Con cariño para todos los románticos melómanos de este mundo
La distancia entre los dos, es cada día más grande, diría mi compadre José Alfredo, frente a una botella de tequila. Y entre las cosas buenas que suceden de vez en cuando, un amigo de apenas unos trienta y tantos años, al que le gustan mucho los boleros al estilo de Olga Guillot, Lucho Gatica y Daniel Riolobos, dice que se siente como un viejo, porque tiene esos gustos los cuales disfrutamos en largas pláticas sobre la cultura en su cubículo de investigador académico. Yo celebro que sea de los pocos jóvenes que les gusta la música que perteneció a nuestros padres y hasta nuestros abuelos, porque además me recuerda muchas de las canciones que me ha gustado interpretar hasta la fecha y que me recuerdan a mi madre y amigos de buenos tiempos.
Cuando en un tiempo, cultivé mis talentos como cantante y me dediqué un poco a actuar en centros nocturnos, como en aquel bello escenario que fue la Hostería La Marquesa, en la que pasaba excelentes noches cantando boleros y standards de jazz que le encantaban a Paula de Allende y a Juan Antonio y Augusto Isla; se me criticó entonces, por los ignorantes de la época, de cantar canciones de abuelitas. Poco después, la realidad les tapó la boca porque Tania Libertad y José José, hicieron discos memorables con el catálogo de las memorias de la müsica mexicana y a finales del siglo pasado, Luis Miguel echó a perder cualquier cantidad de boleros maravillosos de Gabriel Ruiz como Amor, Amor, Amor. Este muchacho, pseudoprodigio de voz, jamás ha sabido llevar la cadencia del bolero o de la canción ranchera, como debe ser y todo lo que sale de su entonación es en ritmo de balada.
En aquellos años, Lupita D’alessio y Daniela Romo eran las dueñas absolutas del escenario popular así que, un poco después, Paquita la del Barrio se apropió de estilos y tonadas despechadas de Chelo Silva, y las canciones a un estilo resentido, se volvieron moda para denostar al género opuesto. El amor por el amor se tiró por el caño y expresiones del maestro Lara como: “tu exquisito abandono de mujer” o “ abre los brazos maravillosos, y entre sollozos, bébete mi alma, que es para ti…” dejaron su existencia en el recuerdo de los amores de generaciones que ya no están entre nosotros y si anduvieran por aquí, seguramente volverían a la paz de los camposantos, si escucharan lo que hoy se toca en las plataformas, en la internet y en muchas aplicaciones de nuestro tiempo. Si bien es cierto afortunadamente, también incluyen clásicos como “Solamente una vez” y “Por una cabeza” con bellas imágenes de parejas que mueven sensualmente sus cuerpos al ritmo de este recuerdo de Gardel.
Cada quien puede hacer con sus datos del celular lo que deseé, pero vendernos los premios Billboard Latino como la máxima presea al talento musical, eso, ya es una pedrada a los oídos de este lado del río Bravo y muy semejante a lo que hacen los Oscars en muchas ocasiones, méritos llevados solamente por el éxito monetario. Hace unos cuantos días, un muchachito, de pobre talento vocal, llegado de Guadalajara al espacio de internet, que no canta, sino emite ciertos sonidos que parecen hilar canciones, que nadie conocía y que su celebridad se sustenta en una estética visual y auditiva venida de lo que puede llamarse bizarro y grotesco, podrí llamarse representante de los que sólo cantan bajo la regadera, y atormentan a sus vecinos, que jamás se atreverían a buscar un profesor de canto, por mera pena, porque saben que no los aceptaría; Peso Pluma se convirtió en el máximo ganador de las preseas de este termómetro de popularidad de los latinos en Estados Unidos.
Llama la atención que hace unas semanas también haya tenido espacio en el Jimmy Fallon Show. Y aunque me surgen una serie de preguntas sobre el mercado de la industria cultural la respuesta está en lo que ahora se llama en la estética comercial, Ugly Trend. Este showman, con unos cuantos años en su vida, de clase media sin educación artística, explota un mercado de varios millones de dólares que nunca hubiera soñado en su vida, pero que el contradictorio capitalismo contemporáneo hace posible, haciendo a un lado verdaderos talentos que jamás logran darse a conocer y menos ganarse el pan dignamente. La lista es interminable de gente que fue rechazada por el “gurú” Raúl Velasco, por ser morenita, por cantar tonadas que hacían pensar o por no dejarse manosear.
Hace algunos años un promotor cultural de la universidad donde laboré veinte años, se refería al trabajo de los artesanos de las cinco etnias representativas del estado de México como parte de las industrias culturales. Odié sus ideas. El trabajo único e irrepetible de los artesanos jamás puede ser comparable al de las industrias y menos en serie.
Hoy puede decirse que esa producción de personajes en serie, que ganan premios por su popularidad entre quienes viven el agravio de la ignorancia en que, como decía yo misma, hace unos días en estas páginas, han incurrido los mass media de nuestro país y especialmente los monopolios televisivos que educaron cultural y sentimentalmente a generaciones completas. Esa educación construyó una mentalidad de competencia desmedida que tiene como objetivo el éxito económico y nada más; lograr obtener la “lana” a cualquier precio también el pensamiento que guía a los ilegales que pasan por nuestro territorio en la búsqueda del “sueño americano”, ante esa estética suntuaria, sicarios, traquetos y narcos anhelan ese “sueño”, por eso, si la mercancía es buena o mala no importa, si es una mujer, un hombre, un niño o un bebé, el objeto comercializable, la mercancía es tangible y solo su materializacion es lo que importa, tener, no ser, parafraseando a Fromm. El mercado convierte en mercancía todo lo que toca, pero cada vez es mayor la mercancía pirata y su inserción en el mercado negro. Así se antoja lo que ha ocurrido con la música.
Desde la creación de Itunes, las plataformas se han apropiado toda la música que han podido y la venden como quieren y al precio que quieren. De nuevo ahí está, un mercado que no ha respetado a ningún autor. Pregunto: ¿le han pagado algo a los autores, creadores e intérpretes? Creo que muy por el contrario, ellos cobran por permitir que uno escuche música y estúpidamente todas las condiciones restrictivas que imponen las aplicaciones, como escuchar música sin comerciales, se aceptan por una cuota mayor. Y así como se impone su uso, también se impone el género musical y los intérpretes en las playlist. Y así, ¿con todo esto, hay quien dice que tiene la libertad de escoger lo que quiere?
En los últimos años, la música entró en un impasse del que no se ha recuperado. Se han reproducido viejos temas con nuevas versiones como si las musas hubieran huido de este mundo; la producción de temas originales ha disminuido notablemente si se le compara con épocas en las que fue notoria la productividad y originalidad de muchos géneros. Sólo para recordar un ejemplo de esas épocas: Barry White, Gloria Gaynor y Giorgio Moroder el gran creador de Donna Summer; quien no recuerda esa gran época de la danza en las discoteks del mundo entero. Resulta preocupante la falta de creatividad y mucho más cuando la inteligencia artificial se encuentra acechando el menor descuido humano, demasiado ocupado en mirar el celular, para hacer realidad la distopía de Blade Runner.
Por ello celebro que todavía hay gente que voltea los ojos al revés con estas expresiones del romanticismo del siglo pasado, de apenas una generación que nos antecedió y tararea dulcemente…”Contigo aprendí, que existen nuevas y mejores emociones…” gracias a la inspiración del maestro Manzanero.