La marcha de ayer fue un claro mensaje a detener las obsesiones de poder del presidente Andrés López Obrador.
La bandera fue en defensa de la autonomía del INE. De ninguna manera fue un apoyo a su Consejo General encabezado por Lorenzo Córdova.
La sociedad mexicana está decida a vivir en un ambiente democrático genuino y sin manipulación de ningún tipo.
En la CDMX marcharon más de 300 mil ciudadanos. Nada que ver con las cifras que el mapache de Martí Batres trató de engañar a los mexicanos. Martí, que quiere ser sucesor de Claudia Sheinbaum en los comicios del 2024, dijo en sus cuentas sociales que la marcha conjuntó a 10 o 12 mil ciudadanos. Las imágenes proyectadas por Joaquín López Dóriga en TV Fórmula dan cuenta de una cantidad de ciudadanos que, fácilmente, rebasó el medio millón de manifestantes.
Pero el sentimiento ciudadano de que nuestra democracia no regrese a los tiempos en que el gobierno manejaba a su antojo y conveniencia los comicios fue lo trascendente.
La marcha no fue un apoyo al controvertido Lorenzo Córdova. La manifestación de ayer debe leerse como un rechazo a las pretensiones presidenciales de mantenerse en el poder, vía unas elecciones manejadas por sus incondicionales.
Ayer en la CDMX y en importantes ciudades de la república, son un adviento de lo reñido que serán las elecciones presidenciales del 2024.
Es lamentable que los partidos de oposición no tengan una credibilidad entre los que serían sus posibles candidatos como para vencer a MORENA en los comicios presidenciales que vienen.
Morena tiene prospectos de credibilidad como son Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Claudia Sheinbuam y Adán Augusto López, que con gran posibilidad podrán convencer a un electorado que ya está fastidiado de nombres como Beatriz Paredes, Ricardo Anaya o el impresentable de Santiago Creel.
La marcha de ayer fue en realidad un mensaje para López Obrador de que los mexicanos no queremos regresar a un pasado de simulación democrática.
Es necesario volver a leer nuestra historia reciente.