Solo si leíste Blonde, de Joyce Carol Oates, podrías asumir sin prejuicios la cinta de Andrew Dominik, con el mismo título. (Aunque prefiero la literatura al filme porque una obra en cine pierde frente a la palabra escrita: soñamos mejor, leyendo). A Oates no la han acusado de misógina desde que se publicó la novela, en el 2000. A Dominik, sí, porque el guion jamás refleja lo que 700 páginas describen: no el glamour de Marilyn Monroe: es la destrucción de su vagina y los abortos que vivió en medio de un sistema que la silenció. Y eso, señores, acéptenlo: no es bonito.
La fotografía de Chayse Irvin, la música de Nick Cave y Warren Ellis y la actuación de Ana de Armas van a ser nominados al Oscar, casi seguro. El guion y la dirección de Dominik, no lo creo, a pesar de haber trabajado 20 años para concluir su cinta. Sí, Oates aprobó el filme. Le gustó. Peleó contra la censura disfrazada. Pero nunca ha dicho que la película sea fiel a su novela. Es una respetuosa del cine de autor y no iba a echar fuego cuando nadie la quería en Estados Unidos, donde existe un Hollywood que —ya lo escribió en un poema de largo aliento, Ernesto Cardenal—, destruyó la vida de la Actriz Rubia. Tuvo que llegar Netflix para salvar su distribución.
Defender más que defenestrar el filme. Asombran algunas escenas que —sin un lenguaje fino, ahí donde la buena literatura gobierna—, caen en el terreno de la interpretación, sin conocimiento. MM fue violada, se sabe. MM era frígida, se escribió. MM se prostituyó en épocas flacas antes de llegar al éxito, ella misma lo dijo. Oates horadó la ruta del mito y la leyenda. Dominik lo persigue pero sus imágenes —rotundas—, con palabras, no alcanzan… Pierde el cine, gana la literatura. No es la primera vez. Y sin embargo defiendo la fotografía, la música, la actuación… Tememos la repulsión, la morbidez, el dolor. MM vivió eso en escaso tiempo. Por eso el suicidio/asesinato. Punto.
Si leemos la novela, la película alcanza momentos sublimes con imágenes inhumanas frente a un guion disperso. Eso pienso. Por eso he preferido escuchar la voz de MM: la única que supo que su vida no era suya. El movimiento MeToo tiene una deuda impagable con ella. Oates se adelantó.