Al presidente Andrés Manuel López Obrador no le han gustado declaraciones recientes del secretario de Gobernación, Adán Augusto López, y se lo ha hecho saber. Una fue su afirmación que cuando piensa en sangre le viene a la cabeza Jalisco, que motivó una respuesta dura del gobernador Enrique Alfaro. La otra fue cuando dijo que en el sur eran más inteligentes que los norteños. Le reprochó que haya dicho que un militar podría ser candidato presidencial, y finalmente le pidió recular su afirmación que el expresidente Felipe Calderón era investigado en la Corte Internacional de La Haya por crímenes de lesa humanidad. El secretario tomó nota, pero en el relacionado con Calderón, no hizo caso.
Aunque todos estos momentos podrían ser interpretados como tropiezos, pensar que López bis viene en picada en la confianza del presidente, puede ser una equivocación. El secretario de Gobernación, a quien probablemente es al que conoce hace más tiempo que cualquiera en su círculo interno -incluidos sus hijos-, se ha vuelto uno de los muy pocos operadores en el entorno de López Obrador en quien todavía tiene confianza.
Le pidió que defendiera al Ejército de los ataques recibidos por el hackeo de sus correos y cabildeara la aprobación en los congresos locales para la absorción de la Guardia Nacional, lo que hizo por libreto, que allanó el camino para una nueva asignación. López Obrador decidió -aunque todavía no establece fecha para el anuncio-, nombrarlo “coordinador plenipotenciario de los grupos parlamentarios de Morena en el Senado, la Cámara de Diputados y congresos locales”, un cargo que tiene varias interpretaciones.
La primera es que limita las atribuciones del presidente de Morena, Mario Delgado, a quien lo acota a temas electorales, lo cual no es menor, aunque el gran elector es el propio López Obrador, que le dicta al líder del partido quiénes van a dónde en puestos de elección popular, y sólo deja en sus manos lo que no considera estratégico. Igualmente lo excluye de la agenda que le interesa impulsar en el legislativo a nivel nacional. Es decir, las prioridades del presidente las manejará López bis, no Delgado, convirtiendo al secretario de Gobernación en líder alterno de Morena.
La segunda interpretación es el significado que López bis sea quien lleve la relación política con las bancadas de Morena en todas las cámaras del país, en particular lo que sucede a nivel federal. La intervención directa del secretario de Gobernación es un antídoto al control que tiene el coordinador de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, a quien de esta forma, sin empujarlo a la puerta de salida del partido y tener a un político con oficio y lastimado en la oposición, lo mantiene dentro, pero con el poder muy reducido.
En el caso de la Cámara de Diputados, es un golpe directo al presidente del Congreso, Ignacio Mier, que fue perdiendo el respeto y la confianza de López Obrador en los últimos meses. Mier cometió un error cuando hace unas semanas pidió una cita con el presidente, quien pensó que quería hablar sobre la agenda legislativa. Para sorpresa de, presidente, Mier ofreció cabildear y sacar adelante con la oposición de la reforma constitucional para que las Fuerzas Armadas ampliaran su permanencia en las calles para tareas de seguridad pública hasta 2028, y le pidió su respaldo para la candidatura del partido al gobierno de Puebla, en donde su adversario, el gobernador Miguel Barbosa, lleva mano en la propuesta de candidato. La forma como lo fraseó fue tomada como chantaje.
La próxima ampliación de tareas y responsabilidades para López bis, la tercera interpretación, enviará el mensaje a Morena que el control sobre las cámaras va a ser vertical, para que olviden la horizontalidad y los espacios de maniobra que busquen con fines particulares, y que las bancadas a nivel federal y estatal serán manejadas desde Palacio Nacional, por López Obrador, a través del secretario de Gobernación.
Esta nueva realidad lleva a una cuarta interpretación, que surge a partir de una pregunta: ¿qué está pensando el presidente sobre el futuro del secretario de Gobernación? López bis es uno de los tres aspirantes designados por López Obrador para la candidatura presidencial de Morena en 2024, y hasta ahora es visto como un lejano tercer lugar y más como una pieza de distracción y reducción de golpes contra la favorita, Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, que como un serio contendiente.
La acumulación de tareas y confianza que le delega y amplía el presidente al secretario de Gobernación, debe generar incertidumbre entre Sheinbaum y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, quien está esperando un golpe de suerte para que la candidatura casi cierta de Sheinbaum sufra un descalabro y él pueda entrar como el Plan B de López Obrador.
Pero si López bis tiene la nueva asignación sobre la agenda presidencial y el manejo político de las prioridades de López Obrador, quien se convierte de manera casi mecánica en quien mejor pueda encabezar un nuevo gobierno sin cambio, profundizando el proyecto que llama el presidente de “transformación”. Sheinbaum está en el corazón personal e ideológico del presidente, pero en las últimas semanas -que coinciden con la forma como ha profundizado su papel de calca de López Obrador- ha recibido llamadas de atención por sus torpezas. La última fue la semana pasada, cuando calificó al Gran Premio de Fórmula Uno como un evento “fifí”, que por instrucciones del presidente, ante las quejas recibidas, le mandó decir que se desdijera—lo que hizo.
Sheinbaum se mantiene como la preferida del presidente, pero lleva algún tiempo notando sus fallas y errores, que no ha dejado de señalárselos. El fortalecimiento de López bis no es buena señal ni para ella ni para Ebrard. En el caso de Sheinbaum, el secretario recupera terreno y puede volverse indispensable; en el de Ebrard, el plan alterno que considera es, puede convertirse en Plan C o en absolutamente nada. El secretario, sin duda, recuperó fuerza.
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