Han sido diversas etapas de la Compañía Nacional de Teatro. En el Palacio de Bellas Artes se recordó su historia y se remontaron obras de un perfil nacional de la escena a través de la CNT. Las obras y directores que se escogieron en trazos pintan un panorama de México en sus problemas sociales: corrupción, racismo, clasismo, sexismo, desigualdad, educación, desconocimiento del arte, violencia, vicios, injusticia… da para ocuparse con cualquiera de aquellos estrenos en un ensayo largo, pero los periódicos no tienen espacio. El teatro es enseñanza de primera mano. El teatro, un arma política y un aprendizaje para entender la vida.
¿Son los mejores actores y actrices del país? ¿los mejores directores, los mejores dramaturgos? Algunos son excepcionales, pero no todos. Me atrevo a dar un ejemplo de una obra reciente, en cartelera: Olvida todo, de Ximena Escalante, dirigida por Mariana Hartasánchez. Ese instante donde Elena Garro pierde cordura y empieza su locura y peregrinar después de los sucesos del movimiento estudiantil del 68. La dramaturga hurga en la palabra y el silencio: ese lenguaje donde la Garro cambia su existencia. La directora ornamenta el lado fácil de un montaje, donde la empleada doméstica es caricatura de las sirvientas de México. Incluso la actriz que personifica a la novelista, da apariencia, pero no actuación plena. Luisa Huertas lo contrario: enorme, desaparece a todas de la escena. Es obvio que en el montaje falla la dirección de las actrices ¿Puede la CNT asumir una obra desbalanceada? Menudo papel tendrá que explicar Aurora Cano en una pieza que cayó en su gestión de directora de la CNT.
No hay más espacio pero regreso al principio de lo escrito: a la CNT le urge un ejercicio crítico de su trabajo, de lo contrario el autohomenaje en Bellas Artes lo repetiremos los años que sigan. Les quedó bonito, pero no hubo asomo de autocrítica. Necesitamos teatro, más que un espectáculo complaciente. Recordar es vivir, sí, pero con análisis, no con ojos hacia al poder para obtener presupuesto.
El teatro es un arte que no admite mentiras disfrazadas de verdad. Me quedo con el aplauso vibrante, de pie, a dos figuras emblemáticas: Alejandro Luna y Luis de Tavira.