Diana Lorena Rubio Romero es una maestra con verdadera vocación social, ejemplo de que querer es poder, faro para encaminar a estudiantes hacia la investigación y poner a las mujeres como generadoras de ciencia.
Licenciada en Educación Física, maestra en neurobiología, doctora en ciencias biomédicas, pero sobre todo una mujer que nunca se ha cansado de preguntar y recorrer el camino hacia las respuestas.
Orgullosamente queretana, tal y como lo dijo al recibir la medalla de reconocimiento del Municipio de Querétaro, el primer reconocimiento en el que pudo estar presente su familia, su principal motor, cuando al hablar en nombre de los ganadores cerró su emotivo discurso elevando el sonido de su voz con un “¡Queretana soy señores!”.
Con la firme convicción que demuestra que la ciencia está al alcance de todos, Diana Lorena Rubio Romero ha logrado generar un nuevo modelo educativo reconocido a nivel internacional.
Del músculo ejercitado en la educación física, Diana Lorena Rubio Romero se adentró, dice ella, de forma accidental a las células, a las neuronas, para desde adentro explicar las conductas y como maestra motivarlas con ejemplar enseñanza.
Una de las 10 mejores maestras del mundo platicó con Plaza de Armas, prácticamente dictó cátedra, de lo que es dedicarse al aprendizaje, a la educación y a la enseñanza.
La responsabilidad social de una joven Diana Lorena, de las grandes implicaciones que tiene dar una clase, la llevó a prepararse primero para posteriormente educar.
“En mis prácticas profesionales pude ir a un Centro de Atención Múltiple que contaba con un gran equipo multidisciplinario y vi que se realizaba trabajo de estimulación temprana. Recuerdo que mientras esperaba al titular pensé: -seguramente quien atendía esos temas o la persona que diera clases ahí tenía que estar sumamente preparada, conocer el sistema nervioso central, conocer las etapas de desarrollo infantil, pensé que sería muy complejo, qué pasaría si se equivocaba- en eso llegó un administrativo del lugar y me dijo que ya empezara con la clase, yo le dije que antes que enseñar yo tenía que aprender, que no podía dar así una clase”, recordó la futura maestra.
Ese “acto de rebeldía” por no haber impartido esa primera clase la llevó con la doctora Thalía Harmony, quien realizaba un registro de encefalograma y empezó a explicarle cómo se estaba dando la actividad en la corteza cerebral, esa plática lo cambió todo y fue el momento en que ella se encontró con la ciencia. De no querer dar una clase por considerar que no estaba lista para ello, a través de ella conoció el Instituto de Neurobiología, y su laboratorio, fue como hallar un oasis de conocimiento.
Vinieron los microscopios, la biblioteca, los libros en inglés, idioma que no dominaba al tener una formación en escuelas públicas, algo que destaca y demuestra que el aprendizaje llega por diversos caminos, pero con voluntad, disciplina y compromiso se dominan idiomas y se suben escalones poco a poco.
La importancia de escuchar y después preguntar
De ser oyente en sus primeras clases de neuroanatomía, a la necesidad de conocer, comenzó una ruta en la que el conocimiento la llevó al aprendizaje, pasando por la enseñanza hasta llegar a la divulgación y al impulso de la ciencia a través de nuevos modelos educativos que la han llevado al top ten del mundo educativo con tan solo 45 años, edad en la que empieza cosechar reconocimientos y Diana Lorena no para, y ahora, además de ser maestra, es una guía para que otras mujeres caminen para y por la senda de la ciencia.
La sencillez de la mejor maestra del país la lleva a hablar de sus mentores, de quienes le mostraron el camino, por lo que agradece y reconoce a Thalía Harmony, al doctor Manuel Salas, con quien realizó todo el proceso con el tejido cerebral de una rata y vio neuronas por primera vez en un microscopio y descubrió lo que quería ser, lo que ahora es.
Plaza de Armas: ¿Por qué, para qué quería aprender y saber lo que pasaba en ese cerebro, con esas neuronas, cuál era su intención por conocer?
