Definitivamente, la conferencia de prensa que ofrece el presidente por las mañanas, convertida en un concurso de mentiras, es un desperdicio, de tiempo y de dinero, como lo son otras tantas ocurrencias del primer mandatario cuyos costos parecen no importarle.
El dispendio se justifica con cruzadas morales, políticas e ideológicas, que terminan siendo simple demagogia. Ninguna de las obras emblema de esta administración ha concluido dentro de los plazos y con los costos programados.
El Aeropuerto Felipe Ángeles costó 75 mil millones de pesos, más 300 mil millones más por la cancelación del NAIM, todos recursos públicos; por la mala planeación, se subsidia su operación, oficialmente con 419 millones de pesos presupuestados en 2022, pero se estima una pérdida operativa de 23 millones mensuales. Será un barril sin fondo durante los próximos 10 años y si llega a obtener utilidades estas serán para el pago de pensiones de las fuerzas armadas.
El tren Maya, se presupuestó en 156 mil millones de pesos, sin embargo se estima que costará 373 mil millones, todos provenientes de fondos públicos, que no pueden ser auditados pues fue considerada como obra de seguridad nacional. Su rentabilidad es dudosa y su administración se ha confiado también a las fuerzas armadas
La refinería Olmeca, construida sobre esteros, se presupuestó en 8 mil millones de dólares pero el presidente informó hace unos días que la inversión final para que funcione al 90% de su capacidad al término del sexenio, no excederá los 20 mil millones de dólares.
El ferrocarril Transistmico requerirá 3 mil millones de pesos para rehabilitación de vías, más 50 mil millones para la rehabilitación integral de 787 kilómetros y 612 puentes y se ignora, al menos hasta hoy, cuánto costará la totalidad de la obra que incluye 10 parques industriales y otros proyectos de infraestructura necesaria para la instalación de empresas, como está diseñado el proyecto integral. Toda esta inversión con recursos del erario. Este proyecto pudiera ser el más rentable si es que antes los chinos no construyen otro paso ferroviario por Honduras que competiría con el nuestro.
A Pemex, se le han transferido directamente 772 mil millones de pesos provenientes de las arcas públicas, se le redujo también el pago del Derecho de Utilidad Compartida, que son los impuestos que Pemex paga, más el bajo precio del barril de petróleo, significa un menor ingreso a la federación, que no obstante, sigue transfiriéndole recursos para hacer viable su operación. No obstante el empeño presidencial por fortalecer la empresa, ésta ha visto reducir la calificación de su deuda al nivel de bonos basura, su producción se reduce, los accidentes son frecuentes y las pérdidas aumentan. Este año se ha anunciado que no habrá más transferencias fiscales, lo que ha puesto a trabajar a los cerebros financieros de la empresa para enfrentar el vencimiento inmediato de deuda por 4.6 millones de dólares y el adeudo al fisco nacional por más de 2 mil millones de dólares en impuestos.
No se necesita mucha aritmética para deducir que las ocurrencias presidenciales cuestan mucho dinero a las finanzas nacionales y que mantener las finanzas en orden, a pesar del desorden que impone el mandatario, requiere de una habilidad y un temple excepcionales, lo que ha exhibido el Secretario de Hacienda y por eso el hurra del encabezado.
Su éxito no tiene que ver con la fortaleza del peso ni se mide por eso, eso es especulación pura y depende de condiciones externas. La gracia radica en mantener manejable el déficit presupuestal y controlada la deuda nacional. No es paquete menor que ante el dispendio de un presidente dilapidador y el desorden en el gasto se pueda mantener ese equilibrio.
En 2018 los ingresos tributarios no petroleros equivalían al 13% del PIB, en 2022 aumentaron a 13.4%, un avance marginal de solo 0.4 puntos logrado por la presión del SAT sobre los grandes contribuyentes y una política persecutoria del organismo. En contrapartida, los egresos, el gasto público creció 2.77 puntos porcentuales al pasar de significar el 23.7 del PIB al 26.5 en 2022.
Esta diferencia entre ingreso y gasto ha venido siendo cubierta con el dinero proveniente de fideicomisos y fondos, ingresos petroleros y particularmente con deuda. El actual Secretario, así como sus dos antecesores, tuvieron el acierto de renegociar la deuda, remitiendo a largo plazo los vencimientos próximos y en resumen, en hacer manejable el costo de la deuda, sin embargo esta sigue creciendo aunque se niegue en las conferencias mañaneras.
Lo único rescatable de esta administración ha sido el orden en las finanzas, (gracias señor secretario), que es lo que ha evitado que baje la calificación de la deuda mexicana y sigamos siendo sujetos de crédito, aunque se tenga que pagar mayor interés, pero los costos sociales están a la vista. Hay sub ejercicios presupuestales en Salud, en Educación, y muchos otros más que sabríamos si el INAI no estuviera maniatado y bajo acoso gubernamental, pero no se puede ocultar la falta de medicinas, el deterioro de hospitales y escuelas, la ausencia de inversión pública en infraestructura y ya no hablemos de la muy posible reducción de la producción agropecuaria por escamotear los apoyos.
Bien por el secretario de Hacienda, aparentemente tiene las cuentas en orden hasta el momento, a pesar de que no aumentan los ingresos y los egresos se hacen mayores, especialmente por el alto costo de los programas sociales y su progresión, lo que nos lleva a pensar y preguntar de donde saldrán los recursos para el financiamiento de estos y los fondos de pensiones si no hay una reforma fiscal de fondo.
Pero ese será el reto del próximo Secretario de Hacienda, al cual tal vez ya no le podrán cuadrar las cuentas como a este.