La frase la recordó un amigo entrañable: “un viaje por la noche oscura del alma”. Porque, amén de risas y reflexiones que sobre la vida hagamos para sobrevivir, no hay peor destino que nacer humano. Todo arte es sacrificio. Por ejemplo: “viajar al espacio, vivir novelas y soñar como nadie…” David Toscana visitó el disfrutable infierno de existir, mutando en los escritores rusos que homenajea y parodia en su libro El peso de vivir en la tierra.
No se asusten: la lectura es un gozo cuando las palabras suenan a poesía en prosa. No importa que a los escritores los persigan por su obra, o ahí donde cala el instinto asesino del Raskólnikov de Dostoyevski; o el presagio de la era industrial en la pieza El jardín de los cerezos, de Chéjov. Tuberculosos, alcohólicos, pobres sin futuro, perseguidos: los escritores rusos acompañan a Toscana en esta aventura de conquistar el espacio a través de un verbo hilarante e inteligente: el rompecabezas donde las letras y los personajes se amoldan a una historia que reescribe la “nueva novela rusa” inventada desde la Ciudad de Monterrey, donde nació el autor de El peso de vivir en la tierra.
Dice Toscana que “las ironías no funcionan con las masas”. Es verdad tal, que Mario Vargas Llosa es hoy pasto del mundo del espectáculo, aunque el peruano haya ingresado a la academia francesa. No hay tiempo para leer; el comentario tuiteriano suple cualquier nivel de profundidad, sin aforismo posible. Toscana clama por los libros, antes que el final de una vida vacua. Nicolái Nikoláievich Pseldónimov —su alter ego—, hace memoria de la literatura rusa y recuerda que alguna vez los seres pensaban y limpiaban sus almas, leyendo, sin pagar sicoanálisis. Las novelas/la poesía eran y son la vida; entonces hay que soñar con El peso de vivir en la tierra.
Resulta imposible reseñar las múltiples lecturas de esta obra coral donde se expresan tantas ideas y una sola premisa: leer es el último reducto para vivir terrenalmente sin sobresaltos, con esperanza, con ánimo atento. Vivir las vidas de otros para ser nosotros sin renunciar al yo individual que nos rescata del abismo de El peso de vivir en la tierra.
Felicidades al ganador del premio Mazatlán de Literatura.