La más reciente exhibición egocéntrica del presidente de la República en torno de la presidencia de Norma Piña en la Suprema Corte de Justicia puede mover a risa, pero también –y por contraste— a preocupación.
Por lo pronto a mí, me ha recordado aquel maravilloso poema de Jorge Hernández Campos llamado “El presidente”, cuyo texto, escrito en los puntos cenitales del presidencialismo priista, clasista, neoliberal, reaccionario, conservador y racista, fuchi caca–, me permito reproducir (incompleto) como una aportación al archivo literario (también incompleto) del Palacio Nacional, sobre todo por la alusión al parricidio (político), ahora tan en boca…
“…Pero no se trata de ti/con todo y todo/lo de nosotros fue otra cosa/te lo repito/te lo he dicho mil veces/y te lo dije a ti, cara a cara/que tu ambición/que lo pensaras/que por qué habías cambiado/que sobre los afectos/ está siempre la causa
“Y luego la Constitución/todavía fresca/habíamos jurado/tú cambiaste partido/ y a mí una noche/me insistieron/usted es el único que puede acercársele/usted es el único que puede salvar a la patria/si usted no se mueve quedará traicionada/ por siempre la causa del pueblo/ y habrá sido inútil la lucha la muerte/y el sacrificio de tantos hermanos
“Por eso lo hice ¿comprendes? /y porque yo no era yo en aquel instante/sino la mano armada de la nación/¡cras! ¡cras! ¡cras! ¡cras!/te hice justicia cuando vuelto de espaldas/encendiendo el cigarro/reías indefenso/ Ves, pues, que ni tú mismo/ podrías llamarme traidor/No te maté por interéspor envidia ni por granjearme la voluntad/del Caudillo.
“Y si después seguí adelante/con el llanto en el alma/si fui a las Cámaras/a la gubernatura/a la Secretaría/y llegué luego aquí/fue porque alguien/tenía que hacerlo
“Este pueblo no sabe/México está ciego, sordo y tiene hambre/la gente es ignorante, pobre y estúpida/necesita obispos, diputados, toreros /y cantantes que le digan:/canta, vota, reza, grita,/necesita/un hombre fuerte/un presidente enérgico/que le lleve la rienda/le ponga el maíz en la boca/ la letra en el ojo.
“Yo soy ese/Solitario/Odiado/Temido/Pero amado/Yo hago brotar las cosechas/caer la lluvia/callar el trueno/sano a los enfermos/y engendro toros bravos
“Yo soy el Excelentísimo Señor Presidente de la República General y Licenciado Don Fulano de Tal.
“Y cuando la tierra trepida/y la muchedumbre muge/agolpada en el Zócalo/y grito ¡Viva México! /por gritar ¡Viva Yo! /y pongo la mano/sobre mis testículos/siento que un torrente beodo de vida/inunda montañas y selvas y bocas/rugen los cañones en el horizonte/y hasta la misma muerte/sube al cielo y estalla/como un sol de cañas/sobre el viento pasivo /y rencoroso de la patria.
“Basta ya, déjame que raya el alba/Por una calle profunda baja un tranvía/exasperante como el insomnio/ ¿Aquellos disparos? ¡cras! ¡cras! / ¿Quién no muere? /Vuelve el sueño…/No No No/Hermano/dame a comer de eso rojo…”
Bellas y conmovedoras imágenes poéticas para describir el descarnado ejercicio del poder presidencial en un ámbito donde conviven la idolatría y la necedad; el egoísmo y la impunidad, cuya potestad envuelve, hechiza y seduce a un pueblo (lo llama Hernández Campos), ignorante, pobre y estúpido. Y hay muestras de todo esto, la verdad.
Pero el presidente –casi como quien engendra a los toros y hace caer la lluvia–, ha caído en un extremo ilógico de egolatría:
Vea usted:
“…La señora presidenta de la Corte, para hablar en plata, está [ahí] por mí, porque antes el presidente ponía y quitaba a su antojo al presidente de la Corte…”
Para entender este galimatías de la trascendencia de la inactividad o los futuros del no hacer, porque hasta cuando no se hace se hace algo, se deben hacer algunas preguntas.
¿La realidad es consecuencia de mis acciones o existe aun cuando yo no actúe?
Soy responsable por lo que hago, pero las cosas son consecuencia de mí, hasta de aquellas que no hago; soy el creador en presencia y en ausencia. Si algo existe, se debe a mi omisión de no haber hecho algo en su lugar. Soy el creador sin creación y tal es mi omnipotencia, que soy hasta cuando no soy.
Si yo no impuse a Yasmín Esquivel (o a quien fuera), en la Suprema Corte, mi las consecuencias de no hacerlo son también mis criaturas.
Alguien diría, es creerse el centro del universo, lo cual es cierto porque el universo no tiene centro, ni periferia.
“¿Estaría en el centro de la galaxia, donde está claro que las cosas son importantes, o al menos bien iluminadas?”, se preguntas Carl Sagan
–La respuesta es no. Estaríamos en alguna parte alejada de éste, en la extrema periferia, donde no se produce la acción. Ocupamos un lugar muy poco notable y atractivo en esta gran galaxia de la Vía Láctea, pero, desde luego, no es la única galaxia. Hay muchas otras, un gran número de ellas”.
Pero en el caso del sistema solar mexicano –eso es el presidencialismo–; un conjunto de planetoides en incesantes giros en torno del sol Ejecutivo, sin nadie para atreverse a orbitar fuera del cauce sideral de su peso, densidad y fuerza gravitacional.
Sólo hay un sol. Solo hubo un Big-Bang aunque haya varios agujeros negros. El presidente –hasta él lo cree–, es el alfa y la omega. Yo soy el que soy. Míos son el poder y la gloria.
Y así hasta el año 2004 cuando su gobierno ya no sea sometido a un análisis político, sino a la infalible autopsia de la historia.