Muchos años atrás, cuando no existía el mecanismo de cooperacion trinacional entre los países de Norteamérica, el Primer Ministro de Canadá, Pierre E,. Trudeau, padre del actual dirigente canadiense, Justin Trudeau, resumía en pocas palabras la condición geopolítica de la parte norte continental:
“México y Canadá son dos grandes naciones, separadas únicamente por los Estados Unidos”.
Hoy, con un tratado vigente entre las tres naciones, el heredero de aquel carismático Primer Ministro, y heredero del cargo, dice con sencillez pero con brutal contundencia: el presidente de México no entiende.
Explica:
“…Tanto el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, como yo, vamos a ser bastante claros con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de que esto debe entenderse como una forma de ayudar a México a desarrollarse para atraer inversiones de empresas en Canadá y Estados Unidos… Entiendo que quiera poner más énfasis en las empresas de energía estatales”, pero esto tiene que hacerse de manera responsable, de una manera que entienda que él es parte (del TMEC) y tiene que cumplir con esas reglas”.
Y todavía agregó algo:
“…Las empresas canadienses invirtieron alrededor de 13 mil millones de dólares canadienses (9 mil 675 millones de dólares) en infraestructura energética. En México, 5 mil millones de dólares canadienses son específicamente en energías renovables”.
Todo lo anterior significa nada más una cosa: para la parte canadiense la utilidad del tratado no es retórica; es económica, industrial, energética.
Lo novedoso en esta visita es cómo alguien diría: el modito.
Trudeau no le dice usted no entiende, pero lo da a entender: “…esto tiene que hacerse de manera responsable, de una manera que entienda (AMLO) que él es parte (del TMEC) y tiene que cumplir con esas reglas”.
La prensa dice:
“El año pasado, ambas naciones iniciaron conversaciones con el país latinoamericano para resolver disputas en virtud del acuerdo comercial de Norteamérica, TMEC, aduciendo que las políticas mexicanas sobre energía son discriminatorias y socavan a las empresas extranjeras”.
A ese respecto Trudeau opina: es comprensible el fomento a las actividades de las empresas públicas, pero deben respetarse el tratado y su obligatoriedad.
Nada más le faltó decir: no entiende que no entiende.
FURIA
Como si el accidente mortal del Metro fuera responsabilidad ajena a quien administra el Metro desde hace tres décadas (Cárdenas, Robles, López Obrador, Encinas, Ebrard, Mancera, Sheinbaum), los gobernadores de Morena –además de otros talentos de la IV-T como Ignacio Mier, Citlali y Patricia Armendariz, la más obsequiosa de todos (entre otros)–, galopan en tumultuaria y manadera respuesta y le manifiestan su solidaridad a las víctimas (por no dejar) y a Sheinbaum a quien la oposición (clasista y racista), quiere culpar y linchar.
Así manifiestan su gregaria convicción:
“…Respaldamos a la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y a las y los servidores públicos que han priorizado desde el primer momento la atención a las víctimas y que trabajan para restablecer el servicio del Metro…
“…Condenamos (haciendo política) el uso político y faccioso que la oposición ha hecho de este accidente. Es reprobable e inmoral que se busque lucrar con el dolor de las familias para sacar raja política atacando al Gobierno de la Ciudad”.
“Priorizado la atención a las víctimas desde el primer momento”, dicen; “inmediatamente se puso al frente del problema”, opina PA.
Estos no se dieron cuenta de dónde andaba la señora en los primeros momentos. Pero no importa, nada habría hecho diferente.
Como dijo Miguel Alemán cuando no acudió a la escena de una explosión en Veracruz:
–No soy bombero.
Claudia tampoco; ella es corcholata.
RELACIONES
El 29 de enero de 1944 se hizo oficial el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Canadá y México. El primer embajador mexicano en Canadá fue Francisco del Río y Cañedo, y el embajador canadiense en México fue W. F. A. Turgeon, ex embajador canadiense en Santiago de Chile.