Aun no llegamos a un cuarto de siglo en el nuevo milenio y la vida cotidiana de todos nosotros ya es completamente distinta a la que teníamos hace 20 años. Tenemos a nuestro alcance tecnologías que nuestros padres jamás soñaron tener. En un celular caben más de 100 libros, unas 12 películas, más de 10 mil canciones, y millones de fotografías. Ahí tenemos acceso a todo, tiendas, consultas médicas, educación, viajes, todo lo que nos podamos imaginar esto sólo en el mundo de lo inmaterial. En lo material, el siglo XXI es el más privilegiado de la historia, tenemos una capacidad inmensa de producir cosas que nos generan bienestar y tranquilidad: desde alimentos hasta productos para la higiene personal, pasando por juguetes, aparatos, casi cualquier cosa que te puedas imaginar está siendo fabricada por alguien en algún lugar del mundo.
Pero no todo es bueno, para las personas que habitamos el siglo XXI. Tanto lujo y tanto confort, el acceso rápido a todo; tiene un precio. Y alguien tiene que pagarlo.
Nunca en la historia nuestros ríos habían estado tan contaminados como ahora. Nuestro aire nunca había estado con tan mala calidad como la que hoy tiene. Nuestros veranos jamás habían sido tan calurosos y nuestros inviernos tan fríos. Nuestras ciudades se hunden o se inundan. Y nuestras tormentas son más devastadoras. En los últimos 40 años han desaparecido más 748 especies del planeta. Y ni hablar del costo de vidas humanas que nos cobro la pandemia de covid 19. Lo que nos está costando el siglo XXI es incalculable.
Así como nos toca gozar de los privilegios del siglo XXI, vamos a tener que pagar las consecuencias.
Quedan exactamente 10 días para terminar el año, para cerrar este capítulo llamado 2022; un año que nos siguió sacudiendo después de la pandemia y el cual también nos llenó de duras lecciones, la primera el planeta no puede seguir calentándose al ritmo al que va, ni nuestros recursos sobre explotándose de esta manera, otra clara enseñanza colectiva sin duda fue el entendimiento de que sin empatía nada bueno puede surgir y que a pesar de que tod@s vivamos realidades completamente distintas y que no hemos elegido como nacer, si podemos elegir quien queremos ser, en el punto en el que estemos podemos optar por intercambiar el desperdicio por el aprovechamiento, haciéndonos cargo de lo que cada uno puede hacer es un gran avance, y un gran propósito para arrancar este próximo 2023, y aunque últimamente nos hayan enseñado a juzgar el privilegio y nos han empujado a tener sociedades divididas, este siguiente año cambiemos el paradigma y busquemos tener un cambio de mentalidad para que cada uno de nosotros desde nuestras posibilidades seamos promotores de cambios de hábitos, que dejemos de seguir alimentando al gigante que nos esta devorando; el consumismo y evitemos sobre todo en estas fechas consumir lo que no necesitamos.
Empezando por disminuir el consumo de fast fashion que en los últimos 20 años ha crecido en un 400% , ver la segunda mano o el rehuso textil como sinónimo de visión y no de carencia; despertar la creatividad y dormir a la moda. La única manera de dejar de pagar el costo del consumo, es dejando de comprar las cosas que no necesitamos.
A las generaciones que estamos vivas nos ha tocado disfrutar de la gran fiesta del siglo XXI, pero ahora nos toca pagar la cuenta. Y sólo hay dos formas para que nos alcance: o ahorramos, en todos los sentidos, ahorramos dejando de consumir lo que no necesitamos, o nos endeudamos de por vida comprometiendo la existencia de las futuras generaciones.