Rebeca Pérez Vega y Alejandra Carrillo
Coleccionar arte no es un acto de acumular, es un ejercicio de reflexión y articulación que permite establecer conversaciones con una mirada crítica, advierte el curador tapatío y director del Museo del Barrio de Nueva York, Patrick Charpenel.
Ese ejercicio que se establece desde el coleccionismo privado permite crear una memoria histórica, pero también documentar, registrar y establecer líneas de tiempo sobre distintas escenas artísticas, sobre movimientos sociales, políticos y económicos, sobre preocupaciones de un momento en particular, pero esta labor que se realiza desde el terreno privado no se desarrolla con la contundencia que se debería desde el ámbito público.
En ese contexto la figura del coleccionista privado juega un papel importante en la cultura de una ciudad como Guadalajara, por una parte porque los presupuestos de los espacios públicos como museos y galerías de la Universidad de Guadalajara o del Estado no alcanzan para actualizar y refrescar sus acervos con adquisición constante de obra y porque el mercado del arte es caprichoso, es imposible saber cuando la obra de un artista de relevancia para la Ciudad o para el Estado estará a la venta, relata el Jefe de Exposiciones del Museo de las Artes (Musa), Moisés Schiaffino.
“La del coleccionista es una figura todavía crucial, sobre todo cuando dentro de sus valores se encuentra la exposición pública, que entienden ese vínculo entre la gente y el arte y su importancia”, explica Schiaffino.
Mónica Ashida, curadora y una de las coordinadoras de la Colección y Archivo Ashida Cueto, advierte que el mercado del arte en Guadalajara se mueve con rapidez y que tanto las instituciones públicas, como el sector privado no pueden alcanzarle el paso a la velocidad que deberían.
Si bien las colecciones privadas en la Ciudad son notables, debería existir un mayor balance con lo que ocurre en el terreno público, reitera Ashida.
“Se necesitaría un equilibrio mayor también del lado institucional, entre ambos bandos se debería tratar de solventar una escena artística cada vez más amplia, cada vez más activa, hay nuevos artistas, hay nuevas galerías, muchos movimientos y todos nos quedamos muy atrás en esa carrera de tratar de alcanzarlos y tratar de estar más o menos al parejo de lo que sucede dentro del ramo creativo”, explica la curadora.
En Guadalajara hay varios acervos de arte moderno y contemporáneo de relevancia, entre ellos los aglutinados en las colecciones Ashida Cueto, Alma Colectiva, la Colección de Arte Suro, la de Arte Charpenel, la de Claudio Jiménez Vizcarra y la de Bruno Viruete, entre otras.
UN SITIO RELEVANTE
La Ciudad de México, como el centro político y económico más importante del País, es donde se concentra la mayor cantidad de acervos en el ámbito privado, pero Guadalajara ha vivido un momento interesante en este terreno desde principios de la década de 1990, con la creación de Expo Arte, la primera feria internacional de arte que se realizó en México, bajo la batuta de Elena Matute y Gabriela López Rocha, recuerda Patrick Charpenel, quien fundó su colección en la década de los 90.
“En Guadalajara surgió una generación de coleccionistas tapatíos que se convirtieron en la punta de lanza del nuevo coleccionismo mexicano, esto fue desde 1992 a 1998, pero desde finales de los 80 y principios de los 90 creo que Guadalajara se convirtió en el centro.
“Tengo que decir que una figura fundamental, que creó las bases para que surgiera el coleccionismo de los 90 en Guadalajara, las puso Carlos Ashida, pero creo que uno de los continuadores de otra generación y con otra visión, que ha sido abono para que crezca este jardín, ha sido José Noé Suro, que a su vez impulsa a los jóvenes, es una figura central del coleccionismo tapatío, como en su momento lo fue Ashida”, reflexiona Charpenel.
DESDE LO PÚBLICO
El Musa, como entidad pública, trabaja constantemente con las piezas de colecciones privadas como la de Jiménez Vizcarra, la de la Fundación Black Coffee Gallery y la de Andrés Blaisten, el coleccionista en México que más obras tiene de la artista jalisciense María Izquierdo, por mencionar solo algunas.
Ahora mismo, el Musa expone “Ars poética. Las palabras y las formas en la Colección Grodman”, esa colección forma parte del museo gracias a la donación que hizo la doctora Pyrrha Gladys Grodman (1915-2014) tras su muerte. De origen estadounidense, Grodman vivió varias etapas de su vida en México y compró un acervo vasto de obras de artistas como Alfonso de Lara Gallardo, Thomas Coffeen, José María de Servín, Jorge Navarro y María Luisa González Aréchiga.