SEQUIA SEVERA definitivamente una realidad que ya nadie puede ignorar, un padecimiento que está provocando que prácticamente el 87% del territorio nacional esté sufriendo a causa de ello, colocando a Querétaro frente a un panorama desolador en el mismo sentido, hoy las cosechas están a la mitad, las presas operan con un porcentaje mínimo y estamos viviendo el año en el que menos ha llovido. Nos estamos quedando secos.
Vivimos tiempos en que el agua, ese elemento primordial que siempre consideramos inagotable, se esfuma frente a nosotros. Aunque la sequía y el cambio climático son problemas que enfrentan naciones de todo el mundo, la magnitud con la que azota a nuestro territorio es testimonio de una crisis cercana y apremiante. Este escenario compromete múltiples sectores de los que dependemos como sociedad. El sector agroalimentario que es el pilar que sostiene nuestra seguridad alimentaria. Las sequías repercuten directamente en la capacidad de producir alimentos. Las cosechas reducidas no solo significan pérdidas económicas para los agricultores, sino también precios más elevados para los consumidores y un riesgo real de desabasto. El sector de salud pública, ya que una disminución en la disponibilidad del agua puede llevar a condiciones insalubres, proliferación de enfermedades y, en última instancia, una mayor presión sobre nuestros sistemas de salud ya de por sí saturados. Por otro lado, el sector ambiental; los sistemas acuáticos son fuentes de recursos y corredores biológicos, y hoy la sequía amenaza la vida de innumerables especies provocando desequilibrios que repercuten en la en la salud del ecosistema en su totalidad.
En términos claros y directos, la base de nuestro desarrollo y bienestar nacional se ve amenazada por la disminución de nuestro recurso hídrico vital. Las cifras no mienten: las cosechas se han reducido a la mitad, las presas operan con niveles alarmantemente bajos y enfrentamos este 2023 como el año en el que menos ha llovido, en los últimos 10 años.
A nivel nacional, el panorama es aun más duro. Tomemos como referencia el Sistema Cutzamala, una de las principales fuentes de hídricas que surte el 35% del agua para la Ciudad de México, actualmente, enfrenta su peor nivel de almacenamiento desde 1996, registrando un déficit de 46.32%.
Mientras tanto, en Querétaro, el pulso de nuestras presas es igualmente preocupante. Considerando todos los embalses del estado, el almacenamiento total apenas alcanza el 12%. Es desolador pensar que hace tan solo dos años, en octubre, el 61% de estas presas estaban a plena capacidad y, en conjunto, el estado alcanzaba un 95% de la capacidad total de almacenamiento de sus presas.
Resulta desconcertante que, frente a esta realidad, las decisiones de política pública nacional no reflejen la urgencia del momento. A pesar de la gravedad de la situación, el gobierno federal ha optado por reducir drásticamente los recursos destinados a la prevención de riesgos en la distribución y abastecimiento de agua ante un escenario de sequía. Esta decisión no solo carece de visión a largo plazo, sino que compromete nuestro futuro, dejando a la población y al entorno en una posición aún más vulnerable.
Ante este panorama que resulta devastador, no podemos permanecer indiferentes ni esperar a que el agua vuelva como por arte de magia. El agua es la esencia misma de nuestra existencia y la base de nuestra prosperidad. Nos encontramos en un punto de inflexión, no podemos darnos el lujo de permanecer igual, esta crisis es un llamado a actuar . Es imperativo reevaluar cómo gestionamos, consumimos y valoramos el agua. Es nuestra obligación, como sociedad y como nación, exigir que se garantice que el agua a través de la prevención, y por lo tanto mejor gestión. Es responsabilidad tanto de las autoridades, como nuestra, como ciudadanos que el agua continúe siendo un derecho humano y no un privilegio cada ves más escaso, y por supuesto , dimensionar el terrible impacto que puede provocar la sequía en nuestra tierra.