Fragmentos de ámbar del Cretácico inferior revelan que los escarabajos se alimentaban de las plumas de los dinosaurios hace unos 105 millones de años, lo que muestra una relación simbiótica de beneficio mutuo o unilateral, según un estudio que publica PNAS.
Una investigación internacional liderada por el español Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) estudió diversos restos de ámbar de unos yacimientos localizados en dos regiones del norte de España, Peñacerrada I (Álava) y El Soplao (Cantabria) y otra en el oeste, San Just (Teruel).
Gracias a la buena conservación que permite el ámbar se pudieron encontrar larvas de los antepasados de escarabajos derméstidos entre las estructuras filamentosas de las plumas o plumones de terópodos.
Este trabajo permite aumentar el registro fósil existente a nivel mundial, que es escaso, y profundizar en un aspecto relevante en paleontología.
“Son muy conocidas algunas de las relaciones simbióticas de los artrópodos con los vertebrados, por ejemplo, las de parasitismo de las garrapatas con diversos vertebrados”, señala Enrique Peñalver, científico del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC) y primer autor del trabajo.
Los dos grupos ahora estudiados coexistieron durante más de 500 millones de años. Los principales fragmentos de ámbar proceden de la localidad de San Just (Teruel) y contienen mudas de larvas de escarabajos entre las estructuras filamentosas de las plumas o plumones.
Las mudas de estas larvas se han relacionado con los actuales escarabajos derméstidos, una especie que constituye, actualmente, una plaga que destruye los productos almacenados o las colecciones secas de museos, ya que se alimentan de materiales orgánicos difíciles de digerir para otros organismos.
Los escarabajos derméstidos también juegan un papel clave en el reciclaje de la materia orgánica en el medio natural y se encuentran comúnmente en nidos de aves y mamíferos, donde se acumulan las plumas, el pelo o los restos de la piel.
Se infiere, por tanto, que las larvas de escarabajo vivían −alimentándose, defecando y mudando− en plumas acumuladas sobre o cerca de un árbol productor de resina, probablemente en un nido, añade el investigador del IGME-CSIC.
Las plumas conservadas con los restos de escarabajo pertenecían a un dinosaurio terópodo desconocido, ya sea aviano (un término que se refiere a pájaros en sentido amplio) o no, puesto que ambos tipos de terópodos vivieron durante el Cretácico inferior y compartían tipos de plumas a menudo indistinguibles.
Las plumas estudiadas no pertenecían a aves modernas, ya que este grupo apareció unos 30 millones de años más tarde en el registro fósil, durante el Cretácico superior.
Los investigadores estudiaron otras tres piezas de ambar, cada una de las cuales contiene una muda de escarabajo aislada de un estado más avanzado de maduración, pertenecientes a la misma especie, lo que ha permitido una mejor comprensión de la anatomía de estos diminutos insectos, explica David Peris del Instituto Botánico de Barcelona (noroeste).
Estos ejemplares fueron encontrados en otros dos yacimientos de ámbar del norte de España, en Peñacerrada I (Álava) y El Soplao (Cantabria), de aproximadamente la misma edad que San Just.
“La investigación muestra que lo más probable es que el anfitrión terópodo emplumado también se beneficiase de la actividad de las larvas de escarabajo que se alimentaban de sus plumas desprendidas, supuestamente en los nidos, implicando una cierta limpieza de los mismos”, concluye Ricardo Pérez-de la Fuente, del Museo de Historia Natural de Oxford.