Diana Lorena Rubio: “Yo fui la primera integrante de mi familia en tener un título universitario, primero estudie Educación Física, quería ser mamá y quería ser maestra. Encontré en la maestría que había un área biomédica y encuentro un mundo que me maravilló, ahí me enamoré de lo que pasaba en los procesos cerebrales, y de la neurociencia y aunque no fue sencillo pasar de la educación física al terreno de biología y medicina, seguí el consejo de mi papá que me decía: “Si empiezas algo lo terminas”, eso me mantuvo en la maestría y después en el doctorado.
Los premios no son el objetivo
“Nunca he hecho algo buscando un premio, siempre traté de hacerlo por una aspiración en el corto y en el largo plazo. Si hay que publicar se tiene que publicar la investigación, si hay que ir al extranjero y presentar un tema en inglés se aprende inglés y se viaja al extranjero.
Esos pequeños objetivos son acciones que se han sumado y han incidido en mi formación, además de la generosidad de quienes me han rodeado y han estado conmigo, como el doctor Manuel Salas, quien me aceptó en su laboratorio sin ser una médica o bióloga, y a partir de ese proceso vi la importancia de compartir la ciencia con los demás, a partir de ahí empecé a generar espacios de difusión de la ciencia”.
Al tocar el tema de la generosidad, como valor en la enseñanza, como una vocación y necesidad de compartir el conocimiento, la doctora Rubio Romero rompe con el estereotipo que coloca al científico como alguien ensimismado en su propio saber, encerrado en su laboratorio; ella sale del aula y abre de par en par las puertas de su sabiduría en un acto generoso y corresponsable con la sociedad.
PDA: ¿Qué la lleva a compartir ese conocimiento?
DLR: “Quienes incidieron en mi formación me pusieron el ejemplo, todo lo que me enseñaron lo quise retribuir. Sí se siente un compromiso social muy grande y descubres que la educación es un derecho. Veía a muchos hombres en la ciencia, comienzo a estar en congresos y puestos de liderazgo y observo que hay muy pocas mujeres, por lo que busque acercar el conocimiento a ellas ya que la ciencia es para todos y todas”.
Cuando termina el doctorado y la invitan a seguir sus estudios fuera de México surge un dilema; el ir al extranjero y aceptar una invitación en la Universidad John Hopkins o tomar el trabajo en el CBETIS 118. La respuesta estuvo en casa y continuó con sus clubes de ciencia en donde resuelve esa vocación por seguir aprendiendo mientras se educa y enseña.
“Quería que mis alumnos se nutrieran del conocimiento, pero al principio como que se aburrían, pero al dar una charla de divulgación en la semana de la ciencia y la tecnología me llegó la luz cuando me pidieron que platicara lo que hace un científico. Llevé mis ratas fui muy práctica y en ese momento se transformó mi visión de la enseñanza en la ciencia, al ver a las ratitas y sus conductas empezaron las preguntas, yo quería que ellos preguntaran, ya que ese el trabajo de un científico, hacerse preguntas, que sean sus intereses los que estén en la clase, no los míos”.
Científica, maestra y mamá
PDA: ¿Es ahí dónde surge un nuevo camino hacia un nuevo modelo educativo en materias encaminadas a la ciencia, la tecnología, las matemáticas, la ingeniería y poder incidir en más mujeres?
DLR: “Es muy importante que ellas desarrollen sus competencias y se sientan capaces. Que tomen una decisión vinculada a sus intereses”.
“Al modificar la enseñanza de la ciencia a través de la vocación incides en que ellos y ellas para que vayan e investiguen más allá del resultado o la calificación, que se sigan haciendo preguntas y vean todas las posibilidades que tienen y sigan su verdadera vocación, las profesionales y las personales”, destaca la mamá de Sofía y Regina.
El momento clave es la vocación, cuando la educación va más allá de la calificación
La clave que ha llevado a la maestra a ubicarse en el aprender más allá del reconocimiento, la educación más allá de la calificación, el ir más allá en que se hagan preguntas.
