La mañana del jueves cinco de enero del 2023, las noticias difundían los hechos violentos que a partir de las 4.a.m., sucedían en diferentes ciudades del Estado de Sinaloa, como consecuencia de una actividad policiaca, en el poblado de Jesús María, ubicado en el Municipio de Culiacán. Las crónicas de lo que se conoce como: “2º Culiacanazo”, ocuparon la primera plana de los informativos impresos; las noticas radiofónicas, visuales, virtuales, desarrollaron una tenaz cobertura del latente tema. La violencia, cáncer social, en el inicio del año que daba sus primeros días, abría sus fauces. Fue jueves, igual que el 15 diciembre pasado, fecha de mi cumpleaños setenta y tres, que pasé en la ciudad, heredera de la Villa de San Miguel; la que tiene como fecha oficial de nacimiento, el 29 de septiembre de 1531, la que dos años más tarde se cambió geográficamente a una confluencia de los Ríos Tamazula y Humaya, llamándose San Miguel de Culiacán.
La tarde cumpleañera, caía en la Ribera del Tamazula, dotando de colores a la compañía de Dante 2, Dante 1, Carla, Agustín Gama, con quienes compartía charla y productos del mar con sabor sinaloense. La plática giró sobre el motivo de mi estancia en esos tiempos otoñales en la Ciudad de los Tres Ríos, las conferencias “La canción popular mexicana, arte e identidad”, en la Casa de la Cultura de la Universidad Autónoma de Sinaloa; en el Centro de Estudios Sociales y políticos, Bacurimí, que fundara y dirigiera el recientemente fallecido, “Guardián de la Historia Sinaloense” y, que terminaría el viernes dieciséis, en el Centro Cultural Centenario, del ISIC. La referencia al Centro Bacurimí, permitió hacer énfasis en los esfuerzos que hacen los sinaloenses desde la Sociedad Civil, entre diversas trincheras culturales para plasmar el otro lado de la moneda, el distinto a la barbarie, como lo realizó el fundador y Director del Archivo Histórico del Estado, autor de una buena cantidad de libros; historiador, maestro; licenciado en economía; productor y director del programa radiofónico: “De la sierra al mar”; incansable impulsor y promotor cultural, Gilberto López Alanís- 2/XII/2022-.
Debo confesar que tengo un especial afecto por el Estado de los Once Ríos, ahí tengo familia, amistades, tareas realizadas, desde el año de 1971, donde fui invitado para dirigir el Taller de Poesía de la UAS; época de amistad y convivencia con Carlos Manuel Aguirre, escritor, Director de la Biblioteca Central; con el poeta y periodista sonorense, Alonso Vidal; con el historiador Antonio Nakayama; con la abogada Norma Corona, con Dolores Tiberman; con el autor y notario Pablo Gastelum, con el autor, empresario gastronómico, Gastón Rochín, entre otros, que desde diferentes espacios llevaban a cabo labores de apoyo a la creación, conservación, promoción de obras, que surgían entre los ciudadanos que del Sur al Norte, “De la sierra al mar” combatían lo trágico, con conocimientos y arte. De 2009 a al 2019, trabajé en el Pueblo Mágico, Mocorito – La Atenas de Sinaloa-, en la Capital de Estado y en otras ciudades sinaloenses en actividades culturales; mi participación en el Periódico Cultural, La Voz del Norte, me llevó a prolongadas estancias que me permitieron entablar vasos comunicantes con los que, igual que en la década de los setentas, luchan por impulsar, la cultura como bien social.
Desde hace muchos eneros, Sinaloa es considerado uno de los centros neurálgicos de las actividades de los narcóticos; sin embargo parece necesario mencionar que es uno de los motores de primera importancia en la producción nacional de productos agrícolas; en la industria turística, Mazatlán es su “joya de la corona”, que tiene en su catálogo de atractivos, en sitio especial a los Pueblos Mágicos de: Cosalá, Rosario, El Fuerte, Mocorito, que, ofrecen una panorámica de arquitectura, historia, arte, tradición, que se ha conservado a pesar del paso de los calendarios, en las costas del Mar Bermejo; en la majestuosidad de la Sierra Madre Occidental, azotadas por la inseguridad, los pobladores y pescadores resisten teniendo como única bandera: la vida.
Desde los inicios de la década de los setentas del siglo pasado- mi hijo primogénito cumplió cincuenta años- disfruto la lectura de obras de: Inés Arredondo, Ramón Rubín; José C. Valadez, Gilberto Owen, Enrique González Rojo; Jaime Labastida, Dámaso Murua, creadores que admiro y que forman parte del vasto mundo de la literatura sinaloense que día a día encuentra nuevas voces; me gustan las canciones de Alfredo Carrasco, Pablo Beltrán Ruiz; José Ángel Espinosa “Ferrusquilla”, Enrique Sánchez Alonso “El Negrumo”, de Fernando Valadez; de Ana Gabriel, Jesús Monarrez, Faustino López Osuna; las voces inmortales de Pedro Infante, Lola Beltrán, Amparo Ochoa, Chayito Valdez, que son algunos en la lista de privilegiados del canto popular, oriundos de las tierras bañadas por aguas del Golfo de California; la que baila con el ritmo de las bandas, con los grupos norteños; tierra donde nacieron los virtuosos de la danza: José Limón, Jorge Tyler; el insigne “Payo de Rosario” Pablo de Villavicencio ; el Académico, autor, periodista, funcionario, Genaro Estrada; el Ingeniero Juan de Dios Batíz; el pensador, Enrique “ Guacho” Félix; los músicos; Mario Patrón Ibarra, Héctor Hallal “El árabe”; “Chilo “ Morán, Enrique Patrón de Rueda; el actor y director Enrique Alonso, el dramaturgo Oscar Llera. ¡Cierto! junto a Jesús Malverde y otros personajes que gravitan en su historia cercana y vigente, en la otra página: Agustina Ramírez, Eustaquio Buelna, Salvador Alvarado, Rafael Buelna, junto a la presencia de: Antonio Rosales, Ignacio Ramírez, “El Nigromante”, Heriberto Frías, son de pruebas de la actitud social cotidiana e histórica, que se vive en Sinaloa, diferente a la del cinco de enero, que llenó de pánico y pólvora la fecha. Por eso estoy, de acuerdo con el licenciado y politólogo, Jacinto Pérez Gerardo que dice, (hay que difundir que en Sinaloa) “somos más los buenos que los malos “.
Llegaba la hora del final del festín marino; era el crepúsculo normal y culiacanense, con sus tonos pastel cielo; ahora sé, que le faltaron cualidades premonitorias, para intuir los acontecimientos que pasarían tres semanas después, donde las imágenes de vehículos incendiados, carreteras bloqueadas, pillaje, caídos en la contienda acentuaron el pánico ciudadano, llenando del humo de la destrucción ese otro jueves, donde solo existió una consigna: Quédate en casa, En la despedida del convivio familiar, observé a grandes iguanas del Tamazula que tomaban el sol con displicencia, mientras observaban a los parroquianos del comedero, que de vez en vez, les compartían un trozo de alimentos.
Como escribió Antonio Machado. “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, el de la tercera edad que tránsito, gran parte de su existencia se ha formado caminando, por lo tanto, para terminar de celebrar, decidí recorrer las calles de viejo Culiacán, ver llegar a la noche con el misterio con el que cubre las frondosas caderas de mujer “culichi”; respirar profundo como lo hacen los seres de estos rumbos; observar en las calles a los jóvenes que, tomados de la mano, con caricias derrotan al infortunio. El mundo seguía su marcha; la violencia esperaba agazapada, era otro jueves…