Mira, ¿ya viste quién está ahí?, me dijo Lourdes Mendoza al entrar al restaurante “La Pigua” de Mérida, Yucatán (12 junio 2018), la tarde del debate entre los candidatos Ricardo Anaya, El Bronco, J.A. Meade y A.M. López Obrador.
En una mesa abigarrada estaban los hijos de Andrés Manuel. Comían alejados y discretos. Cerca de ellos, Marcelo Ebrard departía con otras personas. El sitio estaba repleto.
Saludé a Marcelo a quien no veía desde su prolongado destierro precautorio por el fiasco de la Línea 12, y tras un par de frases sin importancia –nos conocimos trabajando con Manuel Camacho en la prehistoria salinista—, de pronto me advirtió con aquilina mirada:
–Ya llegamos, ¿eh?; ahora sí cabrones, ya llegamos, ¿eh? Tan amenazadora frase me sorprendió, en especial por venir de quien iba a ser el jefe diplomático del país.
Tiempo después, hará cosa de un año, le contaba esa anécdota a una persona cercanísima a López Obrador.
–¿Ya llegamos? ¿Quiénes llegamos? ¿De dónde llegó Marcelo, de París? ¿Y los que sostuvimos aquí el movimiento desde hace tanto tiempo? ¿Qué se cree?
Todas esas interrogantes se me quedaron sin respuesta en la memoria. Yo no las puedo contestar ni me interesan los odios y rencores de los empleados del presidente escondidos o visibles. Es cosa de ellos, pero la condición pública supera los intereses personales, y en ese sentido la campaña de Marcelo Ebrard, la más aparentemente autónoma de todas entre los corcholatos y corcholatas, es también la más vulnerable. La cola es larga.
Y uno de los aspectos notorios de su empeño, ha sido la edición de un libro sobre el país y el camino, coincidente con la limitación impuesta por el presidente López Obrador para los aspirantes, a quién les ha advertido no hay más ruta que la nuestra, como decía el estalinista Siqueiros. Nada de zigzagueos, les advirtió oportunamente.
Y eso quiere decir, ni un ápice fuera de MI programa.
A López Obrador no le cabe en la cabeza la palabra sucesión.
Él sólo cree en la continuidad sucesoria, la prolongación, la extensión de su megalomaníaco proyecto de lograr –aunque otro lo haga– SU “Cuarta Transformación” y entrar a los libros de la historia, sin darse cuenta de lo obvio: ya entró. El tiempo dirá cómo.
De antemano los competidores deben renunciar a cualquier idea propia, pues como el Gran Hermano, como medida de todas las cosas, el caudillo inflexible e infalible, los estará observando desde Palenque.
Quien manifieste proyectos distintos desde ahora, planes por conquistar o personalismos ideológicos, no será elegido. Y como sólo no puede ser el agraciado (a), el concurso de fidelidad rodilla en tierra, es por ahora el juego de todos.
Y si el elegido traicionara desde la silla, se organizaría la revocación del mandato con el Ejército en las calles hasta 2028.
En cuanto al libro, llama la atención doña Elena Poniatowska, presentadora editorial, quien asume desde ahora el bando de Marcelo. Luego se adherirá a quien gane. Todos son sus amigos (as).
“…Que Marcelo haya puesto como su prioridad a uno de nuestros grupos más vulnerables es una clara muestra de su empatía por los olvidados de siempre.
“…El próximo abril se cumplen 16 años de la legalización del aborto en la Ciudad de México, y muchas feministas recuerdan agradecidas la congruencia de Ebrard y su valentía.
“Imposible para mí, presentar su nuevo libro: El camino de México sin mencionar su apoyo a las mujeres más olvidadas de nuestro país…”
Se le olvida a doña Elena el papel decisivo, desde antes, de Rosario con la llamada “Ley Robles”.
INAI
Mañana se presenta en el Senado Blanca Lilia Ibarra para rendir su último informe de actividades como presidenta del incompleto INAI.
Obviamente será un informe bajo metralla. Por mucho como Monreal lo haya “planchado”, no faltarán los talibanes cuatroteístas.
Suerte.