Tony, my Tony ha partido. Tuve la gracia de conocer a Tony Bennett en acción, en una de las pocas veces que vino a la Ciudad de México. Como no fue una voz popular en México, el Metropolitan apenas se llenó; la sesión fue tan sencilla como el trío que lo acompañó y él mismo llamó a su hija Antonia, la cual mostró sus herencias musicales. Una sesión deliciosa, como habría sido para sus amigos. Tony no era lo que podía esperarse del gran Sinatra que acaparó el género de los crooners desde finales de la segunda guerra mundial, a más de tener al cine como aliado en memorables filmes como El Hombre del Brazo de Oro y From here to eternity. Era difícil para sus competidores seguirle el paso a Frankie Boy, o Blue Eyes, como era más conocido en todos los estratos de la cultura norteamericana. Aun así, voces como la de mi Tony aderezaron muchos momentos inolvidables de nuestra vida.
Las generaciones jóvenes alcanzaron a conocer a Tony Bennett por obra y gracia de los Duets que hizo con algunos cantantes de habla hispana a sugerencia de su hijo que fue su productor. Debo decir que tuve la gracia, porque eso era él, una gracia escucharlo, de conocerlo cuando era una adolescente y en la radio se escuchó: I left my heart in San Francisco. Esas baladas románticas que acariciaron nuestros oídos y sueños en el fragor del rock de los 70. Tony se abrió paso con su pequeña voz en la época de grandes crooners como Perry Como, Steve Lawrence, Dean Martin, Andy Williams y el superdotado Mel Tormé, para una élite que nunca fue masiva ni en el territorio del jazz y menos se conoció acá al sur de la frontera como escribiera Duke Ellington.
Tony no era un cantante de grandes bandas y multitudes en el Madison Square Garden, no poseía una voz poderosa o atronadora, sin embargo, resaltaba acompañada por un combo trío de piano, bajo y batería unplugged, como lo hizo con muchos privilegiados. No le eran necesarios metales, trombones o trompetas, para que su voz nos llevara lentamente a paisajes de la intimidad de un abrazo, de una caricia o de un beso como nos lo muestra aquella escena de la comedia Analízame, entre el psicoanalista y su esposa. Su voz me ha parecido lo más semejante a ese sonido que apenas se escucha en esos instantes en que, amor, emoción, sensualidad se encuentran en el ambiente del silencio de una pareja en una habitación, a solas.
Es complejo el concepto, la forma en que Tony recreaba esas canciones por las cuales es posible conocer el arte, el jazz de Ellington, Evans, Rodgers y Hart, y tantos compositores del American Songbook del que Tony hacía toda una creación con gran respeto a ese mazo de cultura que es el jazz norteamericano. A finales de los 70, ese Tony de trío llegó a mi alma con ‘Watch What Happens’ de un francés maravilloso, creador de grandes temas, Michel Legrand; reunidos en 1982 interpretaron esta tonada que ya habían hecho memorable Marian McPartland y Tony en ’From this moment on’, un acetato que Lolita guardaba entre sus discos y descubrimos por azar hace más de cuarenta años. Lo que Legrand escribió en este tema, es digno de recogerse en el texto de Roland Barthes, Fragmentos del Discurso Amoroso; es apenas un atisbo de seducción de lo que haría Tony con esas palabras que suenan a una orden para ver qué pasa si ves en los ojos de quien no cree en el frío de tu corazón. En algún momento Sinatra con sobrado conocimiento, expresó que Tony Bennett decía algo más de lo que el compositor expresaba o quería decir.
Con la partida de Tony, América ha perdido uno de sus tesoros culturales que sólo pueden representar gente como B.B. King en el blues, Satchmo y Ella, Sinatra y Elvis y más recientemente Michael Jackson. Tony Bennett no hizo fama por cantar Duets con Luis Miguel y Vicente Fernández o con Lady Gaga. No. Famoso ya era, siendo él, un hombre que no hizo alarde de su talento musical, como cantante y arreglista, muchas jazzwomen como Diana Krall y K. D. Lang gozaron de su compañía, como es para mí, dejarme acariciar por su voz como aquella noche en el Metropolitan o cuando escucho sus cds. Tu voz y tu gracia se han quedado flotando en donde suenan tus canciones, como en nuestro corazón.