Por no sé qué razones, que solo están en su imaginación, López se considera un político de izquierda. Si realmente lo fuera, las feministas –quiero decir, las mujeres que luchan por sus derechos– serían sus aliadas. Por el contrario, las desprecia, agrede y ridiculiza: “son títeres de grupos conservadores”. Lo cierto es que la situación de la mujer en México es cada día más difícil. Las cifras de los feminicidios ha crecido en más de cien por ciento durante el sexenio de López. Su conservadurismo social, tal vez derivado de su postura religiosa. Nada congruente con la violencia verbal y respeto a los demás. No comprendo a un energúmeno cristiano. López desea ver a las mujeres insertas en el seno de una familia tradicional, ocupadas en sus labores domésticas, abnegadas criaturas cuidando a los hijos, a los abuelos…, indiferentes a los más de cien mil desaparecidos, calladitas frente a las políticas reaccionarias que les ofrece: la desaparición de las estancias infantiles, el cierre de los refugios para aquellas que son maltratadas en el seno familiar, levantando grotescos muros frente a Palacio Nacional, señal de su terror ante un probable vandalismo que no justifico pero me explico por el enojo femenino. El miedo denomina a López porque no tiene opción para controlar el descontento.
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El colmo es la calumnia a las mujeres que levantan la voz, inteligencias como la de Denise Dresser a quien López ha acusado de ser “agente de gobiernos extranjeros”. Denise tiene razón en acudir al juicio de amparo. Si prospera o no, es otra cosa. Pero hace bien en defenderse.
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Hace días comentaba con alguien acerca de la importancia de la palabra, de los abusos que, a menudo, esta implica y de las consecuencias que puede tener consigo. La propia Denise ha sido víctima de ese paso que va de la palabra a la acción. En una manifestación masiva la periodista y académica fue agredida por las huestes morenistas, sólo por ejercer su derecho a la crítica. ¿Una consecuencia de las provocaciones de López? Es evidente que el mandatario no soporta las voces disidentes. La verdad es sólo la suya, la que dicta cada mañana detrás del pódium o púlpito, quien quiera llamarlo el lector. Yo diría la plataforma de su misoginia.