La actitud del ex subsecretario de Gobernación, Ricardo Mejía Berdeja, cuya salida le dio un paso irrefutable a la militarización de la (in) Seguridad Ciudadana con su reemplazo por el general Luis Rodríguez Bucio (para eso se manipuló la Constitución), y el cambio de mando en la Guardia Nacional, ahora en manos del general David Córdova, sigue siendo del todo incomprensible.
Solamente una inteligencia limitada podría haber cometido tantos errores y bandazos. Y Mejía tiene muchos defectos, pero idiota no es.
Hace unos días describimos aquí el fervor con el cual el presidente defendía a su entonces subordinado estelar: Todo eran elogios y distinciones. Ayer lo fustigó con el látigo de su desprecio (linda y original frase).
Y si no fuera poco el desdén, basta leer las palabras de apertura de campaña de Armando Guadiana. De Iscariote y vil traidor, no bajó a Mejía.
Pero si la palabra presidencial de hace un mes era edulcorada y elocuente en favor y elogio del ahora mal visto disidente, cuya ambición lo impelió a cambiarse camiseta otra vez, como si dejar a Dante ni hubiera sido suficiente, la amargura presidencial le dio lugar a la triste expresión del desprecio:
“…Se fue Ricardo Mejía, ahora sí que no me dio ni el adiós, nada más me mandó un papel, sí, y quiero también aclarar de que yo no me meto en cuestiones partidistas, pero en lo que corresponde al partido del cual tengo licencia, hay un procedimiento que yo apoyo, porque fui el creador cuando fui dirigente de ese partido de que se eligiera a candidatos mediante encuestas…”
Compare usted esta frialdad con la cual el presidente acusa a Mejía de actuar como “chacha”; es decir, largarse sin decir ni siquiera “adiosiñora” o en este caso “adiosiñoresquenomiallo”:
Decía el señor presidente con todo el poder de su intimidante fama de hombre bien informado:
“… Va a continuar Ricardo como subsecretario de Seguridad Pública, nos ayuda mucho, le tenemos toda la confianza, pero además me va a representar en Coahuila, porque tenemos proyectos que son muy importantes para el pueblo de Coahuila…”
Pues los proyectos en los cuales lo iba a representar deben ser tan importantes para el pueblo de Coahuila como para olvidarse de ellos en menos de un mes…”
Así pues, tanto error, tanta vocación por el dislate, tantas percepciones equivocadas no caben en las superiores inteligencias de Morena, excepto si se trata de una jugada de sacrificio.
Siempre será mejor perder por una división interna a la cual culpar y no ser abrumado por los votos de la bien aceitada maquinaria del PRI en Coahuila, dígase cuanto se quiera del “moreirato” y esas patrañas. Riquelme y Manolo Jiménez tienen buena fama entre los suyos.
SUBDESARROLLO
La historia –a veces bufa y en momentos trágica–, de la ministra Yasmín Esquivel y su indecible desastre ético, solamente se puede comparar con las tibiezas erráticas de la UNAM y la inquina de la presidencia de la República. Ambas juegan al voleibol con sus respectivos prestigios y capacidades o si se quiere con sus incapacidades.
La autónoma universidad no tiene herramientas jurídicas para resolver sus problemas. Una pandilla fraudulenta fabrica tesis profesionales y regala títulos (o los vende), y nadie puede hacer algo para anular lo fraudulento, lo falso, lo tramposo. Eso es una vergüenza del subdesarrollo institucional. Y el gobierno federal tampoco porque dice carecer de un pedimento judicial.
Uno por interés político de atacar a la “hamburguesada” institución; la Rectoría por no enfurecer aún más al presidente protector de la fullera, pero las cosas se quedan en el ámbito de la incompetencia, mientras ella se envuelve en la toga como si fuera Juan Escutia.
Esa es otra exhibición bananera.
Ante estas muestras de subdesarrollo recuerdo a mi amigo Agustín Barrios Gómez, embajador en Canadá y Suiza, quien decía, “somos afriquita …”