“Esa es la palabra ideal, cuando cambias la forma de enseñar y atiendes a las necesidades y los gustos de los estudiantes y los integras a un aprendizaje significativo que motiva la reflexión, donde se sientan cómodos preguntando, cuando generas ese espacio vi que había muchos momentos de esa luz, donde dices ¡wow! Cuando aparece el aprendizaje. Al final quedaban dudas y despertaban ese gusto y señales por seguir aprendiendo y entender más allá de la calificación, más allá de cuando está la maestra. Es trabajar con una metodología basada en proyectos, de acuerdo a sus propios intereses”.
Esta mirada diferente de enseñanza la llevó a la ciencia en materias STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) en donde la doctora es una de las dos embajadoras de Scientist, organismo europeo en México.
Aunque el reconocimiento no es el objetivo, es una consecuencia; el talento de la doctora Diana Lorena es un ejemplo nacional e internacional, lo que la llena de orgullo y motiva a seguir participando en foros educativos.
Algo que asimiló recientemente, cuando la doctora Diana Lorena presentó su candidatura para el Global Teacher Prize, fue el descubrir que todos sus alumnos del club de ciencia habían participado en concursos internacionales, algo que la motivó a seguir los pasos de sus alumnos.
“Pablo Arreguín, uno de mis alumnos, me motivó a que participara, me dio la convocatoria para que aplicara. Ante su insistencia y cuando me dijo que la revisara, así como yo les exigía a ellos que participaran en las convocatorias, luego un colega y otra directiva me dijeron que considerara mi participación, así que la leí, revisé los requisitos y un domingo que se cerraba la convocatoria le pedí a mi esposo que tomara el control del domingo familiar y me metí desde la siete de la mañana a subir todo a la plataformas. Fue cuando me di cuenta que todos mis estudiante del Club de Ciencia, que son de escuelas públicas, habían tenido participaciones internacionales”, recordó la maestra Diana Lorena, quien destacó que toda su formación académica ha sido en sistemas de educación pública por lo que espera ahora retribuirle a su país y a su estado.
Aunque está siendo reconocida su labor en organismos nacionales e internacionales, el mejor reconocimiento es el de los alumnos, cuando le dicen que gracias a ella se dedican a la ciencia o a la investigación.
“Ser docente es una oportunidad de tocar, vidas, sueños y aspiraciones”, afirma.
Cuando ganó el concurso a nivel nacional fue una gran y sorpresiva alegría, la cual fue creciendo al quedar entre los mejores 50 maestros del mundo y se multiplicó al ubicarse entre los mejores 10.
“Cuando me dicen que quedo en el los primeros diez fue maravilloso, además por ser la primera vez que México se coloca en el top 10”, aunque cuando le preguntan de dónde es, lo primero que responde es Querétaro, ya después reafirma México.
“Soy muy orgullosa de ser queretana, de representar a México y sé que este premio no es mío, es de todos los que han confiado en mí, los que me acompañaron, me formaron”.
PDA: ¿Cómo le ha cambiado la vida y cómo sacarle jugo y provecho, en el mejor de los sentidos?
DLR: “Estoy comprometida con mis hijas, mi familia; buscar ser un ejemplo para Regina y Sofía, de mostrarles que se pueden cumplir los sueños. Me apasiona la ciencia, me apasiona la educación y estoy comprometida con las mujeres por lo que todos los días seguiré con esas acciones, empoderar a las mujeres e incidir a para que la ciencia llegue a los sistemas de educación básica en el país”.
Querétaro puede presumir que tiene a una de las mejores maestras del mundo, una auténtica “crack” de la educación, de formación pública y de un origen sencillo, oriunda de Satélite, en la capital queretana y con un orgullo por su origen, al compartir que su madre aprendió a leer y a escribir ya siendo una mujer adulta.
“Que todos estén convencidos de que todo se puede lograr”, para muestra está Diana Lorena Rubio Romero, orgullo y orgullosamente queretana.