Quien fue alcaldesa de Texcoco, hace años hizo fama de trasquilar el salario de sus empleados con el diez por ciento de los ingresos que les correspondían. Una verdadera vampiresa la maestra Delfina Gómez, la merma iba a dar a los bolsillos de Higinio Martínez, quiero decir a Morena. Pero López, haciéndose de la vista gorda, tuvo la osadía de designarla Secretaria de Educación. Y ahora, para premiar su “desempeño”, la envía como contendiente a la gubernatura del Edomex. Con alta probabilidad de obtener una victoria electoral. Pues rota la alianza “Va por México”, la vampiresa parece cabalgar en caballo de hacienda, sobre todo porque quienes contienden con ella se antojan poco competitivas: Ana Lilia Herrera o Alejandra del Moral.
De lo que es inconsciente la maestra Delfina es de la complejidad de ese territorio político. Lo digo con conocimiento de causa. Pues durante muchos años laboré, con algunas interrupciones, para los gobiernos priístas, como funcionario cultural. Por eso me atrevo a afirmar que Delfina no tiene la menor idea de lo que enfrentaría en el caso de llegar a ser gobernadora de esa entidad.
En lo personal, me preocupa que, a la manera de López, llegue con la espada desenvainada e intente una ‘transformación’ que le traerá más conflictos que beneficios. El estado de México no es una perita en dulce. Es una entidad que ha prosperado merced a ciertas continuidades que son su mayor fortaleza, aunque, a la vez, no es reacia a los cambios que exigen los tiempos.
En otras palabras, López ha enviado a la maestra a la guerra con un fusil de juguete, con una ignorancia como la del macuspano, pero sin la habilidad para escapar con sus ‘otros datos’. Solo el asunto de las pensiones será un reto enorme. Somos ya cientos de miles de pensionados. Cualquier tentación de afectarnos, nos tendrá en una resistencia que no imagina. López quiere comerse ese pastel pero lo puede indigestar.
Colofón: el reemplazo de Delfina en la Secretaría de Educación se antoja poco afortunado. Leticia Ramírez, también maestra, se ha ocupado de la atención ciudadana durante la cuatroté. No se le conoce corruptela alguna, pero el sólo hecho de aceptar un cargo, ignorando las responsabilidades que implica, es ya una señal de corrupción. Más cómo decirle no al Tabasqueño, si su salario es de casi 100,000 pesos mensuales libres de impuestos.
¿No hay en todo esto algo que huele mal, una falta de respeto a niños y jóvenes que aspiran a una educación de calidad; en fin, una ignominia?.