Las señales económicas en México no van bien. Los indicadores publicados por el propio gobierno así lo indican y la retracción en diversos sectores es un hecho. Pese a lo que se dice en las prédicas mañaneras, el hecho de que el peso se mantenga fuerte frente al dólar no es signo de vigor en nuestra economía, sino de debilidad en la de USA, y responde, su fortaleza, fundamentalmente a dos razones: la política económica del Banco de México que mantiene alto el diferencial de rendimientos respecto a los que ofrece el país vecino y al crecimiento de las remesas que se reciben del exterior.
Por lógica, si el peso ofrece mejores utilidades para el inversionista este incrementa su demanda de pesos y reduce la de dólares y eso causa la fortaleza del peso, no las acciones del gobierno.
Actualmente, la tasa de interés que se paga en México está en 10.50 puntos, mientras que la de USA se fija en 4.50 una diferencia de 600 puntos base, que son más que atractivos para un inversionista especulador.
Por otro lado, las remesas que en 2022 ascendieron a 58 mil 400 millones de dólares, al ser traducidas a pesos influyen en la flotación de la moneda disminuyendo la demanda de billetes verdes. Eso causa la fortaleza del peso que no puede acreditarse de ninguna manera a mérito alguno del gobierno, como no sea el manejo conservador de las finanzas, sostenidas con alfileres.
El alto nivel de las tasas de interés mexicanas, ha logrado también frenar el éxodo de capitales, que entre 2020 y 2021 llegó a los 515 mil millones de pesos y en cambio, por los altos rendimientos, durante 2022 se recibieron 73,530 millones de pesos, equivalentes a 3 mil 840 millones de dólares por concepto de compra de bonos de deuda gubernamental, la mayoría de largo plazo, es decir que el gobierno recibe dinero que habrán de pagar los gobiernos posteriores.
Por eso afirmo que México no va bien aunque el presidente presuma la fortaleza del peso como señal de que sí, porque la inyección de las remesas a la economía, aunada al fuerte gasto en los programas de subsidios gubernamentales y la retórica presidencial han creado una falaz realidad, conveniente solo para sus propósitos electorales y no para la buena marcha del país. Si la vida nacional habrá de depender de subsidios y remesas del extranjero, que flaco futuro nos espera.
Si sumamos los 54 mil millones de dólares que ingresaron por remesas, que van directamente al gasto familiar, con los 40 mil millones de dólares repartidos en 74 programas de subsidios, son en conjunto 94 mil millones de dólares que han ingresado a las familias, directamente, de creer en la propaganda gubernamental, pero nótese que la participación de las remesas sigue siendo superior a la aportación del gobierno, y desafortunadamente no han logrado incidir en la disminución de la pobreza y la desigualdad. Han soportado el consumo interno y con ello puesto los alfileres a la economía, pero no construyen ni un solo peldaño para el ascenso y la movilidad social.
Profundizando más en el impacto de los subsidios gubernamentales, la organización México Evalúa, al analizar la distribución geográfica de los subsidios encontró que de los 781.3 mil millones de pesos presupuestados en 2022, 495.9 fueron a parar a la Ciudad de México, 8.9 a Jalisco, 7.3 a Nuevo León, 7.1 a Puebla, 6.6 al Estado de México, 6.6 a Sinaloa, 5.8 a Veracruz, 4.9 a Michoacán, 4.4 a Chiapas; 67.2 a otros estados y al extranjero y 166 mil no están distribuidos geográficamente, son discrecionales, forman la bolsa generosa del presidente.
La disparidad es evidente y el criterio electoral también, los estados nombrados tienen los más altos padrones electorales, lo que confirma lo dicho por el presidente, no se trata de una ayuda sino de una estrategia política electoral. El 15% del presupuesto programable se destina a mantener una clientela en perjuicio de la vida institucional del país. Porque no podemos eludir el hecho de que la calidad y cantidad de los servicios que presta el sistema de salud ha disminuido, que serán varias generaciones que no contarán con el esquema universal de vacunas y que cada vez más gente recurre a los consultorios de las farmacias y a los estudios de Salud Digna y el Doctor Simi como sustituto ante la carencia institucional.
Como tampoco se puede evadir el hecho de que el sistema educativo vive sus peores momentos en cantidad y calidad de la educación y que la ciencia y tecnología son desdeñadas por prejuicios ideológicos. En general, no se puede negar que hay un evidente retroceso en la calidad y cantidad de los servicios institucionales que el gobierno debe prestar.
Pero para el presidente vamos bien porque el peso está fuerte y los mexicanos ganan más porque se aumentó el salario mínimo, a costas de los empresarios, y anulado de inmediato por la inflación, mientras presume obras que no se terminan, y el sexenio se encamina a dejar todo a medias, como las grandes obras, aeropuerto, trenes, refinería, construidas a sobre costo y con utilidad relativa. Flaco balance para un gobierno que levantó tantas expectativas pero se pasó los años culpando a los anteriores.