Por la biología se explica el fenómeno de la vida y de la muerte. Sus definiciones aplican a los organismos vivos y por hoy me permitiré tomar, por analogía, algunos de sus términos para explicar las causas de la muerte y/o debilidad de organismos sociales y específicamente políticos.
En especial uno, el Partido Revolucionario Institucional, que padece una endofagia que no puede curar. La antropología la define, según el Wickcionario, como la “antropofagia de los miembros de la propia tribu o grupo social”. Y luego añade: “Figuradamente, tendencia de una institución a aprovecharse destructivamente de sus propios miembros.”
Biológicamente un ejemplo de esos endófagos es cierta clase de avispas que insertan sus huevos en el cuerpo de una araña y que al eclosionar se alimentan internamente del cuerpo de la misma.
Pues bien, ese es el mal que tiene al antes hegemónico partido nacional en el peor momento de su historia, seriamente plagado de endófagos, ocupados en devorar lo que queda para su propio beneficio. No es un mal de ahora, sino que se ha venido enconando desde los tiempos en que la pertenencia al partido era la única forma de acceder a posiciones políticas y administrativas, pero desgraciadamente, ahora es un cuerpo débil minado por la proliferación de oportunistas, buscadores de fortuna y reflectores para iluminar sus egos.
Sin embargo, el partido concebido para equilibrar el poder de grupos o facciones; el partido que pudo introducir a México en una ruta de crecimiento ordenado por el control de sus sectores antaño mayoritarios; el partido que supo y pudo conducir y acompañar los procesos democráticos que nos dieron instituciones y crearon contrapesos aún contra su propio poder, dentro de su debilidad actual, conserva fortaleza suficiente para incluso proteger a sus depredadores interiores.
No se puede soslayar que, además de ser devorado por dentro, o tal vez por lo mismo, se ha alejado de lo que fue su esencia que es la representación social y que el contacto con sus bases ha sido relegado a un segundo plano por una clase dirigente ocupada en hacer política de pasillo con arreglos y componendas, pero eso más que ser el mal es solo el síntoma de su propia descomposición.
Es de dudarse que el resto de los partidos estén exentos de padecer esta enfermedad sistémica, pues en realidad todo el espectro político presenta manifestaciones similares. Algunos como el reciente caso de MORENA, pueden no darse cuenta o parece no importarle que los endófagos penetren en su interior o bien los aceptan por ser de la misma especie, pues integran a sus filas a cualquiera que lo desee, sin importar convicciones o principios, solo el oportunismo político.
En realidad, el que se encuentra gravemente enfermo es el propio sistema basado en un régimen de partidos, que son las células que lo conforman. La endofagia afecta a las estructuras internas y amenaza a las instituciones particularmente atacadas por el titular del poder ejecutivo que a la vez actúa como el endófago mayor, destruyendo sin construir.
Empeñado en su muy particular cruzada transformadora no se ha ocupado en construir una sociedad unida en torno a un proyecto común. Destruye adversarios para imponer su fe, porque su empeño es más voluntad que ciencia, y su intención es subyugar, someter, vencer y perdurar, para lo cual privilegia la política clientelar y la rentabilidad electoral.
A nuestro sistema enfermo le faltan lisosomas, vuelvo a la medicina y biología, que son organismos celulares que se comen componentes extras de las células que no son vitales para ellas y reciclan, proveyendo de energía a lo que queda de ellas, para contrarrestar esta autofagia que está minando no solo al régimen de partidos, sino al sistema democrático. Esta es la causa del freno a nuestro desarrollo, no solo económico sino social y político. Los mexicanos nos estamos devorando a nosotros mismos, destruyendo incluso los organismos que como lisosomas pudieran ir eliminando lo que no sirve para producir con ello nuevas energías.
En vez de eso, se eliminan o debilitan instituciones que costó generaciones construir para sustituirlas con mecanismos clientelares de atención deficiente e insuficiente, para minar o desaparecer los mecanismos democráticos e imponer decisiones autoritarias y con ello, afirmar el poder para conservar el mismo.
Los intentos recientes para legitimar a una guardia nacional militarizada por encima de lo que mandata la Constitución, muestran lo enferma que está nuestra clase gobernante y política para la cual la legalidad y los escrúpulos no existen y prevalece el chantaje, la coerción, la componenda, el uso ilegal de los recursos del Estado para violar, deliberadamente la ley suprema.
Definitivamente, el sistema está plagado de endófagos y vale preguntar por dónde andarán los políticos, POLÍTICOS con mayúsculas, que puedan estructurar un proyecto de nación sin la tara de tanto oportunista y vividor de la política que se ha enquistado en partidos y gobierno sin un poquito de conciencia social. El presidente proclama una revolución de las conciencias, más debería empezar por la propia pues conscientemente prohíja la ilegalidad, permite la corrupción y destruye sin construir, ni sociedad unida, ni consensos, ni instituciones fuertes, y en cambio sí, más pobres y dependientes del favor gubernamental.