La adquisición conocida esta semana del cuadro “El sátiro” del valenciano Antonio Fillol por parte del Museo del Prado pone el foco en las obras que como esta, retirada de la Exposición Nacional de 1906 por “inmoral”, fueron rechazadas a lo largo de la historia por representar temas controvertidos.
En el caso de esta última incorporación a la pinacoteca, la pintura muestra una rueda de reconocimiento para que una niña identifique a su violador, un hecho sobre el que “el arte había decidido cerrar mayoritariamente los ojos”, según el director adjunto de Conservación e Investigación del Museo del Prado, Andrés Úbeda.
Una suerte similar corrió “La maja marquesa”, de Beltrán Masses, vetada de la Exposición Nacional de 1915 por mostrar a una mujer desnuda flanqueada por otras dos vestidas con el atuendo de majas, escena tomada por algunos como una insinuación del libertinaje o la homosexualidad de la aristócrata retratada.
Su rechazo y traslado a la Sala de Arte Moderno de Madrid durante seis días solo contribuyó a hacer más famosa la obra tras aparecer en multitud de periódicos, ser defendida por pintores de la época como Julio Romero de Torres y contar con la aprobación de Alfonso XIII en una exposición posterior en el madrileño hotel Palace.
Ejemplos como este sitúan al desnudo como uno de los temas más controvertidos de la historia del arte, con conocidos ejemplos como el de “La maja desnuda” (1797-1800) de Goya, perteneciente en un principio a la colección privada del ministro Manuel Godoy -con Carlos IV- como objeto erótico y más tarde reclamada por el Tribunal de la Inquisición junto con “La maja vestida” por ser consideradas “obscenas”.
Esta consideración ha desembocado históricamente en casos de censura como el de “La alegoría de la inclinación” (1616) pintado por la artista barroca italiana Artemisia Gentileschi, expuesto en la casa-museo de Miguel Ángel en Florencia y recientemente devuelto a su estado original después de que el desnudo de la protagonista fuese ocultado con un velo pintado 70 años después de la finalización del cuadro.
A pesar de la incorporación del desnudo como temática habitual en cuadros impresionistas tras haber estado ligado exclusivamente a motivos mitológicos, este no estuvo exento de polémica a mediados del siglo XIX, cuando la obra de Manet “Olympia” (1863), que mostraba a una mujer desnuda en una pose similar a la de Goya, hizo saltar las alarmas en su exposición en 1865 en el Salón de París.
En aquella ocasión, el principal pretexto de escándalo radicaba en sus complementos más que en la ausencia de los mismos, ya que la gargantilla, el brazalete y los tacones que lucía la modelo del lienzo hacían pensar que se la trataba de una prostituta, ya que estos eran característicos del atuendo de las mismas en el París de fin de siglo.
Un año después de su exposición, la polémica le correspondió a “El origen del mundo” (1866), una controvertida pintura de Gustave Courbet que muestra el sexo femenino en primer plano, lo que provocó que, tras sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial y pertenecer a varios propietarios privados, fuese adquirido por el Estado francés en 1981 pero no fuese expuesto hasta 1995 en el Museo de Orsay.
Además de la provocación temática, la protesta frente a los establecido en el arte ha motivado polémicas como la de la pintora Laura Knight, que dio lugar en 1913 al primer autorretrato femenino con un desnudo de la historia del arte, ideado como manifiesto frente a la prohibición a las mujeres de pintar desnudos del natural en las academias británicas.
La vestimenta frente al desnudo también ha hecho tambalear los cimientos de lo políticamente correcto en cuadros como el retrato que la pintora e icono lésbico Romaine Brooks realizó de su amiga y escritora Una Tourbridge, en 1924, mostrándola con un atuendo de chaqueta tradicionalmente masculino, un monóculo y actitud altiva esperando que esta representase a “un signo de los tiempos que divirtiese a las futuras feministas”.
La provocación ha sido una corriente heredada por el arte de la fotografía, ampliando la ruptura a otras temáticas como la religión: el más claro ejemplo de desafío a los iconos religiosos corresponde al “Cristo del pis” (1987) del artista estadounidense Andrés Serrano, cuya fotografía muestra un crucifijo sumergido en un tanque que contenía su propia orina.
Si bien la polémica instantánea, considerada arte blasfemo, ha recibido premios y halagos por su originalidad y afán rompedor, también ha cosechado numerosas críticas por senadores estadounidenses, sujetos que han amenazado de muerte al autor o espectadores del Museo de Arte de Aviñón (Francia), que vandalizaron una copia de la obra, prohibida en 2015 en el Photolux Festival de Lucca (Italia).