En la década de los 80s del siglo pasado, visité durante temporadas, la Capital de la República Argentina, la Ciudad de Buenos Aires, que fue fundada como Fuerte, en 1536, en el estuario del Río de la Plata, por Pedro de Mendoza; el asentamiento de los conquistadores fue atacado por la población nativa, que en defensa de su hábitat se oponía a los recién llegados y sus costumbres que arrasaban con todo lo que encontraban en el camino. Las condiciones bélicas que afrontaron los recién llegados, obligó a que cinco años más tarde, por orden de Domingo Martínez Irala, Gobernador del Río de la Plata, abandonaran el lugar. El segundo y definitivo inicio de la ciudad, la llevo cabo el 11 de junio de 1580, Juan de Garay, con el nombre de Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Ayres. José Luis Busaniche señala en su libro:” Historia Argentina”: “Con la fundación de la Santísima Trinidad quedó cerrado el ciclo de la conquista española en América, si con ello ha de entenderse un vasto plan de ocupación continental que, iniciado en las Antillas noventa años atrás, terminaba con la fundación de una ciudad en el Puerto de Buenos Aires y con las primeras exploraciones en la Patagonia”. Estos fueron los primeros días de la que permitió a Carlos Gardel Y Alfredo Le Pera, que le cantaran para siempre: “Mi Buenos aires querido/ Cuando yo te vuelva a ver/ no habrá más penas ni olvido.”
En mis visitas a la Sociedad Argentina de Autores y Compositores SADAIC, en su sede de Lavalle 1547, en la Capital de Tango, conté con la suerte de desarrollar una buena relación con el compositor Ariel Ramírez, el compositor y director de orquesta Atilio Stamponi, con el inolvidable Horacio Guarany, con Cesar Isella, entre otros creadores y difusores de la música popular argentina; con Leandro Darío Rodríguez Miglio, jurisconsulto especializado en Derechos de propiedad Intelectual. Una de esas tardes primaverales, porteñas, diferentes a las que, en las mismas horas del invierno, azotan al hemisferio norte; Ariel me invitó a la hora del almuerzo, pasé por el a SADAIC y enfilamos rumbo a la Nueve Julio, una de las arterias principales de la metrópoli de América del Sur, llegamos al Café de la Ciudad, cerca del emblemático Obelisco, Ramírez con sabiduría apuntó: “buena cocina, buen café, lugar de reunión de seres creativos”. En la charla de sobre mesa le comenté lo impresionado que estaba por el Informe titulado “Nunca más”, también conocido como “Informe Sábato” que documenta las atrocidades cometidas por las Juntas Militares, en una de las etapas más repudiables de la historia contemporánea argentina. Le dije a Ariel que el valor histórico, social, literario, del libro- informe con más de cincuenta mil páginas de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas CONDAEP, presidida por el Escritor Ernesto Sábato, autor del prólogo original de la publicación, que muestra las violaciones a los derechos humanos, la detención y desaparición de ciudadanos, de trabajadores, de mujeres, hombres, ancianos niños por las Juntas Militares, era un monumento a la memoria, para que “Nunca más” volviera a suceder la barbarie. El compositor de “Alfonsina y el mar” -con texto de Félix Luna- y otras, solo sonrió, mientras observaba a lo lejos…
“Hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad, es no resignarse”. Ernesto Sábato.
