Con mucha frecuencia se ha dicho, el presidente López Obrador actúa mediante distracciones y distractores.
Su estrategia –afirman sesudos analistas–, es mantener a los mexicanos entretenidos en asuntos de menor importancia y gran explosividad, para darle, por otra parte, salida a sus verdaderos actos de gobierno.
Sin embargo, como suele suceder en las personalidades anancásticas y obsesivas, como la suya, con frecuencia se pierde entre la percepción y la realidad.
Como hubiera dicho Karl Jaspers, la diferencia entre la percepción y la representación.
La primera proviene de fuera. Para percibir un objeto, necesitamos al objeto. La segunda surge de la mente, nos representamos el objeto, lo imaginamos y luego creemos estarlo percibiendo. Una patología, una alucinación.
Dicho de otro modo, el señor presidente termina por creer ciertas aquellas distracciones creadas con la finalidad de confundir o entretener a los demás. Y en algunos casos termina por creer sus propias fantasías, sus alucinaciones.
Un ejemplo de todo esto es la forma como ha aprovechado el caso de Genaro García Luna en Estados Unidos, para lograr una de sus obsesiones, quizá la más grande de todas, arrinconar y si se puede, encarcelar a Felipe Calderón.
No por la violencia en sí desatada durante su sexenio (tan grande como la actual o menor); no por la guerra, no por el combate al narcotráfico sin éxito alguno, no. Por el siempre invocado fraude electoral, ofensa de la cual ni siquiera el pleno poder presidencial ha podido aliviarlo.
Ayer por la mañana asistimos a un espectáculo insólito en el mundo de las percepciones y las representaciones: el presidente legítimo invita al presidente espurio a una conferencia de prensa en el Palacio Nacional. Delirio puro.
Distracción, dirán otros. Y es cierto, pero lo notable es el mecanismo mental puesto en marcha para llegar a ese punto
Si lo invito a dar explicaciones y no viene (como es obvio), entonces pruebo la verdadera finalidad de la marcha conservadora del pasado domingo: querían defender a García Luna. Ese pensamiento en espiral mueve los engranes del poder.
Esta es una muestra:
“–Sí, lo invito aquí, o sea, que nos explique su relación con García Luna…Y ahora, ahora si viniera aquí nos comprometemos a que no haya preguntas, nada más que dé su testimonio… ¿Y por qué decimos que aquí?
–“Bueno, porque fue presidente ‘haiga sido como haiga sido’, y no es para presumir, pero esta conferencia la ven muchos…”
Este recurso nos sugiere cuál será el camino por seguir. Una vez prendido del tema, no lo soltará en mucho tiempo, en todo el tiempo.
No importa si la justicia alcanzó a García Luna en Estados Unidos mientras aquí, a pesar de la vejez de todas estas evidencias, no se le había requerido ni para explicar siquiera una multa de tránsito. El ahora culpable de tantos delitos en aquel país, no tiene proceso alguno en México. Vivía sin molestia alguna en Estados Unidos, venía cada y cuando quería y nunca se le sugirió siquiera una casa en su contra.
Una vez capturado allá, las acusaciones mexicanas brotaron como hongos bajo la lluvia.
–¿Por qué la fiscalía mexicana no presentó denuncia alguna durante los primeros años de este gobierno? Eso nadie lo sabe. Pero lo visible ahora es el aprovechamiento político de todo este caso cuya dimensión será suficiente hasta para convertirlo en recurso permanente durante las campañas del próximo año.
Por lo pronto Calderón ha ofrecido una explicación lamentable. Digna de él:
“… lo que sí es cierto y describo ahí en el libro de ‘Decisiones difíciles’ es que, si es condenado (GGL) por las cosas que se le acusa, por supuesto que yo lo considero una verdadera traición y una deslealtad, y ahí asumiré mi parte de responsabilidad de haberlo nombrado”.
Como espectáculo circense una mañanera con Fox, Calderón y López Obrador, será maravilloso.