Después de que deliberadamente PEMEX le mintiera al país, atreviéndose a catalogar las estimaciones de Greenpeace como de “mala fe”, surge la voz de los especialistas de la UNAM, confirmando y alertando con datos científicos comprobables y medibles, que el derrame se extiende no solo a 400, sino a 467 kilómetros cuadrados.
Todo esto se suma al barril sin fondo que se ha convertido PEMEX, un descaro absoluto, como el hecho de haber destinado recursos que eran para la protección ambiental, hacia la REFINERÍA DE DOS BOCAS.
Pero ¿Por qué PEMEX, la paraestatal y empresa más grande del país, se siente tranquila, y opera sin remordimiento alguno, para decir, deber y hacer lo que quiera? ¿Quién la cuida y quien la arropa? La respuesta es simple y conocida por todos; nuestro Presidente de la República, quien actúa como un padre amoroso y sobreprotector para Petróleos Mexicanos, otorgándoles inmunidad en aras de cuidar sus propios intereses y sacrificando el bienestar nacional.
Y todo esto se basa en hechos que se sustentan muy fácil. El reciente derrame falso declarado por PEMEX es solo una gota más en el vaso que se desborda, considerando todos los derrames anteriores debido a la falta de mantenimiento. Además, de ello está la defensa reciente de las malas calificaciones otorgadas por las agencias calificadoras, situando a PEMEX en el terreno especulativo con calificaciones B+ y B1, con una perspectiva negativa. El presidente defendió la situación de PEMEX, a pesar de ser la petrolera más endeudada del mundo, si leyó bien, del mundo, argumentando reducción de costos y mayores utilidades.
Dando una respuesta Cantinflesca en cadena nacional, para encubrir sus malos manejos. Al tiempo que expertos y analistas advirtieran que la baja calificación de la petrolera es un lastre para las finanzas públicas del país.
Es imperativo que aumente nuestro nivel de conciencia ciudadana respecto a quiénes toman las decisiones en el gobierno federal y la indiferencia con la que nos están negando el derecho a tener un mejor futuro. Afortunadamente, este gobierno está por terminar, y ha sido un desastre en muchos temas, especialmente en la ausencia de una política ambiental.
Es hora de visualizar la necesidad de una visión innovadora en el próximo gobierno, que proteja verdaderamente los intereses de la nación, incluida la protección y revalorización de nuestros recursos naturales. Es momento de poner fin a la obsesión con PEMEX y apostar por un futuro más sostenible y responsable con el medio ambiente. Nuestro país merece un cambio de rumbo hacia una política ambiental comprometida y consciente de las consecuencias de sus acciones en el ecosistema que nos rodea.