Una verdadera plaga son los daños causados por el robo del tubo de cobre al interior de las viviendas ocupadas y desocupadas, de día o de noche, en la periferia, en el centro, en las colonias y en las comunidades, de cobre y cualquier material ferroso: placas, nomenclaturas, coladeras, cable de conducción eléctrica, lo que sea que pueda ser vendido rápido por los maleantes a los chatarreros.
El cobre es metal extraído de minas y su valor deriva de su alta conductividad eléctrica y porque se puede reciclar un número casi ilimitado de veces sin que pierda sus propiedades, tanto así, que es el tercer metal mas utilizado en el mundo, detrás del hierro y aluminio, quizá por ello, el robo de cobre es un mal que afecta a muchos países, la diferencia es que en el nuestro no es tan castigado ni prevenido, por lo que en los últimos tres años se triplicó el número de carpetas de denuncia de objetos de cobre destinados al servicio público, aunque en Querétaro no se incluye este agravio en la lista de delitos a pesar de haber resentido daños considerables al quedarse colonias completas sin luz por el robo de cables subterráneos, incluso ha sido causa de muerte de uno que otro delincuente, y el desmantelamiento paulatino de esculturas y coladeras, que también han ocasionado tragedias al quedar al descubierto fosos de drenaje.
Como suele suceder, el robo al erario público afecta, pero el ciudadano no lo resiente directamente como pasa con el robo hormiga ejecutado en casas habitación y pequeños comercios, como ferreterías y tlapalerías en donde han robado el tubo de cobre que estaba a la venta. Este tipo de hurto implica la destrucción de chapas, puertas, candados, daños a tinacos, cisternas, tiradero de agua y por supuesto el coraje por la impunidad con que vienen y van los delincuentes que buscan este tipo de metal porque no pesa, es maleable, difícil o imposible de rastrear y el chatarrero lo toma sin escrúpulos, incluso, bien sea éste o un intermediario lo paga en casi nada, apenas para un grano de “cristal” que en la mayoría de las ocasiones es lo que persigue el ratero que lo extrae, porque al final de cuentas también es ratero el intermediario, el chatarrero, el que le compra a éste y así sucesivamente hasta el reciclador final, es decir, todos los implicados en esta cadena delincuencial enseñan el cobre, incluyendo las autoridades que no supervisan este tipo de negocios, ni de dónde viene ni a dónde va, ni en que lo transforman, ni cómo y quiénes lo vuelven a vender.
Esta faceta delincuencial es difícil de denunciar ante la certeza de que es pérdida de tiempo por los nulos resultados, sin embargo el grado de afectación debe mover a las autoridades a establecer mecanismos que obliguen al chatarrero, primer comprador formal, a registrar a su “proveedor”, una fotografía no estaría mal, copia de su identificación o que se le castigue por comprar robado, algo, lo que sea que evite que se siga extendiendo la delincuencia y con ella la impunidad Al tiempo.