A mediados de los años 60’s pensaba que Cuba era una esperanza para el mundo. Leí varias veces un texto del ‘Che’ Guevara sobre el “hombre nuevo”, pasando por alto que era un ser vengativo, a quien se le conocía como ‘el asesino de la cabaña’. La realidad se impuso. Perdí toda ilusión. Fidel Castro se convirtió en un dictador abominable. Pero hubo gente lúcida como Gabriel García Márquez que siguió creyendo en el régimen hasta el final de sus días.
Entre nosotros, López aún siente empatía para esa sociedad decadente. Piensa que de no ser por el ‘embargo’ sería una ideal de convivencia, pese a que organizaciones humanitarias como Prisoners Defenders ha revelado que los muchos de los 60 supuestos médicos cubanos que hoy trabajan en Colima y Nayarit son en su mayoría militares y miembros de la Inteligencia secreta de la isla, que carecen de especialización. Son, por ende, Jefes de misión. El desquiciado macuspano pretende cubanizarnos. No lo logrará pero lo intenta. Su dictadura avanza. El desmantenimiento del INE es una prueba. Las concentraciones el domingo 26 del presente mes en más de cien ciudades en México, en el extranjero –los Ángeles, Londres, Berlín– le han dicho NO a su perverso plan B.
Nuestra Plaza de Armas, estaba repleta para no hablar de la ocurrida en el Zócalo de la ciudad de México. Aquí fuimos moderados, no así en aquel zócalo donde escuchamos el grito de “fuera López”, amén del Himno Nacional. ¿Se saldrá con la suya? ¿Somos unos ‘desfachatados’ como afirmó el inefable Adán Augusto López? Patadas de ahogado.
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Yo acudí a nuestra Plaza de Armas, y me alegró la presencia de jóvenes, pero también de los adultos mayores, a quienes, al parecer, no han seducido las dádivas electorales del ‘Mesías tropical’
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Alguna vez el dictador isleño declaró: ‘la historia me juzgará”. También juzgará a López y no será indulgente. Porque la historia abomina de los rencorosos y revanchistas. Caerá como el ídolo de barro que es.
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En un convivio familiar, alguien profirió un precioso refrán: ‘quien obra mal se pudrirá como tamal’. Pensaba en el delirante López. Creo que sí. Y todos soltamos la carcajada, en contraste con la rabieta de López que estalló en la mañanera del lunes, denostrando a los oradores del Zócalo: el exministro José Ramón Cossío a quien acusó de “corruptazo” y a Beatriz Pagés. El peleador callejero fue leal a su talante. Triste conclusión: México no tiene presidente, sólo un ladrón que nos quiere robar el voto como expresó la directora de la revista ‘Siempre’.