Israel Sánchez
Desde el Congreso de Estados Unidos, con el mundo como testigo a través de la viralidad del Internet, el testimonio de tres antiguos militares ha bastado para finalmente convencer a no poca gente de que no estamos solos en el Universo.
Esa provocadora posibilidad que llevara a la hoguera a Giordano Bruno -entre cuyas adelantadas ideas figuraba la de mundos habitados a lo largo del infinito Cosmos-, y que por décadas ha nutrido fantásticos relatos de ciencia ficción, aparentemente fue confirmada por un ex oficial de Inteligencia de la Fuerza Aérea al denunciar que el Gobierno estadounidense oculta evidencia sobre naves y restos biológicos de origen “no humano”.
Mas, ¿cómo toma tales declaraciones alguien cuya labor consiste, de hecho, en, a partir del conocimiento y las herramientas de la ciencia poder detectar la presencia de vida más allá de nuestro planeta? Pues como eso: meras declaraciones.
“La ciencia no puede basarse en declaraciones. Necesitamos cosas que podamos medir, que podamos, de alguna manera, valorar; algo que se pueda poner a prueba por la comunidad científica”, dice en entrevista la astrobióloga Antígona Segura.
La investigadora titular del Instituto de Ciencias Nucleares (ICN) de la UNAM pone como ejemplo el caso del meteorito marciano Allan Hills 84001 (ALH 84001), hallado en la Antártida en 1984 y estudiado por su registro de la historia geológica temprana del Planeta Rojo, sobre el cual investigadores llegaron a afirmar que contenía evidencia microscópica de restos fósiles bacterianos.
Esto por la presencia de carbonatos y de cristales de magnetita, “que es algo que se genera por muchos procesos, pero uno es biológico”, explica Segura.
La evidencia se puso a disposición de la comunidad científica a través de un artículo en una revista arbitrada, e incluso podían solicitarse fragmentos de la roca para realizarle análisis. Andrew Steele, del Instituto Carnegie para la Ciencia con sede en Washington, hizo con su grupo estudios de microscopía electrónica de transmisión y espectrometría de masas de iones secundarios a nanoescala, por ejemplo.
“Todo esto llevó a la conclusión de que había otros procesos que podían generar estos elementos, y que, por lo tanto, (el material orgánico en el meteorito) no era una evidencia de vida en Marte. Es así como funciona la ciencia”, remarca la astrobióloga, para quien la expresión “restos biológicos no humanos” tampoco es indicativo de nada fuera de este mundo.
“Miren, si se van a cualquier playa en la Península de Yucatán, en el Mar Caribe, están parados sobre restos biológicos no humanos. Estas playas blanquísimas son eso: huesos y conchas marinas de seres que vivieron hace miles de años, antes de la humanidad”.
Restos biológicos no humanos, subraya Segura, en realidad son cualquier cosa; de hecho, la mayor parte de los restos biológicos que hay en la Tierra son no humanos, pues la humanidad tan sólo es una especie más entre miles de millones, incluyendo las microscópicas.
“Entonces, esto no nos dice nada”, expresa la científica.
Respecto a dichos como los de los ex aviadores de la Marina estadounidense Ryan Graves y David Fravor -presentes en la audiencia en la Cámara de Representantes sobre Fenómenos Anómalos No Identificados (FANI), el pasado 26 de julio- acerca de objetos que se desplazan a una rapidez que desafía la física, Segura cuestiona: “¿Cómo calculaste la velocidad?”.
“Hacer un cálculo de la velocidad de un objeto que se mueve enfrente de ti en el espacio es muy complicado. Si pudiéramos hacer eso la gente de astronomía, así tan fácil, ¡hombre!, eso hubiera resuelto un montón de problemas”, ríe la astrobióloga.
“Sabemos que, por ejemplo, con el corrimiento al rojo, con el corrimiento al azul, podemos detectar eso. Pero necesitas un espectro”, continúa. “Una cámara de un avión o los ojos no pueden hacer esa detección así nada más; se necesita desdoblar la luz en todos sus colores y luego ver si esta luz está movida para saber a qué velocidad se mueve un objeto. Ésa es una forma”.
La investigadora incluso somete al escrutinio lo que algunos consideran la parte más sólida del asunto, que no es sino el hecho de que tales testimonios se hicieran bajo juramento. Y es que, al menos en el caso de lo dicho por el Mayor retirado David Grusch, en realidad lo refiere todo como información recibida de terceros.
“No puede mentir (bajo juramento), pero no dice que él lo vio. Entonces, si quien le mintió fue alguien más, él no está mintiendo porque a él se lo dijeron”.
Si bien Segura no se atreve a especular sobre a qué responden tan aventuradas declaraciones ante el Subcomité de Seguridad Nacional en la Frontera y Asuntos Exteriores del Congreso de EU -que ha buscado abordar el tema con seriedad y lejos del estigma del fenómeno OVNI-, coincide en el ánimo anticientificista que se percibe de fondo.
“Ahorita con (Donald) Trump claramente estamos viendo el nivel de negacionismo. O sea, la gente tiene las pruebas de que no hubo un fraude electoral (en las elecciones de 2020), y a pesar de eso hay gente que sigue insistiendo en que lo hubo.
“Ciertamente está demostrado que hay una parte de la población norteamericana que no le interesa la evidencia, que le interesa lo que quiere creer”, prosigue Segura: “Entonces, da lo mismo si es que les hicieron fraude en las elecciones o es que los extraterrestres están aquí. Finalmente, estamos hablando de cómo evalúas evidencia, o si no te importa hacerlo”.