Qué pena me dan quienes hacen leña del árbol caído. Así me parecen quienes, como varios comentaristas que hoy aparecen en la prensa y hablan del papel del Papa Ratzinger en el momento que le tocó ser cabeza de la Iglesia Católica, y sólo se refieren a su conservadurismo en su postura respecto a temas como la homosexualidad, sin poner en la misma canasta a quien nunca contestó las cartas de las demandas sobre los delitos, no pecados, de los pederastas que tienen nombres y apellidos dentro de colegios, seminarios y hospicios y aún de alianzas políticas y crímenes mayores y ahora se encuentran elevados a los altares. ¿Cómo se califica o se llama eso?
De poca valía es para muchos, lo que de algún modo dejó entrever la renuncia de Benedicto XVI en febrero de 2013. Sabía demasiado de los problemas internos del Vaticano, no sólo de los que conciernen a conceptos como la sodomía, para ponerlo en términos bíblicos, (Martel, 2019) sino a los financieros y económicos, por decir, más mundanos y terrenales; y también sabía que ponía en riesgo su propia vida, como había sucedido a otros en su lugar, y la tranquilidad a la que se acostumbró en los últimos años de su larga existencia: leer y escuchar buena música, como la de Mozart y Beethoven, sus favoritos, al lado de sus gatos que lo acompañaron en sus aposentos en los jardines de esa ciudad bella y prohibida que es la Ciudad del Vaticano.
Benedicto XVI tuvo las agallas y velada valentía para retirar a Marcial Maciel de sus funciones, cosa que no hizo su antecesor; ordenó una investigación sobre las actividades de la orden que ese personaje incalificable, fundó. Y en ese mismo tenor se hicieron indagaciones que no llevaron a nadie a prisión. Tal vez pudo haber hecho más. Es posible. Los tiempos no siempre son los mismos. Tampoco alguien con más temple, como el Papa Francisco ha hecho mucho al respecto.
Es posible que no veamos una verdadera justicia para las víctimas de abuso y pederastia, en este mundo, como tampoco hemos visto que alguno, o alguien acuda a instancias y tribunales internacionales para denunciarles, como ha sucedido con otros ministros de otras denominaciones religiosas, que se encuentran sentenciados en países con un aparato de justicia más expedito.
El Papa Emérito, cuyo carisma no agradó a las masas, cosa que su antecesor sí supo explotar con creces como figura mediática, haciéndose paisano hasta de nosotros los mexicanos, el teutón fue un hombre cuya inteligencia reflexiva sobre los temas de la teología lo hicieron el invitado preferente de universidades, seminarios e instituciones, donde se alimentan las mentes más lúcidas del planeta como la de Jürgen Habermas y se debaten los temas más escabrosos de la filosofía y la teología. Temas que ni usted ni yo podríamos entender de entrada, si acaso pudiéramos estar allí. Desde esos espacios, Habermas sostuvo un diálogo con Ratzinger en Carta al Papa. Consideraciones sobre la fe, (Habermas, 2008) en el que, por lo menos hasta hoy, no se conoce de alguien que haya debatido sobre la ética, el ciudadano y la religión y en el que participaron varios filósofos más, que han enriquecido el entendimiento sobre el papel de la religión en nuestro tiempo. Desde mi perspectiva, creo que Habermas no habría debatido con alguien que no tuviera su estatura intelectual, de manera que no alcanzo a ver el conservadurismo de Ratzinger que ven otros. Lo que si presiento es su humildad y sabiduría para darse cuenta de que no podría hacer nada por corregir las abominaciones del reino de Babilonia. Esa creo, es la gran enseñanza de Benedicto XVI, quien, contra toda opinión a lo largo de varios siglos, supo retirarse a tiempo; tal vez vencido por los demonios que rondan a la institución; tal vez aceptando que todo era inútil como muestran hoy sus detractores que le critican cuando ya no puede defenderse. Su mejor defensa fue el silencio. Si fuera posible, abogaría en el cielo por quien, no teniendo fuerzas para hacerlo, se fue a descansar fuera del barullo de una institución cada día más necesitada de transformación y que no puede dar respuesta, por más que lo pregona, a quienes buscan a Dios.
Habermas, J. (2008) Carta al Papa. Consideraciones sobre la Fe. Paidós Ibérica. Madrid
Martel, F. (2019) Sodoma. Poder y Escándalo en el Vaticano. Roca Editorial. Barcelona
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