José Ingenieros (1877-195) fue un escritor argentino que leí en mi juventud. Su obra más interesante lleva por título “El hombre mediocre”. Una querida amiga me lo ha recordado. Y se lo agradezco, porque tiene una vigencia rotunda.
Es como retrato de López. Decía Ingenieros que el mediocre “nunca hace un juicio sobre sí, desconoce la autocrítica, está condenado en su módico refugio (…) El mediocre rechaza el diálogo, no se atreve a confrontar con el que piensa distinto. Es fundamentalmente inseguro y busca excusas que siempre
se apoyan en la descalificación del otro.
”Monologa y busca el aplauso. Posee la convicción de que él posee la verdad, la luz y su adversario el error y la obscuridad.
El mediocre es un resentido… La impunidad lo tranquiliza. La comunidad que gobierna, le facilita todo: La ignorancia y la rapacidad.
Diría yo que un mediocre como López enarbola la lucha contra la corrupción.
Pero está en sus entrañas y en las de los que lo rodean: familia, colaboradores… El mediocre es un hipócrita. Engaña y miente.
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José Ingenieros muere joven. A los 48 años. Atacado por una meningitis. En uno de sus últimos escritos, “Las fuerzas morales”, celebra la dicha de morir antes de envejecer.
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Gracias amiga, por recordarme aquellos tiempos en los que ocupé de ese genio que, amén de escritor, fue médico, criminalista y científico.