He lamentado mucho el fallecimiento del Dr. en Teología Mariano Amaya Serrano un ícono del ‘aggiornamento’. Un gran maestro. Debo confesar que durante un tiempo nuestras relaciones fueron ríspidas. Cuando contendió por la Rectoría de la UAQ, me opuse bajo el argumento que un sacerdote no podía encabezar una institución laica. Pero tuvo enormes méritos. Como párroco de la Merced, limpió el templo de pinturas decimonónicas, ofició de cara a los feligreses y atrajo a muchos jóvenes. Fundó el sindicato académico y fue secretario de la UAQ. Como maestro fue toda excelencia. Su discurso era claro, pero sobrio. Si mal no recuerdo, pidió permiso a la Santa Sede para renunciar a su ministerio, y contrajo matrimonio con alguien que no recuerdo y procreó una hija. Fue siempre honesto. Un innovador.
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Siendo yo director general de archivos, le facilité un salón para impartir un diplomado en Ciencias Eclesiásticas. Fue un afortunado momento de reconciliación personal que me llenó de gozo. Nació una amistad en el que el azar se interpuso. Y nunca lo volví a ver. Hoy me entristece su partida. ¿El cansancio, la enfermedad, el tiempo que no perdona? No lo sé. Pero guardaré siempre el recuerdo de un amigo y un destacado universitario, amén de un sacerdote que estuvo siempre a la altura de los tiempos. Mis condolencias a Mau.