Pienso que todo mexicano que aspire a salvar la democracia de la tiranía, habrá celebrado un fallo de la Corte que puso freno a la primera parte del Plan B que propone López para hacerse del control del INE (Instituto Nacional Electoral). En efecto, nueve de los once ministros votaron por ese rechazo. A favor solo estuvieron la tristemente célebre plagiaria y Loretta Ortiz. La respuesta de López, como era de esperarse, fue violenta. Pataleó como esos niños a quienes se les niegan sus caprichos. “El poder judicial no tiene remedio… está perdido…Sólo vela por sus intereses y privilegios” aseveró el mandatario. Como si vivir en Palacio Nacional no fuera un privilegio que a los mexicanos nos cuesta 6 millones mensuales el mantenimiento de ese inmueble.
¡Cuán frustrado no habrá de sentirse el mandamás que ahora amenaza con imponer el Plan C antes de marcharse en diciembre del próximo año, mediante una reforma constitucional de la que está seguro lograr contando con la mayoría que la hará posible! Tal sería su legado para asegurar la continuidad de la cuarta transformación que, a fin de cuentas, nadie sabe de qué se trata, salvo que entendamos por ella una tragedia que agoniza.
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Por cierto, Norma Piña, presidenta de la corte acaba de recibir un reconocimiento de las mujeres jueces reunidas en Marruecos, a lo que López, en vez de sentirse orgulloso de ese galardón que le valió a esa gran mujer una lluvia de aplausos, respondió envidioso, cuando en una de sus insufribles conferencias matutinas se le preguntó que pensaba de esa distinción, que cualquiera podría obtener un reconocimiento en Santo Domingo, ese espacio ubicado en la ciudad de México donde se extienden toda clase de documentos apócrifos.
Lo peor es que cuando eso dijo, los ahí presentes –en la mañanera, digo– rieron como si fuera gracioso el comentario. ¡Qué bajo hemos caído! Cuánto odio se respira dentro de los muros de Palacio Nacional.