La Apuesta de Ecala
Domingo de Ramos
El próximo Domingo es de Ramos, y para la tradición católica, es el comienzo de la Semana Santa.
Que no son vacaciones, ni descanso, ni asueto.
¡Sí ya sé que habrá más días de descanso!
Y no me quiero poner rudo, pero es la razón de nuestra Fe, si nos vamos a lo central, el momento litúrgico de mayor importancia que tenemos los cristianos, – por encima del tiempo de adviento, Navidad- es la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
A ello nos debemos todos, quienes amamos nuestra Fe.
Para adentrarnos de manera particular deseo, con el simple fin de informar, acompañar unos comentarios a las lecturas que tendremos el próximo domingo y su relación con nuestro tiempo que vivimos, ¡sí!, este del año 2017 y sus barbaridades que nos rodean.
Explico.
La primera lectura es del Profeta Isaías, que lo ubicamos en el siglo VIII antes de Cristo, en la ciudad de Judá, y es uno de los profetas que avisaba de la expansión del pensamiento Asirio, de ciudades como Babilonia y la propia Nínive.
Duró como profeta 50 años, y criticó fuertemente el poder político de los reyes, quienes buscaban alianzas para fortalecer sus imperios.
Él escribe la primera lectura que escucharemos el próximo domingo de Ramos, Isaías Capítulo 50 versículos, 4-7.
“Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.”
Y profetiza, es decir, nos dice lo que el hijo del hombre sufrirá cuando esté en la tierra (833 años antes de que sucediera), acerca de la parte humana de Jesús.
Porque un profeta nos narra aquello que el Mesías sufrirá, en este caso Isaías, y la primera lectura prepara para que tengamos una idea, de lo que el evangelio dará como Profecía Cumplida.
Luego tendremos el Salmo, que en esta ocasión es el 21: Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?
¿Quién o quiénes escribieron los salmos?
Esta es tal vez una de las preguntas de mayor interés, cuando al catecismo con niños, es tal vez la pregunta obligada para los catequistas y el pleito constante entre los exégetas (aquellas personas que se dedican a interpretas las escrituras).
En realidad, decimos que los escribió el Rey David – contamos a los niños- ese de “estas son las mañanitas que cantaba el Rey David…- pero es más complejo que eso.
Existen 150 salmos, de los cuales están divididos en varios temas y formas literarias.
73 salmos fueron escritos por el Rey David; 12 Salmos de Asaf quien era un cimbalista o arpero, que profetizaba en la ciudad de Israel.
11 de los hijos de Coré que fue un revoltoso de los tiempos de Moisés, – que por cierto Moisés le dijo: ¡Ustedes, descendientes de Leví, son los que me tienen harto! (En México tenemos una linda palabra para estos casos).
2 del Rey Salomón, hijo del Rey David. Otros salmos de autoría de Moisés, de Hernán y Ethan, quienes eran maestros de música de aquellas épocas, excepto Moisés claro.
35 no se sabe quién los escribió, aunque los conocemos porque fueron escritos, probablemente durante los tiempos de Babilonia.
Y la Iglesia Oriental – nuestros hermanos griegos- atribuyen a David 82 de estos salmos.
El Salmo 21 fue escrito por David, y lo leemos con atención, el domingo de Ramos, porque es una profecía de igual manera que la de Isaías:
“Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere”
Solo coloco los versos 8 y 9.
¿Cómo sabía el Rey David – ese que escogió el profeta Samuel, siendo solo el pastor, lo ungió de aceites, lo coronó- del sufrimiento de Jesús?
El ciego de Jericó le gritó:
¡Jesús hijo de David ten compasión de mí!
¡oiga estimado lector! Estas cosas si son para ponernos atentos a nuestra Fe.
El verso 23 y 24:
“Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel.”
La segunda Lectura del Domingo de Ramos, es una carta que escribe San Pablo, a los filipenses.
Pablo de Tarso es encadenado y con grilletes, en una prisión de roma, en el 61 después de Cristo, una comunidad de Filipo, una ciudad del reino de Macedonia, le envían una ofrenda en su prisión, con una condena del año 59 al 61 d.C. (primera de varias).
¡2 años en el bote! Nada fácil.
Ahí escribe esta carta, aunque varios autores no se ponen de acuerdo si fue en la prisión de roma; unos dicen que, en Éfeso del 56 al año 57, como Ftzmyer, biblista jesuita en 1950 – que por cierto falleció el año pasado 24 de diciembre de 2016-
En el libro de los hechos de los apóstoles, se narra que Pablo tuvo problemas en Éfeso, con Demetrio, para ser más exactos.
Esta carta es enviada a los Filipenses y consta de 4 capítulos, el del domingo de Ramos es la carta a los filipenses, el segundo capítulo, versículos de 6 al 11.
“Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.”
Recordemos que Pablo está contento por la comunidad cristiana de Filipo, quienes están creciendo y tomando forma.
Y el Evangelio es la pasión y muerte de Jesucristo.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (26,14–27,66)
La reflexión para este domingo estimado lector, es acercarnos a la Eucaristía, informados, cercanos y adentrados a este tiempo, en el cual, recordemos la entrega de Jesús, por nosotros.
Ya Jesús ha sanado al ciego, al leproso, infinidad de milagros corren por toda la ciudad. Ha dado de comer a miles, su condición humana es conocida.
¡Ya lloró por su amigo!
Acaso amigo lector, ¿no desea que Cristo sane nuestra ceguera? Esa que nos impide ver su hermosura y verdad, ¿no desea que su hija o hijo sane de aquella enfermedad que le aqueja y que a Usted tanto le tiene preocupado? ¿no desea estar cercano de aquel que está lejos? Y no me refiero de distancias, sino de amor.
¡Pues vaya y póstrese a los pies de Cristo y su Madre María Santísima de Guadalupe!
Acompáñenos a esta semana Santa, -tal vez sea la última que pasemos juntos- ¡No lo sé!, pero para que esperarnos que sea, si podemos aún hacer mucho, por hacer crecer nuestro amor a Cristo.
¡Sí! a “ese” que se entregó en la cruz por sus pecados, amigo lector, y los míos, que son demasiados.
A “ese” que millones aman tanto, y Usted aún no sabe por qué.
¡Al Cristo Resucitado!
Luego entonces amigo lector, no nos quejemos del México que estamos viviendo, porque en ello quede claro: ¡Tenemos el País que queremos!? Esa es mi apuesta ¡y la de Usted?…
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