La Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) ha notificado al gobierno de San Luis Potosí una desalentadora noticia: más de 911 mil personas que residen en la ciudad dejarán de recibir el servicio de agua. Esta situación se debe a las fallas en la presa “El Realito” y a la grave escasez de este recurso en la entidad, con un déficit de 460 litros por segundo. La presa ha dejado de abastecer al sistema de agua de la Zona Metropolitana, afectando de manera directa a 109 colonias de la capital. Esta situación crítica se debe a tres condiciones fundamentales: la falta de agua en la presa, una fisura presente desde hace 10 años y daños en el ducto de distribución. La empresa encargada del manejo del ducto ha dejado de bombear agua debido a que la presa se encuentra en un nivel mínimo, conocido como Punto Muerto, impidiendo que el agua alcance a subir al ducto.
En medio de la angustia, el alcalde Enrique Galindo se ha expresado a través de las redes sociales, recordando que desde febrero pasado ha denunciado esta situación y ha implementado un plan de emergencia. No obstante, el problema no ha sido resuelto y ahora enfrentan las consecuencias. Con pesar, el alcalde declaró: “Llegó el día que no deseábamos. Yo no hubiera querido informar esta circunstancia y me siento en la obligación de hacerlo. Fui notificado por la Comisión Nacional del Agua que el lunes 26 de junio vamos a dejar de recibir agua de la presa de El Realito” y hoy por la falta de líquido en la presa, la ciudad de San Luis Potosí no va a tener agua. Llegó el día cero”.
Desde hace años se sabe que el sistema acuífero de San Luis Potosí se encuentra oficialmente en déficit, y esto se debe a una razón muy simple: la extracción del agua supera la infiltración, una situación que se repite en la mayoría de los estados del país, incluyendo el estado de Querétaro, en la zona metropolitana. Hace más de 19 años se declaró que el agua era un problema de seguridad nacional; sin embargo, seguimos manteniendo las mismas prácticas. La captación de agua de lluvia no se ha convertido en una prioridad, el tratamiento de agua sigue siendo relegado y la gestión del agua en general no ha experimentado cambios radicales.
Lamentablemente, es muy probable que el patrón que San Luis Potosí está experimentando se repita en otras regiones. En la actualidad, no podemos permitirnos depender únicamente de una fuente de abastecimiento. Debemos tener en cuenta el crecimiento poblacional, tanto urbano como industrial, y comprender que, para garantizar los volúmenes de agua necesarios para nuestra población, es urgente realizar una reevaluación crítica del actual modelo de gestión del agua. Debemos integrar el uso de nuevas tecnologías y adoptar un enfoque de planificación adaptativa que considere los efectos del cambio climático y la creciente demanda de agua. Los casos de Nuevo León, el Estado de México y ahora San Luis Potosí han encendido las alarmas. Nuestro país requiere una planificación resiliente que normalice la captación de agua de lluvia, promueva el uso eficiente del agua en la agricultura y la industria, resalte la reutilización del agua tratada y fomente la recuperación de los procesos de cuenca, especialmente la captación, infiltración, almacenamiento, tratamiento y transporte de agua.
Solo así podremos detener la enorme crisis hídrica por la que estamos atravesando y asegurar un futuro sostenible para las generaciones venideras. La situación en San Luis Potosí es solo un ejemplo alarmante de un problema nacional que demanda una acción inmediata y decidida. La gestión del agua debe dejar de ser un tema relegado y convertirse en una prioridad absoluta en la agenda nacional.
La crisis hídrica es una realidad que no podemos ignorar ni postergar. Nuestro país requiere un compromiso decidido de todas las instancias gubernamentales, así como de la sociedad en su conjunto, y los distintos usuarios del agua, para enfrentar este desafío y encontrar soluciones duraderas. Solo a través de una gestión del agua resiliente, sustentada en principios de sustentabilidad y equidad, podremos asegurar un suministro adecuado para las generaciones presentes y futuras, y preservar así uno de los recursos más valiosos de nuestro planeta: el agua.