Carlos Andrés Flores Guevara
En el horizonte educativo de México, y del mundo, se cierne un cambio fundamental, uno cuyo impacto en la educación podría ser tan significativo como la introducción de la imprenta en el siglo XV. Hablo de la inteligencia artificial (IA), una tecnología que promete transformar todos los rubros de nuestras vidas en el corto y mediano plazo, pero lo será aún más en la forma en que nuestros niños y niñas aprenden, y cómo se enseña en nuestros salones de clase.
La IA significa un cambio de paradigma en la educación: un enfoque individualizado, centrado en el estudiante y respaldado por una profunda capacidad de análisis de datos, toda la información en un abrir y cerrar de ojos y toda esa información analizada y digerida.
Con ella, el conocimiento puede ser ajustado a las habilidades individuales de cada estudiante, ofreciendo una enseñanza personalizada, lo que nunca se había pensado, que se adapta en tiempo real a las necesidades de cada niño. Se espera que esto pueda ayudar a cada estudiante a aprender de la manera más efectiva, la que mejor le funcione, desde el ritmo de su aprendizaje hasta los métodos de enseñanza que mejor se adaptan a su estilo de estudio.
Sin embargo, a pesar de estas promesas, la implementación de la IA en la educación también plantea importantes retos que en nuestro País son aún más grandes que en el resto de países desarrollados.
La brecha digital es uno de los primeros retos. En México, el acceso a la tecnología y a Internet de alta velocidad no es universal y ese acceso es el primer paso para no lograr igualdad de oportunidades. En muchas áreas rurales y de bajos ingresos, la falta de infraestructura tecnológica limita la capacidad de implementar soluciones de IA en la educación, y qué decir del comercio y el desarrollo económico.
Para que la IA tenga un impacto positivo en la educación, debemos abordar esta desigualdad y asegurarnos de que todos los niños, todas las escuelas y las familias tengan acceso a las oportunidades que la tecnología puede ofrecer. Con una cobertura de casi el 92 por ciento, la CFE ofrece el “Internet para Todos”, sin embargo, no es gratuito ni universal.
En segundo lugar, la formación de los profesores y maestras es un desafío muy grande. Para integrar la IA en la educación, necesitamos docentes que estén familiarizados con la tecnología y sepan cómo usarla efectivamente en sus aulas. Esto requiere cambios importantes en la formación de los maestros y maestras, así como en los programas de desarrollo profesional. El saber entender y aprovechar la IA para enseñar mejor a los alumnos debería ser un tema en la agenda nacional.
El tercer desafío es la ética de la IA. Con el uso de la IA en la educación, surgen preocupaciones sobre la privacidad y la seguridad de los datos, más aún de los más pequeños. ¿Cómo nos aseguramos de que los datos de los estudiantes se mantienen seguros?, ¿cómo garantizamos que la IA se utiliza de manera que beneficie a los estudiantes y no los perjudique? Estas son preguntas cruciales que debemos abordar a medida que avanzamos en la implementación de la IA en nuestras escuelas.
No hay que inventar el hilo negro, ya la Unión Europea y los Estados Unidos están trabajando en un programa de protección de datos y ética de la IA en la que podríamos ser agentes proactivos y no pasivos.
Finalmente, el reto más grande de todos: cambiar la visión de la educación. La IA tiene el potencial de transformar la educación de una experiencia pasiva a una activa, centrada en el estudiante. Esto requerirá un cambio de mentalidad por parte de los educadores, los administradores, los padres y los propios estudiantes. ¿Cómo hacer que los sindicatos de maestros adopten estas iniciativas? Suena muy complicado, pero si los beneficios para los docentes también se hacen patentes, será más fácil que se adopte un cambio de este tamaño sin que sea impuesto.
Hoy, la inteligencia artificial promete cambiar casi todos los ámbitos de nuestra vida, pero el que más nos debería ocupar es el que tiene que ver con la educación en México. Aunque los retos son enormes -la brecha digital, la formación de los docentes, la ética de la IA y el cambio de paradigma en la educación- la oportunidad es inmensa.
Si nos enfrentamos a estos desafíos sin miedo y con convicción, podemos utilizar la IA para transformar la educación en México y dar a nuestros niños las herramientas que necesitan para tener éxito en el siglo XXI. La IA en la enseñanza es una realidad y está pasando en este momento, o nos subimos o nos quedamos atrás.