La narrativa argentina aporta a las Letras latinoamericanas y universales, una impresionante cantidad de obra y sus autores ocupan uno de los lugares destacados en la Novela Iberoamericana: los nombres de Borges, Cortázar, Bioy Casares, Juan José Saer, Alicia Steinberg, Liliana Heker, Ernesto Sábato, brillan con luz propia. Ernesto con: “Uno y el Universo” El Túnel”; “Sobre héroes y tumbas; “Abaddón el exterminador”; “El Ángel de las tinieblas”, del también físico, nacido el 24/ VI/ 1911, en La Rioja, Capital de la Provincia del mismo nombre en el noroeste del País Austral, constituía uno de los pilares que se singularizaba en la constelación de las letras pamperas, por su defensa irrenunciable a los valores y derechos de los humanos; por alzar la voz en contra de las políticas dictatoriales; en favor de la mayoría. Por lo tanto, resultó lógico que Raúl Alfonsín, Presidente Argentino lo nombrara Director de la CONADEP. Su labor al frente de la institución se propuso un objetivo plausible y encomiable, documentar lo que se había condenado a la persecución, a la tortura, la desaparición, por los jefes de los Gobiernos Militares, de 1976 a 1983, época de terror y muerte. En más de una charla externé mi admiración por Armando Tejada Gómez y por Sábato. Una tarde noche, de septiembre de 1985. Rodríguez Migilo, me invitó a tomar café y enfilamos los pasos al Café de la Ciudad, que ya se había vuelto parada habitual, en mis recorridos porteños. En el camino comentó el Doctor en derecho las platicas donde comenté mi admiración por Sábato, a llegar al establecimiento de la Nueve de julio nos colocaron cerca del centro; de pronto se levantó Darío a saludar a unos parroquianos que, frente a una aromática taza de la bebida, dialogaban sobre el regreso a la democracia que se vivía en la Argentina. Al regresar el hombre de leyes a la mesa comento: ahí se encuentra Ernesto, vamos a que lo saludes…
Conocer al escritor oriundo de La Rioja, es uno de las vivencias que habitan por siempre en mi mente; después de la presentación, el laureado autor con el Premio Cervantes 1984; en 1992 Galardón Gabriela Mistar de la OEA; en 1992, Doctor Honoris Causa Universidad de Buenos Aires, entre otros reconocimientos comento eres de la tierra del admirado, José Revueltas. Le dije a Sábato que su novela: “Sobre héroes y tumbas” publicada en 1961, me había atrapado desde los primeros renglones, por ser un texto reflexivo y una muestra de la realidad de los latinoamericanos, sobre todo de los argentinos, que desean la regeneración del hombre después de conocer el mal en toda su extensión. El autor esbozó una ligera sonrisa al escuchar mi comentario. Las primeras sobras nocturnas se deslizaban suavemente a través de los vidrios de la cafetería; Ernesto se despidió tenía que ir a su domicilio de Santos Lugares, de la Provincia de Buenos Aires, espacio donde falleció el 30 de abril de 2011. Le agradecí a Miglio por el detalle de la presentación y con un sabor de boca diferente, seguí con los alimentos.
Regresé muchas veces a la cafetería, algunas veces volví a encontrar a Ernesto, con su semblante taciturno; después de los habituales saludos habló de los problemas visuales que lo aquejaban y que le impedían leer con la disciplina con la que habitualmente lo hacía. Esa vez fue larga la charla, giro sobre Borges, Fuentes, García Márquez y sus técnicas de escritura; sobre Borges apunto: a José Luis hay que leerlo, sus expresiones orales muchas veces son fallidas o erróneas, como sus muestras de apoyo a la dictadura chilena o al régimen militar argentino, disparó con puntería verbal. Se definió al comentar que era: “Un anarquista en el real sentido del término: añadió: “la gente cree que anarquista es el que pone bombas, pero anarquistas han sido los grandes espíritus como ejemplo León Tolstoi. Este junio de 2023, recordé al escritor comprometido con la realidad y el lenguaje, cuando leí las últimas cifras de personas desparecidas y no localizadas en México proporcionadas por el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas, que indica que hasta el 10 de mayo del presente año se han contabilizado 3926 personas de las que existen denuncias por este hecho delincuencial macabro. Entonces pensé: a doce años de tu partida, que falta nos haces, Ernesto, para que tu pluma ayude a que “Nunca más”, vuelvan suceder la barbarie y la injusticia.