Aunque el señor presidente se apoye en el enorme talento histriónico desarrollado en sus muchos años de templete, púlpito y tribuna, así no trasluzca su estado de ánimo y le niegue importancia a lo importante o disfrace cada fracaso en la etapa deshojada de un éxito por venir (como sus planes antiinflacionarios), las cosas en el Palacio Nacional no van bien. Se sabe sin importar hasta dónde se extiendan las alas del disimulo.
Puede recurrir hasta a la bullanguera filosofía política de Chico Che. Eso no resuelve nada. Una cosa es la evasión y otra la solución.
Además de los aletazos de la guacamaya, cuya furia se convertirá uno de estos días en picotazos feroces, porque los curiosos profesionales –entre los cuales hay muchos malquerientes ávidos de municiones para dispararle hasta por la espalda–, hurgan y escarmenan en busca de datos para lanzar torpedos, misiles y como dijo alguien, cargas de profundidad, en contra del gran buque de la cuarta transformación, de cuyas filas ha desertado una funcionaria importante: Tatiana Clouthier.
La señora ex secretaria de Economía –hoy apenas porrista en la tribuna donde juega la 4-T, según su lacrimógeno dicho–, no tenía valor en el equipo por su extraordinario talento (nunca tuvo tiempo de probarlo), sino por haber sido primero la coordinadora de campaña de López Obrados y después la coordinadora de las muy importantes negociaciones en las mesas de análisis y posible confrontación con los Estados Unidos y Canadá en torno del tratado trilateral de comercio.
Si la cabeza de todo ese equipo se marcha a la mitad de una complejísima negociación cuyo éxito requiere de cabeza fría y no tiene otra explicación para hacerlo, más allá de un enigmático “…mi oportunidad de aportarle al equipo está agotada…”, las cosas no parecen estar en su mejor condición.
Todo lo demás, sus alegorías deportivas y su gozoso asiento en las tribunas (donde puede estar cualquiera para “echar porras” ), no hacen sino mal vestir un hecho: una de las personas más cercanas a este gobierno, o mejor dicho, a este presidente, tira el arpa.
Y nadie arroja la toalla cuando las cosas marchan bien.
Y si a eso se agrega la enorme contradicción de quien dice en tono agradecido por la oportunidad y “…sobre todo por mostrarme que, cuando de servir se trata, no hay cansancio, enfermedad o barrera que no se pueda superar”, pero de todos modos me marcho, se confirma: las cosas no andan bien en el Palacio Nacional.
Si el presidente le niega importancia a la baja y elogia a la desertora con un reconocimiento a su calidad personal, sólo señala la dimensión del agujero:
“…como ella misma lo explicó, es un asunto personal, y lo que vamos a hacer es difundir la carta, subirla. Tatiana, ya lo dije, es una mujer con principios y recta, y con criterio. Si fuesen otras razones lo hubiese manifestado”.
Si traducimos el español real, diremos: una mujer con principios, rectitud y criterio, para quien “cuando de servir se trata, no hay cansancio, enfermedad o barrera que no se pueda superar”, simplemente se va en el momento de la más alta responsabilidad de su vida pública: su trabajo era necesario para frenar –desde las mesas consultivas–, un panel de controversias cuyo resultado previsible es la derrota, con muy graves consecuencias económicas y geopolíticas para México, lo cual no tiene ninguna relación con la cursilería esa de la revolución de las conciencias.
Eso es puro parpar de gansos o graznido de guacamayas.
LEYENDAS URBANAS
Hace unos días leía a Jorge Zepeda Patterson. Me extrañó una pequeña traición a su calidad.
Escribía de Felipe Calderón, quien –según él–, cuando cometió el fraude electoral del 2006 dijo el famoso “haiga sido como haiga sido”.
Mentira, eso lo dijo cuando le ganó la candidatura a Santiago Creel.