Un Macguffin, es una expresión acuñada por el genial cineasta Albert Hitchcock, para referirse a lo que en cinematografía es solo una excusa en el argumento para el desarrollo de la trama y los personajes, pero carece de relevancia por sí misma. Es solo un distractor para centrar la atención en los personajes y a partir de ahí desenvolver una historia en la que lo que menos importa es el macguffin.
Sin ser literal, podemos poner el ejemplo de su película Psicosis, en la que la mujer huye con un dinero robado, y llega al hotel donde se desarrolla la trama, pero ese dinero y el robo pasan a ser intrascendentes.
Un ejemplo de macguffin a la mexicana, lo encontramos en el famoso avión presidencial y su venta, que luego pasó a ser rifa y que ahora ahí sigue con toda su intrascendencia, pero que dio lugar a toda una trama que involucró a empresarios, obligados a comprar boletos por millones, instituciones como la ONU y la Lotería Nacional con los premios no entregados o no transparentados. El avión presidencial convertido en macguffin para distraer la atención del desastre provocado por la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México.
Y siguiendo con las analogías cinematográficas y en tono con el título de esta colaboración; “wag the dog”, que literalmente se traduce como “menea el perro”, es el nombre original de una película que en México llamaron “Escándalo en la Casa Blanca”, actuada por Robert de Niro protagonizando a un avezado consultor político y Dustin Hoffman encarnando a un productor cinematográfico. En ella, la trama versa en cómo a escasas dos semanas de la elección presidencial, el presidente de los EUA, que aspira a la reelección, se ve inmerso en un escándalo de abuso sexual.
Para contrarrestar el efecto negativo que está teniendo en la intención de voto, llaman al experimentado consultor, que a su vez procura al connotado productor cinematográfico y entre los dos, inventan una guerra ficticia contra Albania con un tema musical y una falsa filmación y procuran que los medios le den difusión extrema, con lo que la tendencia negativa se revierte en apoyos para el presidente y se diluye el escándalo sexual. La ficción creada llega rápidamente a su fin por la intervención de la CIA, pero entonces crean otro engaño diciendo que tras la guerra uno de los combatientes quedó rezagado y su rescate se vuelve una prioridad nacional; este distractor también funciona y el presidente es reelecto. La trama tiene más vueltas y les recomiendo a los lectores busquen la película porque vale la pena, pero aquí nos sirve para señalar el efecto que los distractores tienen sobre la opinión pública y como sirven para crear percepciones que favorezcan las pretensiones y ambiciones políticas.
En México tenemos más de cuatro años viviendo en la percepción de un cambio y hemos sido víctimas, innumerables veces, del efecto distractor de las conferencias matutinas y las cortinas de humo que se tienden para ocultar realidades.
La primera al inicio del sexenio, cuando por el desabasto de gasolina, provocado por la inexperiencia de quienes ordenaron suspender las importaciones, se inventó una guerra contra el guachicol y se compraron mil pipas, sin que a la fecha se haya detenido el tráfico ilegal de combustibles.
La última de ellas con la introducción de la Guardia Nacional al Metro de la Ciudad de México y a la invención de sabotajes, para salvar la imagen de la discípula consentida y contener la caída en sus índices de aprobación, que en este mes disminuyó en 5 puntos. Y para ello sirvió el “macguffin” de unas aspas de lavadora arrojadas por una usuaria y hasta un envase de lata resbalado del andén.
En esta administración hemos sido sujetos de la más hábil de las manipulaciones sociales con la imposición de una realidad alternativa. El 23 de diciembre se alcanzaron las mil conferencias mañaneras conducidas por el presidente, y en promedio se le contabilizan 94 afirmaciones por día, que no tienen sustento o no pueden ser comprobadas
Se le atribuye a Henry Kissinger que cuando él se presentaba a las ruedas de prensa iniciaba con un saludo seguido de la frase: “¿cuáles son sus preguntas para mis respuestas de hoy?”, con lo que se daba por sentado que no importaban las preguntas, porque él ya tenía un mensaje que dar y lo daría sin importar los cuestionamientos. Eso es lo que pasa todos los días en este país y en este régimen, en el que la opacidad y la falta de transparencia han sido su signo, lo importante es dar el mensaje que fije percepciones, porque para enfrentar la realidad se tienen otros datos.
Y si la realidad se impone, pues entonces a menear al perro, a echar mano de los macguffins, a sacarle provecho al efecto distractor de los embates de conservadores y aspiracionistas, a la ficción de sabotajes y conspiraciones para ocultar que las cosas no van bien. Salvar una precandidatura que se cae, ameritó desplegar 6 mil guardias en los andenes del metro. ¿Cuál será la próxima cortina de humo para salvar uno más de los fracasos, o para justificar la ineficiencia de un fiscal federal que no ha reducido la impunidad y no despacha desde hace tiempo en su oficina?