Entre los principales desafíos que afrontará el mundo en los próximos años se destacan la crisis del costo de vida, en particular en el corto plazo, y las dificultades para hacer frente al cambio climático y los riesgos ambientales, como la principal preocupación para la próxima década, según se señaló en el Foro Económico Mundial, recientemente realizado en Davos.
Ahora bien, estos riesgos se ven exacerbados por la velocidad de la desglobalización. Pero aún mas grave es el cambio climático que afectará en tres áreas claves como son los activos reales (Los activos reales son los activos tangibles, como por ejemplo los inmuebles. Se trata de activos que están ligados a la evolución de la economía real), la economía y la inflación. Y en particular, los activos reales, que comprenden las tierras de cultivo y el sector inmobiliario, quienes son los mayores productores de emisiones, pueden sufrir mayores impactos económicos y financieros.
Por otra parte, la transición energética es y seguirá en los próximos años siendo lenta, de ahí que se continuará con las energías fósiles y de ello, se desprende que habrá alzas en los precios del petróleo (que incluso subirá a 100 dólares por barril). Asimismo, los metales requeridos para la energía solar, eólica, la infraestructura de la red, los vehículos híbridos, eléctricos y las baterías también exhibirán incrementos en sus precios. De esta manera los precios en el petróleo y los metales van a agravar la inflación que ya se tiene.
Por su parte, el sector inmobiliario que es responsable del 40% de las emisiones mundiales y aunado a ello, se espera que para el 2050 existiran los edificios de hoy en día, por lo que se tendrá que hacer una transición para reducir sus emisiones y eso podrá tener un costo del hasta el 20% del valor neto de los activos de un edificio.
Además, los desequilibrios macroeconómicos por los eventos extremos ameritan cuantiosas inversiones en adaptación, lo cual induce el rebrote inflacionario.
Por otra parte, las nuevas imposiciones del impuesto al carbono (y la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles) no solo implica mayor presión inflacionaria, sino mayor tensión social, dado el traslado (total o parcial) del incremento a los consumidores. Aunque su introducción induce una menor contaminación, el impuesto resulta regresivo, ya que son los sectores sociales más empobrecidos los que destinan una mayor proporción de sus ingresos a la compra de combustibles o al transporte público.
Pese a esto, parecería que los mercados de futuro adoptaron la transición como irreversible. El financiamiento a las empresas petroleras se ha vuelto más caro, sea por el temor a los activos varados o por la irrupción de normativas más estrictas. Todo ello ha inducido una menor tasa de inversión, que en la coyuntura fortalece el precio de los combustibles y genera mayor presión inflacionaria. Ello debería acelerar la transición, sin embargo, no puede soslayarse que dicho proceso requiere tiempo, puesto que las inversiones son costosas. De una u otra forma, la transición produce efectos inflacionarios.
De acuerdo a varios informes se plantea la posibilidad de que los riesgos interactúen entre sí para formar una “policrisis” o crisis múltiple, que se define como un conjunto de riesgos relacionados con efectos agravantes y consecuencias imprevisibles.
Si bien consideran que el alza de los precios es el principal desafío para los próximos 10 años, el cambio climático agrega presión sobre esta dinámica. Uno de los ejemplos más palpables es la sequía que atraviesa la zona centro del país, que afecta a la producción de granos, de carne y láctea.
Asimismo, la rivalidad entre las grandes potencias por los recursos constituye un potencial generador de uno de esos grupos de riesgos relacionados.
Y otros de los 10 principales riesgos que se avizoran son el impacto de las migraciones involuntarias (como los desplazados climáticos), la desintegración social, la ciberdelincuencia. los aranceles ambientales y las hostilidades económicas entre grandes bloques comerciales.
Así que tenemos hoy en día una escalada inflacionaria, bajo un contexto de policrisis, en la cual, se encuentra plasmado el cambio climático. Pues la falta de mitigación y adaptación al cambio climático, las catástrofes, la perdida de biodiversidad, la perdida de recursos naturales y los daños ambientales a gran escala en la actualidad dominan dentro de los principales riesgos mundiales considerados como más graves en un periodo de 10 años.
Por su parte, Moody´s Investor Service ha estimado recientemente que las perdidas aseguradas por catástrofes naturales en los últimos 5 años alcanzan la cifra de 100 mil millones de dólares anuales.
Y en los reportes mundiales para el mes de febrero se asegura que durante la primera semana de febrero, el alza del precio de los alimentos y bebidas se desaceleró respecto de la anterior, al bajar el ritmo de aumento del 2,7% al 1,8% semanal. No obstante, el índice de alimentos y bebidas presentó una inflación mensual de 6% promedio en las últimas cuatro semanas.
En el caso mexicano, un vistazo cercano al índice no subyacente muestra que los precios de los productos agropecuarios crecieron 0,51% y los energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno, 0,62% a tasa mensual.
Y se estimó que en enero se registraron productos cuyos incrementos de precio han sido significativos, pues por un lado, los alimentos como el plátano (17,15%) y el limón (16,15%) y otros como el huevo, que aunque no figura en dicho reporte del Inegi, en las últimas semanas ha registrado subidas de 39% en el precio por kilogramo.
Y tal situación se puede ver agravada de continuar con una sequia en el territorio, pues según el reporte del SMN dio a conocer que 79.51% (del país) se encuentra en la categoría desde anormalmente seco, hasta con sequía excepcional.
Se estima que la probabilidad de tener un invierno seco o muy seco es de más del 50 %. Y por ende, de contar con muy altas probabilidades de tener nuevamente un evento de sequía a inicios de 2023 (en los primeros 6 meses del año).
Ante lo cual, hay que tomar medidas tempranas de prevención frente a la crisis y así evitar los peores escenarios. El sector ganadero puede optar por reducir sus hatos a tiempo; los agricultores, por sembrar cultivos menos susceptibles a la falta de agua o implementar tecnologías de riego más eficientes; la industria por implementar tecnologías de reciclaje y tratamiento; y la ciudadanía, puede reducir su consumo de agua en su vida cotidiana.