provincia de Guanacaste.
Los expresidentes Óscar Arias (1984-1990 y 2006-2010), Rafael Ángel Calderón (1994-1998), Miguel Ángel Rodríguez (1998-2002) y Luis Guillermo Solís (2014-2018) firmaron la declaración de IDEA publicada el 24 de julio, en la que 25 exmandatarios de Iberoamérica alertaron sobre los ataques a la prensa en la región”.
Pero los periodistas sobreviviremos sea como sea. No importa si nuestra labor causa irritación. Quizá eso demuestre su eficacia, aunque debamos leer este trozo de Plutarco en sus “Vidas paralelas”:
«El primer mensajero que dio la noticia sobre la llegada de Lúculo (67.ac.) estuvo tan lejos de complacer a Tigranes que éste le cortó la cabeza por sus informes; y entonces ningún hombre se atrevió a llevar más información, y sin ninguna inteligencia disponible, Tigranes se sentó mientras la guerra crecía a su alrededor, dando oído sólo a aquellos que lo halagaran…».
Ese es el destino de quien sólo escucha la voz melosa de los incondicionales.
El misio Plutarco dice: “un líder, al ser una persona con una alta autoestima, es el primer adulador de sí mismo. Y no desdeña que otros confirmen el buen juicio que tiene de sí…”
“…El abuso de la grandeza, viene cuando se separa la clemencia del poder. A decir verdad, nunca he visto (“Julio César”, de William Shakespeare) que las pasiones de César dominasen más que su razón; pero es cosa sabida que la humildad es una escala para la ambición incipiente, desde la cual vuelve el rostro el trepador; quien, una vez en el peldaño más alto, da entonces la espalda a la escala, tiende la vista a las nubes y desdeña los humildes escalones que le encumbraron…”
En ese mismo drama César dice algo frecuente en los hombres del poder: el temor a la inteligencia ajena. Los hombres con pensamientos propios resultan peligrosos.
CÉSAR. — ¡Antonio!qq
ANTONIO. — ¿César?
CÉSAR. — Rodéame de hombres gruesos, de poca cabeza y que de noche duerman bien. He allí a Casio, con su figura extenuada y hambrienta. ¡Piensa demasiado! ¡Semejantes hombres son peligrosos!”.
Lo demás, ya lo sabemos todos.